Síndrome del sabiondo: cuando no puedes dejar de intervenir en las conversaciones (y la vida) de los demás
Las personas con necesidad de demostrar continuamente sus experiencias y conocimientos buscan el reconocimiento social
El síndrome del salvador se relaciona con el del sabiondo y es patológico cuando brindar ayuda se convierte en una necesidad vital
El síndrome del sabio es una patología poco frecuente asociada a otros trastornos del desarrollo
Seguramente lo has 'sufrido' alguna vez: esas personas que, pase lo que pase a su alrededor, siempre tienen algo que contar: alguna batalla, alguna experiencia, alguna lectura relacionada... Aparentan saber casi todo de todo y siempre intervienen en las conversaciones para sentar cátedra. Si conoces a alguien así, estás frente a una persona con 'síndrome de sabiondo', alguien que acumula información de todo y que no se resiste a compartirla, aunque realmente nadie se lo haya pedido.
Ego desmedido
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Este tipo de personas tienen necesidad de imponerse y destacar en todas las situaciones. Suelen tener un ego descomunal al que tienen que alimentar continuamente. ¿Cómo? Consiguiendo la admiración y reconocimiento de los demás ante la información de que disponen y su capacidad de acción. En principio, son las personas óptimas para hacerles una consulta o pedir que nos echen una mano.
Sin embargo, la cosa se complica cuando van un paso más allá: intentan controlar las acciones de los demás. Por esta razón, es muy habitual que estas personas tengan asociado otro síndrome: el del salvador.
Cuando ayudar es una droga
Detrás de alguien que quiere 'salvarnos' se esconde un sentimiento noble: sacrificarse por otro. Con la edad, es frecuente que los sentimientos de abnegación crezcan. Los hijos pueden haberse ido de casa o ser más independientes y los padres, de repente, tienen menos responsabilidades.
En algunos casos, la salida para llenar el tiempo es estar siempre disponible, para ayudar y, sobre todo, para escuchar. En algunos casos, puede ser patológico cuando se exige controlar de alguna forma la vida de las personas que reciben la ayuda. Por otro lado, brindar ayuda puede convertirse en una necesidad vital, con un protagonismo excesivo de los mecanismos de recompensa.
A veces, el síndrome del salvador se gesta en la infancia si la persona afectada ha tenido que hacer frente a demasiadas responsabilidades o cuidados. Como el peor efecto colateral, si siempre pensamos en el bienestar de los demás y no tanto en el nuestro, podremos acabar quemados y entrar en los dominios de la depresión.
Nada que ver con el síndrome del sabio
Ni los sabiondos ni los salvadores están afectados por el síndrome del sabio, una patología muy poco frecuente (un caso entre un millón) que describe a las personas que, pese a su discapacidad mental, poseen habilidades extraordinarias.
Normalmente, estas capacidades suelen ser la habilidad de memorizar; la hipercalculia, la capacidad para hacer cálculos matemáticos complejos con extrema rapidez y con absoluta precisión, y habilidades artísticas vinculadas a la sinestesia, la capacidad para percibir estímulos a través de distintos sentidos.
Las personas que desarrollan el síndrome del sabio son personas con una discapacidad mental significativa; entre ellas, el trastorno del espectro autista o trastornos del desarrollo que normalmente aparecen en la niñez.