Poner límites a los hijos resulta una ardua tarea. Si a eso sumamos que se encuentren en la adolescencia, más todavía. Pretender que los hijos, que están en un momento de descubrimiento y necesidad de actuar por su cuenta, se abran a la hora de comunicar y se sientan cómodos, puede suponer con frecuencia, sentir inseguridad por cómo proceder y a la vez, no lograr discernir el punto medio entre el ser demasiado blandos o permisivos o, todo lo contrario, duros o autoritarios.
No debe impedirse la autonomía de los hijos, sino dejar lugar a la equivocación y posterior resolución. La también docente, fundadora de Infancia en Positivo y autora de 'Infancia en positivo. Guía definitiva para padres y madres en la educación de sus hijos' (Ediciones Toromítico) y 'Adolescentes. Aprende a descifrar su código', afirma que es importante inculcar a los hijos valores y normas y dialogar con ellos para que los jóvenes no se conviertan en chicos déspotas o con poca capacidad de actuación por sí mismos.
¿Hay ser más permisivo o más autoritarios con los hijos adolescentes? ¿Puede haber un equilibrio?
Dar a elegir a los padres entre ser permisivo o autoritario es como decirle a una persona que elija entre inhalar o exhalar; no se puede. Lo ideal es coger aire y, también, soltarlo. Lo mismo con la autoridad y la permisividad. Si somos autoritarios y caemos en el autoritarismo, estaremos provocando que los niños quieran rebelarse en algún momento o quizá convertiremos a los niños en demasiado dependientes de la autoridad, sin poca capacidad para tomar de tomar decisiones. Por el contrario, si somos demasiado permisivos, estaremos criando niños déspotas que pensarán que tienen derecho a todo y que no están sujetos ni a normas, ni a límites porque son merecedores de todo lo que reciben. Con lo cual, ni permisividad ni autoritarismo son extremos adecuados para educar. Lo ideal es un equilibrio entre la firmeza y la amabilidad.
¿Es bueno dejar que los adolescentes tomen decisiones y cometan errores?
No sólo es bueno, sino que es muy necesario si queremos que acaben siendo adultos responsables. Entonces, tienen que empezar a entrenar en la adolescencia. Además, en esa época se producen varios procesos, entre ellos el proceso de acción e individualización, es decir, necesitan formarse como personas que serán adultos y necesitan separarse de sus figuras de referencia. El sentir que son diferentes y únicos los llevará a tomar determinaciones que, en la mayoría de los casos, van en contra de las consideraciones de los adultos. Pero, el joven se sentirá mejor y más realizado fallando con una decisión que él mismo tomó que acertando con una que sus progenitores le han impuesto. Por lo tanto, hemos de permanecer a su lado para influirles, sabiendo que, en ocasiones, han de seleccionar por sí mismos y aceptar las consecuencias. Sin embargo, esto no significa dejarlos solos cuando estas últimas pudiesen resultar irreparables o que atenten contra su salud física, emocional o psíquica.
¿Por qué poner límites en los adolescente están importante? ¿Cómo se hace?
Poner límites a un niño es como poner paredes a una casa o poner reposabrazos a un sofá. Todos necesitamos sentirnos contenidos. Los límites y las normas dan a los niños estructura y desde que son pequeños necesitan ese orden, necesitan saber qué ocurre antes y qué sucederá después para poder predecir los cambios y empezar a hacer inferencias. Es una manera de desarrollar las funciones ejecutivas. Los límites que ponemos como padres ha de hacerse de un modo en el que se encaje con los hijos porque muchas veces se hace desde la imposición y entonces, y sobre todo en la etapa adolescente, los hijos se muestran disconformes.
Para poner límites a los hijos, los padres deben crear una buena relación con ellos desterrando el control, porque en la adolescencia no se les debe controlar. Además, han de cambiar el mando o la dominación por la influencia y esta se consigue pasando al asiento del copiloto. Es como si fueras la torre de control del aeropuerto que guía al avión, pero sin salir corriendo detrás de él.
¿Hasta qué punto ser flexibles?
No sólo pueden ser flexibles, sino que deben serlo. No existe otra manera. Cuando los niños son pequeños y venimos de un estilo educativo muy rígido, en la adolescencia comprobaremos que eso ya no sirve. De pequeños pueden funcionar ciertas amenazas” o chantajes como 'si no te acabas el bocadillo, nos vamos para casa '. No obstante, llegados a la adolescencia si los padres dicen a los hijos que el no aprobar un examen puede suponerles quedarse sin móvil un tiempo, probablemente les dé igual. Por este motivo, es preciso ser flexibles y trasmitirles el conveniente modo de ser y comportarse en la vida. Hoy en día se valora mucho la capacidad de resiliencia y el cómo uno se recupera de situaciones adversas.
¿Cómo tener una relación saludable con un hijo sin convertirse en su amigo amigo?
Recordando que el papel de los padres no es fácil que nada tiene que ver con el rol de amigo. Si uno ocupa el lugar que no le corresponde, el hijo quedará desprovisto de una figura esencial de referencia. Los hijos necesitan proveerse de la función paterna y de la materna, necesitan tener a alguien en quien fijarse y llegados a la adolescencia alguien con quien probarse y con el que verificar todo lo aprendido. No hay que olvidar, que la relación saludable con un hijo adolescente parte de una correcta conexión y empatía. Los amigos aportarán a los jóvenes el sentimiento de pertenencia, de igualdad y seguridad. Padres, no olvidéis lo que todos hemos necesitado y demandado cuando nos encontrábamos en esas edades.