Harvard quiere ayudarte con la vida familiar: el mejor modo de que tus hijos te cuenten (casi) todo
Las buenas conversaciones entre padres e hijos escasean, pero Rebecca Holland, investigadora de Harvard, da las pautas para evitar silencios incómodos
Para Rolland, las conversaciones relevantes procuran varios beneficios: el primero es que padres e hijos se sienten más unidos y llegan a entenderse mejor.
En una buena conversación, los padres deben ejercer como compañeros o guías, evitando las actitudes de expertos
Contárselo todo a los padres cuando somos pequeños, más que raro, es imposible. Y según algunos psicólogos, sería, incluso, indicio de que algo no va bien. Sin embargo, que haya un silencio insalvable entre hijos y padres tampoco es bueno. En el intento de establecer una conversación con los suyos, muchas familias acaban peleadas. Algo tan simple como hablar no parece tarea fácil.
Con esa realidad en mente, Rebeca Rolland, profesora de Harvard, terapeuta del habla y madre, ha escrito 'El arte de hablar con niños' (Planeta), un libro con consejos prácticos que hará que las conversaciones con los hijos no se reduzcan a monosílabos.
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Los beneficios de una buena conversación
Para Rolland, las conversaciones relevantes procuran varios beneficios. El primero es que padres e hijos se sienten más unidos y llegan a entenderse mejor. La empatía florece entre ellos. Esta conexión empática contribuye en gran medida a prevenir problemas de comportamiento y a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión de padres e hijos.
El segundo beneficio es que esta comunicación sirve para que niños y jóvenes desarrollen competencias que les serán útiles en la vida. Además de la empatía, los hijos, a través de este entrenamiento verbal, trabajan la confianza, la creatividad y la auto-imagen, la conciencia de sí mismos. Todas estas fortalezas van afianzándose en lo que Holland llama "conversaciones significativas".
El papel de los padres
Lo peor que puede ocurrir en una conversación entre padres e hijos no es no llegar a un acuerdo, sino que se pierdan las formas y se produzcan faltas de respeto. Para la experta, los padres deben ejercer como compañeros o guías de la conversación, evitando las actitudes de expertos u oráculos. ¿Cómo se hace eso tan difícil de acompañar? Siguiendo la línea de curiosidad de los hijos. Si su interés es el espacio, el cine o la música, podemos compartir con ellos lo que sabemos o dónde podemos encontrar el tipo de información que puede gustarle.
En aspectos más complejos, por ejemplo, la demanda de mejorar en los estudios o la necesidad de solucionar un problema con un amigo, lo mejor, según la investigadora de Harvard, es dejar que el propio niño o joven plantee sus ideas. No hay que intentar solucionarles el conflicto; de esta manera, favorecemos su independencia y su habilidad para resolver situaciones incómodas.
Conversaciones de calidad
Casi todos los padres se sorprenden de los temas de conversación favoritos de sus hijos. Pueden parecer temas menores, pero responden a su estado de ánimo y a sus necesidades en ese momento. En cualquier caso, mejorar las conversaciones familiares no es tarea imposible. Lo primero de todo es conocer a los nuestros: ¿en qué momento están más receptivos? ¿Qué situaciones favorecen más la apertura? Se trata de buscar la oportunidad idónea; puede ser ante su plato de comida favorita, antes de ver una serie, después de ir al cine o de practicar su actividad favorita.
En segundo lugar, debemos tener presente que una conversación siempre es una actividad bidireccional: las personas intervienen e interaccionan. En esos momentos, se puede pedir más información, indicarle algunas respuestas o algunas vías interesantes para él, siempre adaptadas a su edad y su estado. Los niños entenderán así que a sus padres les importa lo que les pasa y lo que tienen en su cabeza.
Mucho de pequeños, nada de mayores
Es lo habitual: los niños expresan mucho sus ideas de pequeños y dejan de hacerlo según van siendo mayores. Cuando son pequeños, todo es nuevo para ellos y muchas cosas ocurren por primera vez. Pensemos en un niño que acaba de conocer la nieve o que acaba de ver una mariposa. ¿Por qué se detienen al llegar a la adolescencia? Para la investigadora de Harvard, la clave es que centramos la atención en los adultos y en los 'deberías', lo que puede bloquear su curiosidad natural, reforzando la tendencia a tener razón en perjuicio del pensamiento creativo. Jugar y fantasear con lo que podría ser, a largo plazo, ayuda a ser creativo, una capacidad que puede ser muy útil en la vida adulta para la resolución de conflictos.
A lo largo del libro Rebecca Holland afirma que "los grandes conversadores no hacen, se hacen". Para hacer que nuestros hijos sean esos grandes conversadores, recomienda incentivar su curiosidad. Los niños tienen grandes ideas que pueden sorprendernos. Como padres, hay que preguntarse qué hay en su mente, en lugar de reforzar lo que ya sabemos. En opinión de la experta, debemos ser humildes y dar importancia a lo que piensan o sienten nuestros hijos. La compasión es otra competencia fundamental para confortarnos y confortarles cuando las cosas no van bien.