Adultos y jóvenes nos relacionamos actualmente por WhatsApp o redes sociales y vivimos pendientes del móvil: socializamos a través de él, lo usamos para organizarnos, para guardar fotos y momentos importantes a cualquier momento del día, también para distraernos.
Vicente Rico Ferrer (Valencia, 1976), coach certificado por la Asociación Española de Coaching (ASESCO) y formador en programación neurolingüística (PNL), explica que, si antes las personas quedaban presencialmente para compartir sus vivencias, los jóvenes sienten a día de hoy la misma necesidad a todas horas y pueden hacerlo de forma virtual. Conociendo los padres que sus hijos no disponen de la experiencia y madurez suficientes, deben ayudarles a lograr un equilibrio. Con su labor frente al proyecto Club Educando, comunidad online para familias, Rico quiere dar respuesta a diversas problemáticas entre los jóvenes. Asimismo, Rico publicará a finales de año el libro 'Aprende cómo motivar a tu hijo (o alumno)' (Editorial Divalentis).
“El privar a nuestros hijos adolescentes de un elemento que consideran importante de distracción y de evasión de la realidad, por lo tanto, impidiendo que se relacionen socialmente, puede llevarlos a iniciar síntomas de ansiedad y respuestas violentas”, asegura este coach.
Y explica que la ansiedad ha de entenderse desde un punto de vista emocional: “donde en los hijos puede surgir el temor a la pérdida de acontecimientos y eventos importantes, a la pérdida de roles o de su estatus social o inclusive a la pérdida del conocimiento de la actualidad que envuelve su contexto, con todos los posibles problemas que esto les pueda acarrear”.
Este coach educativo recalca que los jóvenes pueden sentirse agredidos o sobrepasados en los límites de su vida sintiendo como un derecho el uso del móvil y de ahí puede surgir la ira por restablecer -como indica Rico- el status quo de aquello que consideran justo y necesario en sus vidas.
El punto de inflexión de la preocupación de los padres o el punto de no retorno llega cuando detectan que esa circunstancia emocional se convierte en un trastorno profundo que se alarga en el tiempo, esto es, que el hijo o hija empieza a no tener la capacidad de gestionar su vida, sus respuestas, sus relaciones, su autoestima, su definición como persona y su contexto personal al margen del uso del móvil.
“Puede verse como algo normal que el adolescente se enfade o se ponga triste cuando como progenitores se les priva del uso del teléfono móvil, pero no lo es cuando eso deriva en violencia o agresividad hacia ellos”, expone Rico, quien añade que los padres tampoco pueden percibir como normal ni aceptarlo que el joven no sepa relacionarse con otras personas si no es a través del WhatsApp o las redes sociales.
El formador en PNL considera importante valorar la dependencia o principio adictivo del hijo al dispositivo para su desarrollo personal en su interacción constante con sus redes sociales o en el impedimento de hacerlo.
“Una parte esencial en el avance de la personalidad de nuestros hijos se realiza a través de la imagen que ellos proyectan de sí mismos en sus redes sociales. Esta imagen es lo que les impulsa y al mismo tiempo les ayuda a definirse dentro de un rol como miembros de su pequeña sociedad. La privación del uso del móvil, en muchas ocasiones, conlleva a esa falta de autogestión de sí mismo y una baja autoconfianza”, especifica Rico.
El también autor recomienda a las familias actuar para que los hijos adolescentes sepan definirse de forma independiente y que ni las redes sociales ni el móvil sean los únicos medios para tal fin. Asimismo, cuando noten que sus actuaciones o respuestas lleguen a sobrepasar límites considerados lógicos, lo conveniente es contactar con un profesional “para al menos, realizar una primera consulta con una opinión especializada”.
En lo que concierne a la prevención el fundador del Club Educando, aconseja a los padres tener en cuenta el contexto de inicio porque los jóvenes van muy por delante en el desarrollo y uso del mundo digital y probablemente muchos de los mensajes que los adultos les envíen no consiguen captarlos. “Podemos no llegar a entender toda la importancia que para ellos suponen los nuevos usos y las nuevas tecnologías para significarse socialmente”.
Rico pide a los padres que asistan a sus hijos adolescentes para hallar el equilibrio, donde logren interiorizar que el móvil es una herramienta que puede ser tremendamente útil, pero que también pueden fácilmente caer en el peligro de convertirse ellos en una herramienta para el dispositivo y que, llegado ese momento o deben darse cuenta ellos mismos o confiar en la experiencia y en el cariño de padres y madres.
“La mejor forma de poder trabajar esas situaciones es desde el acompañamiento cercano y constante a nuestros hijos, en su crecimiento y especialmente, en su aprendizaje en la vida. El uso del móvil por parte de nuestros hijos a ciertas edades es ahora mismo una necesidad de funcionamiento (de igual manera que para nosotros) y prohibirlo viene a suponer lo que es ponerle puertas al campo, es decir, una cuestión altamente improbable”, sostiene este formador.
El coach educativo subraya que el objetivo de las familias no debe ser el prohibir, sino enseñar a los hijos adolescentes en el conveniente uso y en el desarrollo de esa herramienta entre sus manos y en sus vidas, desde la conciencia de su importancia y al mismo tiempo de su peligrosidad.