Lo peor de las fiestas que tenemos por delante es tener que ajustarse a su narrativa: familia, cenas, nostalgia, emociones o ese incierto espíritu navideño que se vuelve definitivamente insufrible cuando lo que toca es pasar la primera Nochebuena o fin de año divorciado y sin los hijos. Puedes salir corriendo o quedarte, pero si te quedas, que sea para innovar y encontrar un modo mejor de celebrar.
Pedro, de 51 años, lo ha conseguido y eso que la Navidad siempre ha sido para él un pretexto para reunirse, reencontrarse con familiares que viven lejos, compartir y recordar. Pero se divorció en julio, después de 23 años de matrimonio, y desde entonces pensar en estas fiestas le produce urticaria. "¿Qué hago? ¿Vuelvo al mismo escenario, la casa familiar de mis padres, pero sin mis hijos? Ni hablar", se pregunta y responde al mismo tiempo. Después de valorar algunas opciones, ha decidido romper por completo con la tradición. Pasará la Nochebuena solo y hará fiesta el día 25 con una gran cena de amigos. Esa noche del 24 la celebrará probando varias recetas con el robot de cocina que acaba de comprar. El desafío no le puede ilusionar más.
"Me ha costado dar ese paso -reconoce-, pero más me ha costado que el resto de la familia entienda y respete mi decisión. Pasar la noche solo no es traumático. Mis hijos son mayores, de 18 y 21 años, y les enviaré alguna foto con mis logros, si es que los consigo. Es importante que me vean ilusionado por algo que voy a hacer nuevo. Sería muy frustrante notar que sufren por mí, cuando realmente estoy bien y motivado". Para ambientar estos días y que el cambio no sea tan abrupto, Pedro ha decorado la casa como siempre, han visitado con los abuelos el mercadillo de la Plaza Mayor de Madrid, también como siempre, y han tomado un chocolate con churros espectacular. Recalca lo de "como siempre" porque en el fondo piensa que quizá va siendo hora de acabar con aquellas cosas que hace por costumbre y dejar solo las que realmente te hacen disfrutar.
La elevada tasa de divorcios en España -aproximadamente 90.000 por año, según el Instituto Nacional de Estadística- significa que quien no haya pasado su primera Navidad solo estará a punto o al menos conocerá a alguien en su entorno. Y cuando preguntamos cómo superaron ese mal trago, resulta que no siempre es tan amargo. Unos dedicaron su primera Nochebuena a darse un atracón de series. Y quien dice series añade algún acompañamiento de esos que te obligan después a hacer horas extras en el gimnasio. Arancha, periodista de 55 años, dice que, en su día, hace ya 16 años, amenizó la Nochevieja y el Año Nuevo con ‘Sexo en Nueva York’, una serie proscrita por su exmarido, bastante conservador. Y bien que se desquitó.
Otros organizaron un viaje para dar un giro total a la fiesta y hay quien cuenta que recibió tantas llamadas que cuando dejó el móvil ya le habían dado las claras del día. Entre todos, no falta quien lo celebró con padres, cuñados, hermanos y sobrinos, tratando de no caer en ese síndrome de la silla vacía. "Lo ideal es organizarse bien en pareja para que los hijos disfruten dos de esas fechas más marcadas con uno y las otras dos con el otro, sin percibir en ninguno tristeza o incertidumbre. Si conseguimos armonía, la sensación de ausencia seguro que será mucho más llevadera", aconseja Pedro.
Lo que parece claro es que serán unas Navidades para recordar. ¿Hay un modo más saludable que otro de hacerlo? Lo primero que nos aconseja el psicólogo Jesús Matos es cuidado con el optimismo. "Por mucho que nos empeñemos, no deja de ser una situación difícil y de duelo. Es una pérdida, una situación nueva, y habrá que entender que estar triste, irascible, nervioso o cualquier tipo de emoción que no sea alegría es perfectamente aceptable". La Navidad no es excusa para intentar bloquear esa emoción. "El boicot solo nos llevaría a rumiar, a pensar lo bien que estaríamos con nuestros hijos y todo ese tipo de bucle".
El psicólogo nos ofrece una especie de botiquín de primeros auxilios emocionales con los que emprender las primeras fiestas navideñas sin pareja y sin hijos, pero con ganas de dar rienda suelta a la imaginación.