¿Tu hijo tiene el síndrome del niño rico? No tiene que ver con el nivel adquisitivo
El síndrome del niño rico está protagonizado por hijos caprichosos, capaces de montar un escándalo si no consiguen sus objetivos
Se puede dar en familias acomodadas y en entornos con un perfil económico bajo, en el que los padres se sacrifican constantemente para cumplir las exigencias de los hijos
Decir que se aburre continuamente, exigir nuevas compras o calmar la ira con caprichos innecesarios, principales señales de este síndrome
También puede llamarse 'ricopatía' o 'affluenza', pero no tiene nada que ver con el poder adquisitivo. Nos referimos al síndrome del niño rico, una patología que se da en aquellas familias que conceden a sus hijos todo lo que les piden, sin ningún esfuerzo por su parte. La otra parte del síndrome está protagonizada por hijos caprichosos, capaces de montar un escándalo si no consiguen sus objetivos. Es la pescadilla que se muerde la cola: los hijos no admiten un no por respuesta y los padres son incapaces de negarse a nada.
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Señales
El síndrome del niño rico está relacionado con un estilo educativo que puede ser negativo para el desarrollo emocional de los hijos, tanto de adolescentes como en la vida adulta. Por eso, es fundamental saber reconocer las primeras señales para poder reconducirlas. Es importante hacerlo porque de ello depende no solo el futuro de tu hijo, sino la convivencia familiar.
Si vives en la dinámica de este síndrome es posible que vivas en una batalla campal continua y que cada vez que intentas negarte a una de sus exigencias se declare la guerra en tu propia casa. En ese caso, estas señales te serán de utilidad.
Estás ante un chaval con síndrome de niño rico si...
- Dice frecuentemente que se aburre, aunque haga o tenga todo lo que quiera.
- Es una fuente continua de exigencias y, para lograrlas, se compara con los otros compañeros. Sabe que ante el temor de los padres de que su hijo sea menos, tendrá su capricho.
- No disfruta de lo que acaba de conseguir. En cuanto lo tiene, quiere conseguir otra cosa que, probablemente, olvidará en cuanto la tenga.
- Solo calma su ira con una nueva adquisición o una nueva y costosa experiencia, algo que, además, está fomentando el síndrome.
Sobreprotección excesiva
El síndrome del niño rico puede pasar desapercibido. Los padres suelen achacar las exigencias de su hijo bien a que es caprichoso o que está en un ambiente donde se priorizan las compras, las salidas o los momentos de ocio. Piensa que todos los chavales siguen la misma dinámica, pero la realidad es que hay un problema los padres piensan que su hijo simplemente es caprichoso o que está muy mimado, pero ignoran la realidad del problema que se esconde detrás.
El síndrome del niño rico suele darse en familias en las que se ha tendido a sobreproteger a los hijos en exceso. A veces también se ha intentado suplir la ausencia de los padres en el hogar por trabajo con regalos, dineros y todo tipo de caprichos o compensaciones económicas. También puede tratarse de padres que quieren mejorar de manera equivocada su propia infancia. La proyectan enriqueciéndola con eso que no pudieron tener de pequeños y que concretan en cosas materiales (móviles lujosos, pagas desmesuradas etc), propias de un alto nivel de vida.
Al margen del poder adquisitivo
El síndrome del niño rico no se da necesariamente en familias con un poder adquisitivo alto. De hecho, es frecuente que se den en entornos con un perfil económico bajo, en el que los padres se sacrifican constantemente para que a sus hijos no les falte de nada, especialmente en lo material.
La principal creencia errónea que da lugar a la patología es que la privación conduce al trauma y que la felicidad está en poseer cosas o satisfacer todos los deseos. Sin embargo, el mensaje que estamos transmitiendo es que la fortaleza ante los vaivenes de la vida se consigue a través de lo material. La peor derivada de esta idea es que cuando no podamos tener todo lo que queremos, nos faltará un apoyo importante.
Consecuencias del síndrome
Las investigaciones sobre este síndrome también han detectado una serie de trastornos en la personalidad de los jóvenes afectados:
- Poca capacidad para afrontar los problemas propios, con excesiva dependencia de los padres.
- Baja autoestima y motivación.
- No toleran las frustraciones.
- Tendencia a ser irresponsables e indisciplinados.
- Bajo rendimiento escolar.
- Fácilmente irritables, nerviosos y ansiosos.
- La ansiedad puede derivar en conductas dañinas (consumo de alcohol y drogas).
- Escasas habilidades sociales: dificultad para mantener una relación en armonía.
¿Es posible evitarlo?
Sí, pero hay que atacar la raíz del problema cambiando el paradigma. Los premios son buenos si responden a la recompensa de un esfuerzo, no de manera aleatoria. La cuestión es transmitir el valor del trabajo y la importancia de asumir responsabilidades. Especialmente, las que van implícitas en el hogar o entorno común tienen que cumplirse sin necesidad de que haya un premio o compensación de por medio.
Lejos de sobreproteger, para la salud mental de los hijos es mejor que los involucremos en la vida real, enseñándole a valorar lo que tienen, respetando a los demás y ofrecerles las herramientas necesarias para afrontar los problemas; entre ellas, la frustración, una parte fundamental del aprendizaje y algo imprescindible para poder ser un adulto feliz.