El 15 por ciento de algo puede ser mucho o poco. Depende de lo que estemos midiendo. Si se trata de la felicidad, el porcentaje parece enorme. Ese es el ratio exacto que nuestra casa aporta a nuestra felicidad, según Meik Wiking, director ejecutivo del Instituto de la Felicidad de Copenhague y autor de 'Hygge Home' (Libros Cúpula), un tratado para lograr hacer de nuestra casa un lugar más acogedor, amable y, sobre todo, conectado con las personas que queremos. Para ello, el autor compila consejos prácticos basados en el 'hygge', un valor de la filosofía danesa que nos invita a disfrutar de las pequeñas cosas, creando espacios y atmósferas reconfortantes.
¿Pueden nuestras casas hacernos felices?
Sí, nosotros damos forma a nuestras casas y ellas nos dan forma a nosotros. Impactan en cómo nos sentimos y en cómo actuamos. En el Instituto para la Investigación de la Felicidad hicimos un gran estudio entre más de 13.000 personas de 15 países, entre ellos España, sobre la conexión que sentían en sus hogares. El resultado fue que el 15% de la felicidad que sentimos está influenciada por nuestra casa, y esa sensación creció aún más con la pandemia, cuando pasamos más tiempo en casa.
¿Hay algún tipo de diseño que nos procure bienestar?
Sí, claro. Por ejemplo, es importante entender cómo impacta la luz en nuestro ánimo, sobre todo si nos encaminamos al invierno, y aplicarlo en el diseño de nuestra casa. Pero el diseño no tiene que ver solo con los muebles. Es lo que convierte una casa en un hogar; así que mi libro ('Hygge Home') habla sobre cómo conectar la casa con nuestros seres queridos, cómo tener mejores conversaciones y cómo tener cenas estupendas con la familia.
¿Puedes poner algún ejemplo?
Sí, por ejemplo, poner velas para cenar. En mi primer libro ('El libro del Hygge') escribí sobre la importancia de las velas en el hygge para desestresar. Después, un lector me dijo que se había comprado unos candelabros para poner a la hora de la cena y que sus hijos se habían reído de eso. Pero, poco a poco, eso se convirtió en un ritual. De repente, las cenas familiares duraban 15 o 20 minutos más porque la familia hablaba más. En vez de lanzarse sobre los platos para comer, se contaban cómo les había ido el día. Esto es solo una anécdota, pero es la muestra de cómo una simple vela puede interactuar en el clima familiar. No creo que las velas puedan salvar al mundo, pero sí hacer de las casas lugares más hyggelig, más amable y acogedor.
¿Por el contrario, puede haber diseños que nos perjudiquen?
¡Por supuesto! Por ejemplo, si pones una televisión en la habitación de tu hijo de siete años, a los 11 tendrá un 25% más de probabilidades de tener sobrepeso.
Si nuestra casa puede ser el espejo de cómo nos sentimos, ¿ocurre también al revés? ¿Nuestra casa influye en nuestras emociones?
Exacto. Nuestras casas y lo que les rodea sí que influyen en cómo nos sentimos. Seguro que vuestros lectores saben qué lugares les hacen sentir bien o mal. En algunos sitios, simplemente estamos bien y relajados. Yo mismo tengo un recuerdo de un momento hygge hace unos años cuando pasé con algunos amigos un fin de semana en una cabaña, en Suecia. Cuando el sol se ponía, como a las cuatro de la tarde, encendíamos el fuego y sabíamos que no veríamos el solo durante 17 horas. Y mantener el fuego era complicado. Estábamos cansados y medio dormidos, sentados alrededor del fuego con sudaderas enormes y calcetines de lana. Lo único que oíamos era el agua hirviendo y la madera crepitante de la chimenea. Alguien tomaba una copa de vino y de repente alguien preguntó "¿Puede ser esto más hygge?". "Sí, si hubiera una tormenta", contestó una de las chicas.
¿Es cierto que la luz y el espacio nos acercan a la felicidad? ¿Qué papel cumplen el orden, la limpieza y la organización de la casa? ¿Se puede ser feliz en una casa desorganizada?
Lo que sabemos por el estudio que realizó el Instituto de Investigación de la Felicidad es que lo importante no es el tamaño del espacio, sino lo ocupado o abigarrado que esté. Despejar el ambiente de trastos es una buena estrategia. O como digo en el libro: pre-despejar; una táctica sencilla que consiste en evitar traer cachivaches y trastos a casa. Y la falta de luz natural nos sitúa en un riesgo mayor de desarrollar síntomas depresivos.
¿Necesitamos mucho dinero para que nuestra casa nos haga felices?
No. En 'Hygge Home' trata precisamente de conseguir una buena vida con un presupuesto bajo. Tiene que ver más bien con la atmósfera, con estar con la gente que queremos, un sentimiento de que estamos en nuestro hogar, nos sentimos seguros y nuestra casa es un escudo protector del mundo que nos permite bajar la guardia.
¿Qué consejo nos das para mejorar nuestra casa sin gastar una fortuna?
El precio de los alimentos sube y, sin embargo, muchas familias siguen tirando comida. Por ejemplo, hay que saber reorganizar el frigorífico. Hay que tener una balda con la comida o los alimentos que debemos consumir en uno o dos días para evitar encontrar comida al fondo que ya no puede consumirse y que tenemos que tirar.
Si por falta de presupuesto tuviéramos que elegir una habitación para redecorar, ¿cuál elegirías?
La cocina. Invita a algunos amigos y familiares y cocinad juntos. Celebrad cenas y comidas familiares. Son los mejores ingredientes para vivir en una casa feliz. Los adolescentes que habitualmente cenan con sus familias tienen mejores notas, más habilidad para comunicarse, menos síntomas de depresión y un fuerte sentido de pertenencia familiar.
¿Reforzar los vínculos entre las personas es el objetivo de tu libro?
Mi deseo es que los lectores comprendan que la buena vida se construye con la conexión entre las personas, tener un propósito de vida y disfrutar de los placeres sencillos. Nuestra riqueza no se mide por el tamaño de nuestra cuenta bancaria, sino por la fortaleza de nuestros lazos, la salud de nuestros seres queridos y el sonido de un estofado cocinándose a fuego lento.