¿Y si es mi hijo el que hace bullying a otro compañero en el cole?
A raíz del aumento del acoso escolar es importante hablar del compañero que infiere daño emocional o físico y de lo que puede haber detrás de esa conducta
Como padres y desde la responsabilidad, debe tenerse especial atención a actitudes y mensajes que se envían y que el hijo recibe
Oriol Julià Aguarón, educador y formador, explica cómo afrontar si tu hijo es el que acosa en el colegio
La sociedad está cada día más concienciada con la tremenda lacra social que es bullying o ascoso escolar, aunque continúan percepciones que han de desterrarse. Somos conocedores de más campañas y más visibilización. Frecuentemente se hacen públicos duros casos a través de las redes sociales o los medios de comunicación de niños que sufren acoso en sus colegios. El que se produzca esa situación supone que exista una persona que padece el acoso y otro que lo ejecuta. Los expertos aseguran que hay que seguir en esta lucha.
“A raíz del aumento del acoso escolar en los últimos años, y de la gravedad de las consecuencias, es de vital importancia que los agentes educativos se formen para tomar medidas directas en los centros escolares. De lo contrario, la acción se repite y se acaba deshumanizando el grupo, afectando a su salud mental, física, regresión a nivel social o, incluso, puede llevar a comportamientos de riesgo vital”, explica el Grupo de Investigación Adolescencia, Violencia y Educación (GRIAVE) de la Universidad Internacional de Valencia (VIU)
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Es también muy necesario hablar de la persona, del niño o adolescente, el compañero que infiere daño emocional o físico a otro y de aquello que puede haber detrás de esas conductas. Como padres y desde la responsabilidad, debe tenerse especial atención a actitudes y mensajes que se envían y que el hijo recibe.
Darse cuenta de que el hijo ha entrado en rol de agresor
Oriol Julià Aguarón es presidente de Equipo SEER y cocreador y presidente del programa y plataforma PDA Bullying. El, además, educador y formador, acompañante en el desarrollo socioemocional de personas y equipos, contesta a diversas cuestiones que puedan plantearse aquellas familias cuyo hijo pueda verse inmerso en una situación de acoso escolar, donde él tenga el rol de agresor.
Pregunta: Como padres se puede pensar que un hijo (niño o adolescente o joven) nunca va a verse inmerso en una situación en la que dañe a un compañero en el ámbito de la escuela. ¿Cómo logra un progenitor enfrentarse a esa idea? ¿Puede un niño o joven llegar a perjudicar física o psicológicamente a otro porque sí, sin que existan ciertos motivos detrás?
Respuesta: Existen, en general, en todas las personas, filtros en cuanto a valores y educación, también en cuanto al ámbito emocional. A los jóvenes que acosan a otros les falla uno o los dos filtros. Lo más importante en estos casos es darse cuenta de que el hijo ha entrado en rol de agresor y no es un agresor; tampoco se quiere como familia que lo sea. Si ha entrado en ese papel, puede salir. Hacer daño supone la existencia de un dolor detrás y hay que averiguar el origen de esa violencia para poder trabajar. Los niños o jóvenes pueden sufrir y sustituir carencias de alguna manera y es necesario ir a ese punto. El rol de agresor tiene diferentes perfiles y el implicado distintas causas que lo llevan ahí y como punto en común, la mayoría tiene la experimentación del poder detrás.
P: ¿Qué diría usted como educador que sería una actuación poco acertada por parte de las familias una vez conozcan la situación que está afrontando su hijo?
R: Como padres lo harían mal si se ponen a luchar contra del centro educativo. Sí entiendo que a nadie le guste que digan que su hijo es un agresor. Como profesional recomiendo en los centros educativos que digan a las familias que el niño o adolescente tiene unas cualidades increíbles, pero que las está enfocando hacia un camino que nadie desea, ni el colegio, ni ellos como padres. Y ese sería un buen punto para que el centro y la familia comenzasen a trabajar juntos.
La familia no puede tomar una posición de defensa respecto a su hijo, sí averiguar qué le sucede. Sin embargo, no se puede obviar que el que el joven esté en ese rol supone una posibilidad de que en el entorno familiar exista un modelo educativo X, violencia doméstica o de género en su casa o que el hijo tenga mucho acceso a violencia sin ser sus progenitores conocedores de ello. Tras esto, la familia puede tener un sentimiento de culpabilidad.
No criminalizar al niño ni criminalizarse como familia
P: ¿Qué pueden hacer los padres frente al sentimiento de culpabilidad por lo que hace su hijo?
R: La familia se pone a la defensiva cuando les dicen que su hijo es un agresor y lo que pretenden es disculparse alegando que no han hecho todo mal. El objetivo tiene que ser no culpabilizar al niño o joven, no criminalizarle y no criminalizarse uno mismo como progenitor. Esto es claramente un indicador y si la escuela ha llegado a tiempo, cuando no existe todavía algo grave, puede verse como una oportunidad para acabarlo a tiempo.
Está demostrado por diferentes corrientes terapéuticas que cuando el niño crece, lo que le sucede siempre tiene relación con sus padres y su infancia, con algo que ellos han hecho. Tu hijo cuando tenga 20 años tendrá un problema X y el origen estará en los padres, así que la mejor postura es asumirlo. El 80% de personas que hacen terapia lo hacen por heridas familiares. La actuación de un padre o de una madre cierto día, una jornada donde pueden llegar a perderse los papeles, va a generar heridas en el hijo y este, de mayor necesitará un trabajo a nivel personal para reestablecerse.
P: ¿Qué procedimiento se debe llevar a cabo con el hijo con rol de agresor?
R: Si entra en ese rol lo conveniente es pedir ayuda y trabajar con un terapeuta o un psicólogo las heridas para recuperarse. Nosotros como equipo, SEER, vamos al fondo de todo. Creemos en el triángulo de la personalidad: en el vértice superior va el comportamiento y en la base se encuentran la parte mental y la emocional. Si han fallado los filtros mentales y emocionales, existe cierta cultura, valores, tendencias y un estado emocional que sostiene el bullying. El rol de agresor se sitúa en la punta y se mira qué ha estado pensando el chico, los valores, sus carencias... y se buscan vías para ver cómo poder contrarrestar esos aspectos y cómo sustituirlos para que alteren el resultado final.
En ese planteamiento lo ideal es combinar sesiones individuales con el joven con alguna con la familia. En mi experiencia, en las sesiones con chicos con roles de agresor no es habitual que forme parte la familia, sí más cuando se da un rol de víctima. Hay que pensar que con la familia se puede revictimizar al niño o adolescente, con la mirada, con las palabras... y entonces para él es más complicado salir. No obstante, resulta crucial el trabajo con la familia. Ellos pueden estar en un punto de negación bien por ser una familia más desestructurada o porque no exista esa necesidad y no es tanto un trabajo emocional.
P: Respecto a sus compañeros, ¿qué pueden hacer ellos?
R: Hay que tener en cuenta lo que ha movido al chico a hacer lo que ha hecho. Si tiene una carencia emocional, necesita una alternativa para curar de otro modo. Si ha sido por la experimentación del poder, es preciso un trabajo para que el empoderamiento no lo lleve a cabo como lo hace.
En el caso de que sea porque quiere destacar a nivel social y ganarse el respeto de sus compañeros hay que hacerles ver a todos que el respeto es otra cosa e intervenir para que no aprueben la violencia y que le muestren respeto y admiración cuando realiza otro tipo de actos.