El fallecimiento de un ser querido: ¿cómo acompañar al hijo en el duelo?

  • Suárez Gullón, pedagoga, enumera qué actuaciones no se deben producir por parte de los adultos

  • “La dura experiencia también ofrece herramientas al joven para que se enfrente a la vida”, clarifica Izarbe Lafuerza, experta en educación emocional

  • Según González Campos, psicóloga, hay que recalcar que la muerte tiene que ver con una cuestión física, donde el cuerpo deja de funcionar y el joven no debe sentir culpa

La muerte de un ser querido causa dolor, rabia, incomprensión o pena. Aun siendo conocedores de que la muerte es parte de la vida y que todos llegaremos a ese final, a los adultos les cuesta exponerlo y debatirlo con los más jóvenes. Cuando los padres protegen en exceso a los hijos, puede generarse un daño peor. Como aseguran los expertos, hay que saber afrontar este hecho “irreversible, definitivo y universal” y ayudar a afrontar. Seguidamente se evidencian las pautas necesarias por parte de varias expertas, en cuanto a la gestión como padre o madre por la muerte de un ser querido con el hijo. 

Paula Suárez Gullón, pedagoga experta en intervención social, directora de Positivando Gabinete psicopedagógico, asevera que, generalmente, los adultos procuran mantener alejado de la infancia y la adolescencia el concepto de muerte: “Puede ser por miedo a su propio sufrimiento o al de sus hijos, por protección, por evitar la tristeza o por no saber cómo afrontarlo. La realidad es que siendo un tema que incomoda, hay que preparar al entorno para facilitar el duelo, el entendimiento de lo que está sucediendo y las expresiones de dolor, tristeza, rabia y llanto ante la ausencia”. 

La experta explica que la edad y la personalidad del adolescente es vital para saber cómo abordar el momento de dar la noticia. Asimismo, recomienda al adulto no proceder con estas actuaciones: 

  • Expresar la pérdida de la persona fallecida en términos irreales dejando la puerta abierta a un posible regreso, como, por ejemplo, que se ha ido de viaje o se ha marchado a otro lugar: Se deja abierta una expectativa de regreso y cuando el joven sea mayor y descubra la verdad, aparecerán en él respuestas negativas y sentimientos encontrados ante el engaño, la mentira y la falta de confianza en sus figuras de referencia. 
  • Atender a las personas y sentimientos del entorno y no a la tristeza del hijo. 
  • Manifestar mucho dolor por parte de las personas adultas ante el recuerdo o evitar nombrar al fallecido, ya que esto inhibe a los chicos, no les permite situar su tristeza y pueden llegar a sentirse culpables por mantener sus recuerdos vivos o por el mero hecho de sentir y echar de menos
  • Centrar la vida de la familia en la ausencia, revivir constantemente la presencia y llegar incluso a cambiar hábitos de vida cotidianos. 
  • No atender al sentimiento de miedo ante el 'si me quedo solo' o me faltan mis padres. 
  • Alejar a los menores de la enfermedad de una persona querida o de una visita al hospital

La pedagoga revela que evitar hablar de la muerte con los hijos es un serio error. Por su parte entiende que los cuentos son recursos pedagógicos muy acertados para introducir la temática, favoreciendo el debate y contribuyendo a dar respuesta a cuestiones que surjan a los jóvenes. Por ejemplo, Birgit, historia de una muerte, de Gudrun Mebs (El jinete azul), para adolescentes. La protagonista enferma de gravedad y es ingresada en el hospital. Su hermana pequeña narra todo lo que sucede y cómo se siente hasta el fallecimiento de Birgit. 

Adaptarse a una nueva realidad 

Izarbe Lafuerza, experta en educación emocional, entiende que las personas que viven un duelo se están adaptando a una nueva realidad tras la pérdida del ser querido y es una experiencia dura, pero que fortalece al joven y le proporciona herramientas para enfrentarse a la vida y sus devenires. 

Al igual que los adultos, algunos adolescentes pueden tener sentimientos intensos y otros no mostrar apenas reacción hasta que trascurra cierto tiempo; algunos pueden mostrar agresividad y no pena. La profesional hace hincapié en, como padres, observar esas conductas, para poder ayudarles. Lafuerza subraya que, algunas de las siguientes reacciones (emocionales o conductuales) suelen ser las más comunes:  

  • Sentir confusión
  • Mostrar irritabilidad por sentirse abandonados.  
  • Ira o frustración. 
  • Sufrir agitación emocional: experimentar cambios de humor, estallidos de ira... 
  • Actuar con indiferencia. Negación tras el shock. 
  • Tener conductas de retroceso a fases ya superadas, como, por ejemplo, no querer dormir solos. 
  • Miedo a perder o a separarse de otros seres queridos. 
  • Culpabilizar a otros o a sí mismos de la muerte. 
  • Cambios en las conductas alimenticias o en los patrones de sueño, tener pesadillas, disminución del rendimiento escolar, juegos violentos, buscar a la persona fallecida... 

Para superar la pérdida del familiar o amigo, Lafuerza indica que el adulto debe cuidarse para acompañar al hijo convenientemente en el proceso de duelo y proporcionarle recursos que le beneficien en el nuevo tiempo que llega. También se le puede involucrar en rituales si desean participar y descartar expresiones como 'no llores' o 'debes ser valiente' ..., trasmitirle que cuenta con una red de apoyo sólida, mantener rutinas en casa y comunicar los cambios y crucial, colaborar con el personal del centro educativo para ayudarle. 

Esta experta añade que los padres han de observar si suceden avances en el hijo y si fuese preciso, ha de buscarse ayuda de un especialista. Por último, refiere que resulta oportuno lanzar un mensaje positivo como: 'Ahora estamos tristes, pero estaremos bien'. 

Normalizar las emociones y permitir una expresión libre 

Estrella Isabel González Campos, psicóloga general sanitaria, especialista en infancia y adolescencia, con formación en terapia familiar, perfila que hay que trabajar para desmitificar que el duelo debe tener una determina duración que hay que pasar, sino que cada uno debe vivirlo como considere y permitirse una expresión emocional libre. 

“Algo que siento de lo más esencial en el fallecimiento de un ser querido, es el proceso de buscar a la persona que va a comunicar la muerte al joven. Debe ser alguien cercano, de confianza, con quien el chico se sienta libre de manifestarse. Ese adulto, además, debe tener cierta capacidad a nivel emocional”, refleja esta profesional. 

Para la psicóloga, aunque es bueno expresar emociones delante de los hijos, en ocasiones hay que protegerles de situaciones traumáticas y no generar miedo por las emociones tan intensas que pueda tener el adulto. “Es apropiado favorecer el diálogo y ese momento vivirlo en un espacio donde el joven se sienta cómodo y no tenga ansiedad, como en el salón de su casa. Si el adulto no se ve capaz de responder a alguna de sus preguntas, es mejor ser sincero y claro y no mentir”. 

González Campos sostiene que al hijo se le debe exponer que la muerte ha sido una cuestión física, donde el cuerpo ya no funciona (al margen de ideas religiosas) y que las palabras, los gestos, un enfado previo con el familiar o amigo no ha tenido nada que ver en su muerte. “Al adolescente se le puede decir que en comparación con todo el tiempo que ha tenido con esa persona, una discusión, una mala palabra o gesto no es significativo, no ha tenido valor respecto a lo demás vivido”. 

Los hijos copian, por ello como adultos, hay que normalizar las emociones y hablarles con delicadeza. Como remate, la especialista en infancia y adolescencia certifica que, siendo conscientes de una previsible muerte en la familia, lo idóneo resulta informar y preparar poco a poco al joven.