Los hijos de tu pareja en verano o la convivencia no elegida: las diez reglas para que funcione
El verano es un campo plagado de minas para la convivencia con la familia no-elegida, como son los hijos de nuestra pareja
Muchos conflictos se resolverían si supiéramos comunicarnos bien y callar a tiempo: las palabras son plata, pero el silencio es oro
Para llegar sanos y salvos al final de las vacaciones, la psicóloga Laura Rojas-Marcos ofrece en su libro 'Convivir y Compartir' las diez claves que facilitan una buena convivencia
"La característica que de verdad nos distingue del resto de los compañeros del reino animal es nuestra extraordinaria capacidad para comunicarnos entre nosotros, relacionarnos y convivir en la intimidad". Son palabras del psiquiatra Luis Rojas-Marcos en su libro 'Convivir'.
La convivencia nos hace destacar como especie, pero también es la prueba de fuego de cualquier relación. Su desgaste es la razón más esgrimida en la mayoría de las separaciones. Si ya es difícil vivir junto a los elegidos... ¿Cómo no va a ser un campo minado la convivencia con aquellos que nos imponen? El ejemplo más claro, los hijos de tu pareja durante el sagrado veraneo. Acabar sin roces y en armonía parece misión imposible, pero hay maneras de llegar sanos y salvos al final de las vacaciones. Contamos para ello con la mejor especialista: la psicóloga Laura Rojas-Marcos, autora del libro 'Convivir y compartir' y creadora del decálogo de la buena convivencia, las diez C que nunca debemos olvidar.
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1. Confianza, el punto de partida
La confianza es el cimiento más importante sobre el cual construimos todos los pilares de nuestras relaciones. Es la garantía de que podremos tener un vínculo placentero, ya que nos permite estar en un estado de ánimo positivo en el que rendimos mejor física y mentalmente. Confiar nos sienta bien y nos calma.
¿Cómo podemos ganar confianza y haciendo que confíen en nosotros? Empezando por creer en uno mismo, cumpliendo nuestros compromisos, siendo íntegros y naturales, favoreciendo la comunicación directa y sincera, y, lo más importante, siendo agradecidos con los actos y la generosidad de los demás. Pongamos, por tanto, en valor todo lo que esa 'familia' improvisada ha logrado hacer en esos días de descanso.
2. Compromiso: cuenta conmigo
Es importante que la pareja y el entorno sepan que todos juntos formáis un equipo. Estáis para ayudaros cuando hace falta y para disfrutar de manera sana y positiva. El compromiso es un contrato por el que declaramos que somos de fiar, que cumpliremos con las expectativas siempre que seamos necesarios.
Poder adquirir compromisos es algo muy valioso en cualquier entorno, personal o profesional, y se aprende desde la infancia. En vacaciones, se puede 'entrenar' esta competencia planificando tareas para los niños o adolescentes. Esto moldeará su sentido del deber y, además, les hará sentirse miembros influyentes del equipo familiar.
3. Comunicación: atención al lenguaje verbal y no verbal
La capacidad para comunicar influye decisivamente en la convivencia, tanto el lenguaje verbal como el no verbal. A veces, los gestos, las miradas o el tono de una palabra revelan más que todo un discurso. Si queremos mantener una comunicación positiva, lo primero es elegir bien qué queremos decir y cuándo decirlo. En el caso de los niños y adolescentes, es aconsejable que el mensaje sea claro, directo, objetivo y sin reproches añadidos.
El momento es igualmente decisivo. Hay que asegurarse la atención: ¿hablar de algo importante antes de su serie favorita? No habría mucha receptividad. Por último, hay que huir de los destructores de la comunicación: descalificaciones, gritos, amenazas, indiferencia, silencio, malos modos...
4. Cordialidad: el bálsamo de la vida
Las personas cordiales son amables, educadas y gentiles en el trato. La cordialidad es el bálsamo que facilita cualquier actividad, desde poner la mesa en el apartamento de la playa a firmar un acuerdo comercial entre magnates.
La clave es mantener las formas, tanto en la actitud como en las palabras, sin perder autenticidad; es decir, sin aparentar una falsa cordialidad; en resumen: sin ser hipócritas. Esto es especialmente importante en el caso de niños y adolescentes porque saben detectar cuándo la amabilidad es o no sincera. Las personas amables no actúan de manera interesada y siempre están dispuestas a reconocer los logros de los demás. Aplicado a estas vacaciones: prioriza las actitudes amables, sé cortés con los tuyos y da por descontado la buena intención de todos sus actos. Si desconfías de ellos, el terreno para el conflicto está abonado.
5. Consideración: un poquito de empatía, por favor
La consideración es un paso más de la cordialidad. Implica poner en marcha la solidaridad y ejercitar el famoso 'músculo' de la empatía. Consiste en tener en cuenta las necesidades y los sentimientos de las personas de su entorno. Implica una actitud respetuosa, incluso cuando hay una diferencia de opiniones. Las personas consideradas siempre piensan antes de actuar. En este caso concreto, antes de 'incendiar' una conversación con un reproche, pensemos si no ha habido un malentendido, si la petición no era excesiva, si el chaval no estaba en un momento complicado... Después de esas reflexiones, quizá hay que postergar esa conversación incómoda. Recuerda: las palabras son plata, pero el silencio es oro.
6. Contribución, cada uno en su medida
Pese a que los periódicos estén llenos de malas noticias, vivimos en una sociedad cooperativa cuyo fin es el desarrollo sostenible. Parece grandilocuente y, sin embargo, es algo perfectamente lógico y natural: si cada uno aportamos nuestro grano de arena al espacio común, entre todos construiremos una playa.
En el caso de la educación de los hijos, se trata de un valor fundamental. La contribución de los hijos a la dinámica familiar es necesaria para que todo fluya; lógicamente, a la medida de sus posibilidades. No podremos exigirles algo para lo que no están preparados, pero sí es importante que asuman que su desempeño, lo que hacen o no, tiene consecuencias en el día a día. Una pequeña tarea puede ser el motor de muchos cambios.
7. Colaboración, unir esfuerzos
Como en el caso de la cordialidad y la consideración, la colaboración es un grado más de la contribución. La colaboración es asumir que se forma parte de un equipo y que se tiene un rol decisivo a la hora de conseguir un objetivo. Por naturaleza, somos seres colaborativos: estamos programados para hacer tareas que redundan en el beneficio de todos, lo que explica nuestro éxito como especie.
Sin embargo, la adolescencia es el momento más individualista en la vida de un humano. Incluso en vacaciones hay que lograr que todos los miembros de ese clan no-elegido vean las ventajas del esfuerzo compartido. ¿Cómo? Por ejemplo, repartiendo tareas en el día a día, asignando responsabilidades, organizando agendas de actividades... Todo lo que implique un reparto de funciones será bueno para que adquieran hábitos colaborativos.
8. Coherencia, el valor del ejemplo
Para tener una buena convivencia debemos ser coherentes. Las personas coherentes son congruentes con lo que piensan, sienten y hacen. Las personas coherentes también son líderes naturales; por eso, los expertos en educación advierten que una responsabilidad fundamental de los padres es educar en el ejemplo, siendo coherentes y consistentes en sus enseñanzas.
En términos prácticos, si queremos que ordenen sus habitaciones a una hora adecuada, ordenemos nuestras habitaciones a una hora adecuada. Si queremos que sean lectores, que nos vean frecuentemente con un libro en la mano. Si queremos que se alimenten de una manera sana, prioricemos los alimentos y los guisos sanos en nuestro propio plato.
9. Consistencia, perseverar para ser más felices
La consistencia es algo constante, seguro y que perdura en el tiempo. Es una de las características que nos hace sentir confianza hacia algo o alguien. Y, como decíamos, la confianza es la clave de cualquier relación humana.
Ser consistente nos permite predecir las reacciones y los comportamientos, saber qué puede funcionar y qué no. Al mismo tiempo, la consistencia y la perseverancia son dos cualidades que nos ayudarán a lograr nuestros objetivos vitales y, por tanto, a ser más felices.
Aplicada a la convivencia familiar, significa que no debemos dejarnos abatir por la tiranía del resultado inmediato. Si no sale algo que consideramos beneficioso a la primera, debemos insistir haciendo los ajustes necesarios. El error nunca es definitivo, solo la prueba de que estamos en el proceso de conseguir algo.
10. Cuidados, atender con delicadeza
Una de las bases fundamentales para tener una convivencia saludable es ser cuidadoso. Procurar cuidados, en cualquiera de sus formas (una palabra amable, un gesto, un regalo sencillo, un detalle significativo), es clave. Las personas cuidadosas conectan más rápida y positivamente con otras. Por contra, los entornos descuidados son un caldo de cultivo para los conflictos, las faltas de respeto y las conductas que pueden conducir al maltrato. Finalmente, para esos niños o esos jóvenes con los que compartes días de vacaciones, tan bueno es pedirles responsabilidades (proporcionadas a su nivel de madurez) como regalarles una palabra amable o ese detalle, no demasiado costoso, que llevan pidiendo medio verano. Todo lo que irradie cariño repercutirá en una buena convivencia.