El caso del colegio mayor Elías Ahuja está generando toda suerte de polémicas. El centro, adscrito a la Universidad Complutense, ha expulsado a varios residentes que profirieron gritos e insultos machistas a las estudiantes de otro colegio mayor. Al tiempo, está identificando a los otros implicados para proceder a su expulsión. Mientras tanto, algunos estudiantes del colegio mayor, gestionado por la orden de los Agustinos, han hablado con los medios explicando que algunos de los que participaron en el suceso están "en el fondo, arrepentidos".
Hasta aquí, la repercusión pública. ¿Y en casa? ¿Cómo podemos revertir algo así? De puertas para adentro, se puede generar un debate sereno del que saldrán conclusiones relevantes. ¿Cómo? La psicóloga Lara Ferreiro comparte las principales pautas.
"Como son temas delicados, hay que planificar primero qué queremos hacer y escoger el momento", asegura la experta. Y no vale cualquier modo. "Lo mejor es aplicar el método sueco, hablarlo de manera individual. Cuando tenemos hijos o hijas de diferente edad, hay que hablar por separado. Lo mejor es estar en su habitación y preguntarle qué piensa respecto al hecho; en este caso, los insultos machistas", explica Ferreiro.
Además de dónde importa también el cuándo. "El momento bueno es cuando estén receptivos, que no vayan a salir y puedan dedicarnos atención", señala. Es importante que tengan una buena disposición; es decir, debemos evitar hablar con ellos si hay alguna decisión pendiente (y puede ser conflictiva) o si estamos en la resaca de una polémica anterior.
Después de la conversación individual, viene el debate familiar. "Las cenas puede ser un buen momento. Tienen que estar todos los miembros de la familia y aprovechar que ninguno de los hijos va a salir. No es bueno obligarles a que estén o impedirles la salida por ese debate". El objetivo es lograr es esa buena disposición que propicie la comunicación porque lo importante es que los miembros de la familia realmente compartan sus opiniones y su estado anímico.
Para empezar el debate, nada mejor que coger la actualidad al vuelo. "Se puede empezar preguntando si se ha visto el vídeo y qué piensan de eso. Lo ideal es de ir de una comunicación abierta, genérica, para ir afinando. Es importante dejar hablar a los hijos y acabar con preguntas más cerradas. ¿Cómo te sentirías tú si fueras la insultada o si una de las insultadas fuera tu hermana?", afirma Ferreiro, quien sugiere cerrar el debate con un premio, algo que haga disfrutar a toda la familia junta.
Debatir en familia puede ser algo infrecuente en algunas casas. No es raro porque muchos debates que comienzan con buena intención terminan en forma de conflicto. Debatir, por tanto, puede generar algo de vértigo. Pero puede ser más fácil adoptando ciertas pautas. Para Lara Ferreiro hay cinco pasos que nos acercan a un debate sereno y productivo.
El debate de cualquier tema delicado va a desarrollarse de acuerdo al estilo de crianza de cada familia. "Hay cuatro estilos de crianza: el autoritario (padres que imponen); el autoritativo, el ideal: el democrático; el permisivo, donde los límites se borran y el negligente, también desde el punto de vista emocional. Por ejemplo, no dar abrazos o mostrar cariño puede ser negligente. Lo ideal es el estilo democrático porque el autoritario genera rechazo", afirma Lara Ferreiro
Además, la educación que hayan recibido los hijos es fundamental en este tipo de sucesos. "Los hijos pueden estar condicionados por sus iguales o por lo que han visto en el colegio. Seguramente, en el caso del colegio mayor habría alguien que querría destacar haciéndose el machito. Aquí hay que preguntarles a los hijos: "¿creéis que la manera de socializar es insultar a otras personas?". Tenemos que mostrar empatía hacia lo que pueden sentir las mujeres insultadas", señala la psicóloga.
Muchas conductas negativas o asociales podrían evitarse si alguno de los implicados, ya sea parte activa o pasiva, supiera decir que no. Conocer los límites entre lo que es o no es aceptable es fundamental, pero cada perfil de personalidad gestiona sus límites de manera distinta. "Hay tres perfiles: los ratoncitos que se callan; los delfines que dicen lo que piensan de manera asertiva y los leones, que se muestran muy agresivos", explica Ferreiro.
¿Qué implicaciones tiene pertenecer a uno u otro perfil? "A los ratones los demás los van a utilizar y al final se va a sentir mal consigo mismo porque no consigue poner límites. El delfín es lo ideal. El león va a hacer lo que quiera, pero va a sacrificar las relaciones sociales. A los hijos hay que preguntarles qué situaciones han vivido en las que les hubiera gustado decir que no y no lo han hecho. Lo mejor es hacer una lista y explicarles cómo actuaría cada perfil y cómo decir que no. Hay que descubrir que relaciones asociadas hay. Por ejemplo, pueden temer que si no hacen algo, les dejen de querer", resume la experta.
La escucha activa es básica si queremos llegar a conclusiones útiles para el futuro. No hay que olvidar que no estamos amonestando, sino educando. En ese sentido, es más interesante escuchar que imponer.
Sin embargo, la comunicación entre padres e hijos cambia según sean las circunstancias. Es distinto hablar con ellos de manera preventiva o hacerlo cuando sabemos que son parte activa de un suceso. "En ese caso, hay que hacerle preguntas muy abiertas. ¿Por qué lo hizo? ¿Cuál era el objetivo? No hay que juzgarle, pero sí preguntarle cómo se siente y cómo se siente ante las consecuencias. Si ese mal comportamiento tiene que ver con sus amigos, hay que plantearse esa amistad, ver si hay que continuar con ella. Y si vemos que no hay progreso, hay que recurrir a la ayuda profesional", concluye esta psicóloga.