¿Por qué hay que dejar que los hijos se equivoquen solos?
Dejar que los hijos cometan errores cuenta con el beneplácito de psicólogos y expertos
Cuando no permitimos que los hijos cometan sus propios errores, estamos impidiendo que se enfrenten al mundo, la mejor escuela para los futuros adultos
El fracaso forma parte del aprendizaje y de cualquier historia de éxito
"¿Le dejo que se equivoque y se pegue un disgusto o intervengo?". Esta frase, modulada de distintas maneras, forma parte de la experiencia de la crianza y se formula de manera más intensa durante la adolescencia. Intentar mantener el equilibrio entre su autonomía y nuestra protección es un buen tip, pero es difícil de llevar a cabo. Dejarles que se equivoquen de manera deliberada también es otra apuesta arriesgada. Sin embargo, cuenta con el beneplácito de psicólogos y expertos. ¿Por qué? Hay cinco razones que apoyan el derecho a la equivocación.
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Incentivar su sentido de la responsabilidad y su capacidad de acción
Si intervenimos cuando vemos que se acerca la equivocación, el mensaje que mandamos a nuestros hijos es que no son capaces de hacer cosas por sí mismos. Esta es la conclusión de una investigación en la que se compararon dos estilos de crianza: el controlador y el que fomenta la autonomía. Los investigadores comprobaron que, cuando sus madres no estaban presentes, los niños con progenitoras que propiciaban la autonomía intentaban intentaban cumplir con sus responsabilidades, aunque no pudieron hacerlas. Por el contrario, los niños con madres controladoras tenían dificultades para empezar y acabar la tarea.
Tolerar la frustración
Cuando no permitimos que los hijos cometan sus propios errores, estamos retrasando que se enfrenten al mundo. Cuando lo hagan, su frustración será aún mayor, ya que su desconocimiento del mundo real será muy grande. La consecuencia es que serán poco autónomos. Por otra parte, si no toleran esta crisis pueden deprimirse o desarrollar algún tipo de fobia social, incluso relaciones de dependencia en la vida adulta.
Fomentar la iniciativa
Para dejar de depender de nuestros progenitores es importante disponer de una base de seguridad y confianza. Cuando a persona siente que puede hacer las cosas, está preparado para hacerlas por sí solo, pero el proceso requiere aprender ciertas competencias: saber que habrá errores y que no ocurre nada. Siempre se puede empezar de nuevo. El fracaso forma parte del aprendizaje y de cualquier historia de éxito. Lo primero es, por tanto, estar preparado para llevar la iniciativa; y, en caso de error, no hundirse, sino aprender qué nos ha llevado hasta él y superarlo.
Evitar la dependencia emocional
El ejemplo, cada uno de nuestros actos, está mandando un mensaje a nuestros hijos. Cuando sobreprotegemos a un hijo para que no cometa errores estamos convirtiendo el error, el fracaso y la frustración en algo que debemos evitar a toda costa. Y no es así: forman parte de la vida y hay que saber gestionarlos. Por otra parte, les estamos diciendo a nuestros hijos que pueden delegar todos esos momentos menos positivos. Estamos creando seres dependientes y proclives a la ansiedad. ¿Cómo reaccionarán ante un problema serio cuando no tengan a sus padres cerca?
Desarrollar recursos
La última razón para dejar que los hijos se equivoquen sin que los adultos intervengan es hacerles que desarrollen recursos ante las dificultades diarias, algo fundamental para la vida adulta. Por eso, los psicólogos y pedagogos recomiendan fomentar la autonomía de los hijos de distintas maneras. Siempre hay que pedirles cosas proporcionadas a su escala madurativa y a su edad: pequeñas responsabilidades domésticas, recados...
También hay que dejarles expresarse, sobre todo cuando estamos con su profesor, en el médico o en reuniones familiares. De esta manera consolidaremos su autonomía y su autoconfianza. Y si hay alguna discrepancia, nunca debemos dramatizar. Gestionar la frustración nos hace crecer y ser más fuertes, por eso debemos dejar que nuestros hijos, pequeños o mayores, la experimenten.