El feminismo acapara estos días las conversaciones más vehementes en cualquier tertulia, medio de comunicación,o foro social. También en las familas. Y aquí, dada la cercanía entre quienes discuten, el diálogo se vuelve aún más entusiasta. Javier Andani, abogado experto en Derecho Penal y padre de tres hijos, de 18, 22 y 25 años, sabe que adoptar una actitud 'adultocentrista' a la hora de opinar solo le llevaría a ignorar cómo afrontan los jóvenes el feminismo. Prefiere, además de hablar, observar y escuchar, aunque la información que recibe no sea siempre de su agrado.
Se refiere, sobre todo, a sus observaciones como profesor en la Universidad de Valencia y a sus vivencias en los tribunales. "Estamos asistiendo a una vuelta hacia atrás -se lamenta-. La violencia de género entre los jóvenes está creciendo. Hay más actitudes machistas, más control por parte de los chicos y más conductas provocadas por los celos". Su percepción coincide con los resultados que arrojan algunos de los últimos estudios.
Unicef alerta de que el interés de los adolescentes españoles ante esta lacra es cada vez menor. Según un informe dirigido por el profesor de la Universidad de Sevilla Francisco José Rivera, mientras que en 2019 el machismo ocupaba el primer puesto entre las preocupaciones de los más jóvenes, ahora ha caído hasta la decimotercera posición. Las desigualdades de género, el machismo y la violencia machista inquietan más a las chicas; los chicos están desviando su atención a otros problemas, como la guerra en Ucrania o el ecologismo.
Uno de cada cinco adolescentes considera que el trabajo de cuidar a los niños debería ser hecho solo o sobre todo por mujeres y que solo o sobre todo los hombres deberían ser policías. Del estudio se desprende también su pensamiento mayoritario de que "ser dominante" o "actuar como un líder" es más propio de hombres, frente a comportamientos que califican más femeninos, como "expresar cariño abiertamente" y "querer lucir un buen aspecto".
Andani sospecha que algo no se está haciendo bien para que los estereotipos sexistas se estén perpetuando o incluso aumentando. Y apunta, en primer lugar, al hogar. "Hay un diálogo pendiente para erradicar el machismo y la violencia de género. Solo es posible si realmente en casa o en los centros educativos se enseña a identificar las conductas violentas y se fomentan los mismos derechos e idénticas aspiraciones laborales. Los adolescentes no son más que el reflejo de la sociedad en la que viven y de sus familias".
En su caso, asegura que el modelo patriarcal cayó en su familia en la generación anterior a él, con una madre que tomó las riendas del hogar. Ahora, casado con una abogada que ha crecido profesionalmente al mismo ritmo que él, sabe que los hijos absorben el modelo que tienen en casa y los valores con los que se crían. "La igualdad es absoluta y la educación paritaria. Lo aplicamos en el reparto de tareas, en la elección de estudios, en la forma de educar, metas profesionales, toma de decisiones. Todos compartimos esa manera de entender la igualdad y la educación con las mismas oportunidades. Cuando han empezado a tener relaciones de pareja, reproducen esos mismos criterios de respeto por encima de todo, independientemente del género".
En el punto en el que quizás sí ocurre más divergencia con los hijos es en el diálogo en torno a la diversidad en las relaciones de pareja más allá de las relaciones binarias. "Reconozco que me pierdo con los modos que existen ahora de identificación: género queer, fluido, sin género, etc. Todo es aceptable, pero he necesitado que mis hijos me lo expliquen. Ellos te van planteando nuevos conceptos que, a veces, incluso te cuesta entender. Escuchar su voz nos aporta flexibilidad a los adultos y creo que conseguir que ellos nos escuchen a nosotros también sirve para mostrarles una visión más serena y ayudarles a aspectos como identificar esas señales de abuso que pueden sufrir las mujeres en cualquier parte del mundo".
Por otra parte, Andani percibe que las generaciones más jóvenes tienden a juzgar a los mayores desde el rechazo al modelo preponderante hasta ahora, la pareja heterosexual. "Cualquier opinión o comentario lo reciben como si estuviésemos encapsulados en unos formatos que a ellos ya no les sirven. A veces les cuesta defender otros modelos sin descalificar la heterosexualidad. Los padres estamos dispuestos a rectificar nuestra retórica, pero no se puede invalidar nuestro pensamiento libre de estereotipos y prejuicios solo por nuestra forma de amar más convencional".
El debate, en cualquier caso, insiste en que es muy necesario y ayuda a recoger enseñanzas muy valiosas. "En casa hablamos de violencia machista, de cómo se reproduce el sexismo o la masculinidad hegemónica en algunos contextos y cómo concibe cada uno ese clima de absoluta igualdad, respeto y admiración de unos a otros". Como abogado y como ciudadano le preocupan esas conductas que observa en la calle en los grupos de edades menores a las de sus hijos. A una de cada cuatro adolescentes su pareja le controla el móvil, una señal que a menudo esconde otro tipo de coacciones y acciones violentas.
"Los estereotipos -asegura- están presentes y se ven agravados en muchas familias por falta de referentes y una escasa educación en igualdad y respeto. La conversación es más necesaria que nunca porque nos ayuda a todos a ver las cosas desde diferentes perspectivas, sin presión social, construyendo puentes entre generaciones y sin encasillarnos en tópicos. Deberíamos centrar cualquier diálogo en aprender a reaccionar y garantizar la protección de las mujeres amenazadas o sujetas a un machismo que les impide prosperar".