El eterno dilema entre los padres, de si es conveniente o no ser sus amigos, representa muchas incógnitas para llevar a buen puerto esa gestión de la relación, máxime en la etapa adolescente. Ana Sierra, psicóloga y sexóloga, conviene que supone una gran tarea ser padres y que, por lo tanto, los hijos van a encontrar esenciales apoyos en esas figuras. Del mismo modo, la también comunicadora y escritora, autora de 'Felices por la vida' y 'Conversaciones sexuales con mi abuela' con el que pretende acercar la sexualidad a todos los miembros de la familia, ve imprescindible que los hijos se sientan arropados en el seno familiar.
El progenitor, padre o madre, como adulto y figura de apego se identifica con una edad, experiencia y bagaje en la vida. ¿Qué necesita precisamente y sobre todo en la adolescencia, el hijo?
Necesita escucha, comprensión, límites claros y espacio, aunque también saber que puede contar con sus padres, que estarán ahí y le querrán, aunque no le salgan las cosas como espera o si desea ser diferente a lo que esperaban, porque no es ni tiene que ser tal cual son sus padres. La adolescencia es una etapa de muchos cambios, necesidades, búsquedas y autodeterminación. Se podría decir que se vive una 'crisis' de identidad donde se cuestiona quién es, qué lugar ocupa en el mundo, su mundo, y cómo relacionarse con él y el contexto. Para conseguir esa información pone a prueba al entorno, sobre todo a su familia.
¿Considera usted que un hijo en la adolescencia puede perder un poco la visión respecto a los roles que han de tener sus padres y los que ellos verdaderamente quisieran?
Por supuesto, aunque creo que son los padres quienes tienden más a perder sus roles, pensando que así se acercarán más a sus hijos, confiarán más en ellos o será más fácil gestionar esa etapa. Pero, ser amigo de tus hijos no asegura nada, sino que suele generar inseguridad, desvinculación, tristeza y enfado. Es habitual confundir querer con no marcar límites ni respetar los roles, necesarios para otorgar seguridad sin agobiar ni ser sus amigos.
Si es el hijo quien considera que sus padres son amigos, los adultos han de explicarle que, aunque jueguen, se rían o compartan aficiones, no lo son. Su relación es mucho más que una amistad, son educadores, no 'educastradores' y su apoyo es incondicional, aunque existan normas que hay que cumplir.
¿Los chicos suelen confundir en su etapa adolescente el poder comunicarse abiertamente con sus padres y pasar el límite de progenitor a amigo?
Es muy habitual pues hay una necesidad bio-psico-social de crecer y convertirse en quien uno es. Retar y poner al límite a sus progenitores es una forma de tantear su poder y capacidad de conseguir objetivos, de igual modo, de medir cuánto importa a su familia y sentirse protegido y respetado. Esto no significa que sea de una manera violenta, se puede hacer de manera sutil y calmada.
Aunque la imagen del adolescente sea de incoherencia y capricho, su reacción en esa etapa suele ser bastante coherente con lo vivido hasta entonces. A veces, el caos es muy coherente para el menor. En la adolescencia hay un cambio mayor, pero desde bien pequeños intentan descubrir hasta dónde pueden llegar. Es su forma de aprender límites.
Respecto a la autoridad, ¿cómo puede un padre/madre ejercerla de un modo positivo?
Hablando, explicando, con paciencia y marcando límites desde el amor y la comprensión, sin expectativas, pero sí motivando y permitiendo que los hijos elijan y, además, cometan errores. Los padres enseñan a decidir, quererse, protegerse y amar sanamente. Esto sería lo ideal, aunque la mayoría de los progenitores no lo han aprendido previamente, por lo que suele ser complicado que lo transmitan si no entienden que hay una necesidad y se forman.
Los padres no tienen que esperar a la pubertad o adolescencia para trabajarlo. Resulta una labor desde el nacimiento, incluso de antes. Hay que aprender, leer mucho y acudir a profesionales si se notan carencias, que, desde luego, todo el mundo las tiene. De los dos hasta los cuatro años, hay una etapa muy similar a la adolescencia, salvando las distancias. Se denomina 'adoslescencia' y puede ser terrible para las familias, pues creen que les han cambiado a su pequeño. Se trata de una crisis de identidad (no son rabietas, es más potente y duradero). Esto evidencia que el vínculo madre/padre e hijo, se construye desde el inicio. Si se ha trabajado desde entonces, es extraño que los hijos vivan los límites como comentas, y si lo viven así, habrá que preguntarle por qué y expresar, también, para qué se marcan.
Los padres que no gestionan esto bien creen que siendo amigos se soluciona todo. Y, claro es más sencillo ser colega sin asumir la ardua responsabilidad que supone ser padres.
¿Qué es preciso para que la relación de respeto entre progenitores e hijos sea de respeto en ambas direcciones?
Amor del bueno, incluiría la paciencia, aunque quien ama bien, la tiene, al igual que la escucha, el respeto y la autocrítica.
Ser padre/madre significa ser un referente, un modelo para los hijos. Los jóvenes se sienten comprendidos por sus amigos, su grupo de iguales, ¿pueden no llegar a sentir nunca eso en la adolescencia con sus padres?
Que sean modelos no significa que sean perfectos ni infalibles, es más, idealizar nunca fue sano. Entender que nuestros padres son humanos, se equivocan, piden perdón y perdonan, es mucho más enriquecedor que ser un modelo a seguir y mucho mejor modelo a seguir. No obstante, no han de seguir a nadie, admirar sí, pero no ser las personas que admiran. Los chicos han de crear su propio camino, conocerse para saber quiénes son, qué desean y seguir su propósito de vida. Los padres han de transmitir eso, no sus propias expectativas y 'deberías'. Ser un referente es ser un buen líder; estos nunca son autoritarios, salvo que la vida de sus hijos peligre.
¿Recomendaría expresar los problemas de adultos al hijo como un tú a tú entre amigos? ¿Pueden sentir estrés frente a esas situaciones?
En términos generales diría que sí, pues saben que sucede algo y si se les excluye no se sienten parte de la 'tribu'. Eso que puede generar desengaño y rechazo a la misma por no creerse queridos. Pero, hay que adaptar el mensaje a su grado de madurez y ver cómo se enfoca el tema en cuestión.
Lo que nunca hay que hacer es responsabilizarle o hacerle sentir que tiene que 'portarse bien' para que todo funcione correctamente. Esa es una responsabilidad demasiado grande e irreal a su vez.
Los jóvenes, por supuesto que pueden sentir estrés frente a esto y la expresan emocionalmente, con tristeza, ira o alejamiento, como los adultos, pero con menos habilidades, en principio, como es lógico. No podemos pedir a la infancia ni la adolescencia que gestionen bien situaciones que ni nosotros, como adultos, sabemos cómo gestionar ciertos momentos.