Querer que tu hijo sea lo que tú no pudiste o el gran error: "Ojo con volcar en ellos la frustración"
"Los hijos pueden dejarse llevar por los deseos de sus progenitores y sentirse perdidos, no lograr identificar lo que de verdad quieren y sentir desmotivación y falta de determinación", explica Laura Sánchez von Bertrab, psicóloga clínica infanto-juvenil
Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia y adolescencia y psicoterapeuta familiar, asegura que en familias donde padres e hijos se encuentran en relaciones más desligados se permite un mayor grado de autonomía
La psicóloga sanitaria Aurora López refiere que cuando en el deseo y expectativas de los progenitores no hay flexibilidad podrían caer en una tendencia tóxica o narcisista, algo que perjudicaría a los hijos
En la sociedad actual se admira al padre o a la madre que anteponen a sus vástagos a otros asuntos en sus vidas y darían sin miramiento alguno todo por ellos. Pero esto puede ser un arma de doble filo, puesto que pueden llegar a exigirles que hagan o sean lo que ellos consideran, imponerles, llegando a unos límites que pueden resultar contraproducentes para su desarrollo personal.
Los psicólogos recomiendan no invadir, ni condicionar la vida de los hijos y no depositar en ellos los sueños frustrados, ya que eso puede conllevar invalidarlos personal y emocionalmente. En muchos casos, puede decirse que los padres buscan que se le juzgue en base a lo que son sus hijos. Si los hijos son buenos estudiantes, educados y respetuosos, los padres les están dando una buena educación. “Bajo esa premisa, se espera que esos hijos no fallen y que hagan lo que sus padres les dicen, muchas veces dejando de lado sus pensamientos. A esos hijos se les quita la posibilidad de creer en ellos”, manifiesta Laura Sánchez von Bertrab, psicóloga clínica infanto-juvenil.
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Privarles de oportunidades
Esta profesional afirma que, actuando de este modo, los padres les privan de poder valorarse y aprender. Los hijos pueden dejarse llevar por los deseos de sus progenitores y sentirse perdidos, no lograr identificar lo que de verdad quieren y sentir desmotivación y falta de determinación.
“Hay hijos que estudian Medicina porque su padre es médico, que practican fútbol porque su padre es entrenador, que hacen baile porque su madre nunca tuvo la oportunidad de ir a clases de ballet y le apasiona o que estudian negocios para hacerse cargo de la empresa familiar. Sin embargo, ¿realmente quieren hacerlo? Esa es la cuestión”, añade.
Sánchez insiste en que los padres llegan a poner toda su energía en alcanzar un fin que puede darse a medio o largo plazo, olvidando disfrutar y aprovechar el presente y, pese a que el resultado logre niños inconformes y posteriormente, adultos infelices.
La psicóloga apunta que el instigar a los hijos para hacer o estudiar algo que no quieren afectará negativamente a su desarrollo emocional. “Muchos hijos se sienten estresados queriendo cumplir las expectativas de los padres y los puede llevar a soportar estados de ansiedad o depresión”.
Como recomendaciones a las familias, la experta señala que:
- Si un hijo quiere dejar de practicar su deporte o cambiar de carrera, primero observe los motivos de esa idea, reflexionen juntos qué hay detrás y si definitivamente lo observa decidido y determinado, lo conveniente es orientarle, escuchar sus necesidades y ofrecerle escenarios diversos de las consecuencias de su decisión.
- No debe proyectar sus necesidades en los logros de su hijo: Acompáñelo, porque el no permitirle equivocarse o tomar sus propias determinaciones, supondrá la crianza de un ser obediente, pero sin empuje para enfrentar la vida que le venga.
- “Hemos de ser el faro de nuestros hijos, no el ancla”, revela.
Una herencia transgeneracional
Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia y adolescencia y psicoterapeuta familiar, expone que con frecuencia puede verse como los hijos resultan esa “oportunidad” para los padres de ver cumplido todo aquello que ellos no pudieron realizar y la Escuela Transgeneracional de la Terapia Familiar Sistémica explica esa herencia transgeneracional de los llamados mandatos familiares que van de una generación a otra.
La directora y fundadora del centro sanitario Psicólogos Pozuelo (Madrid) sostiene que los padres actúan normalmente con la mejor de sus intenciones y se esfuerzan (algo que les hace sentirse suficientes y conformes) para que a sus hijos les embargue la ilusión, el bienestar generalizado al cumplir ciertas metas y proyectos, aquello que ellos no pudieron por diversos motivos.
Una idea clave para la vocal de la Junta Directiva del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid es que si hay un desfase entre las expectativas de los padres respecto a las competencias de los hijos se generará un problema en el vínculo, esto es, en la relación parento-filial. “Esta situación puede abordarse, entenderse y resolverse desde un punto de vista terapéutico, aunque en otras ocasiones no. Los hijos desde pequeños buscan la mirada de aprobación y la validación de sus padres, entonces cuando no la logran, pueden sentir un sentimiento de deuda o deslealtad, de no haber cumplido aquello que haría felices a sus padres, pudiendo afectar en su salud mental, a su estado de ánimo, su autoestima, al desarrollo profesional...”.
Para Bermejo no se puede generalizar y depende del grado de pertenencia y de lo que cada hijo esté unido a sus padres y los límites que tenga, ya que, de estar más desligados, se les permite un mayor grado de autonomía en la decisión de sus habilidades, hobbies o desarrollo.
Equilibrio y flexibilidad
Aurora López, psicóloga sanitaria, directora de Más Vida Psicólogos (Málaga), explica que, en el caso de los padres, las expectativas y el deseo implican un modo de lograr seguridad y también una manera de dirigirles. Implica también una tendencia natural de protección y de amor desinteresado. “Pero, cuando esto no está en equilibrio y no hay flexibilidad, podríamos caer en una tendencia tóxica o narcisista por parte de los padres, que ya representa una necesidad del adulto de realizarse a través de su hijo".
"Nuestros hijos no son una continuación de nosotros ni un proyecto que viene a hacernos felices, por mucho amor que tengamos para ellos. Son personas diferentes, libres e independientes a nosotros y a nuestros deseos o frustraciones”, declara esta profesional.
Si los padres sienten que están presionando a sus hijos y no saben cómo estar para ellos de un modo más saludable, López aconseja:
- Asumir que se han perdido en esos deseos y se les ha atribuido injustamente una “vida predeterminada” hacia la que se les dirige.
- Analizar qué sienten, qué les hubiese gustado conseguir o hacer y cómo influye eso en la educación hacia sus hijos.
- Abrir un espacio de terapia para trabajar traumas, frustraciones y malestar y para ser más feliz personalmente como padre/madre y adulto y, a mayores, dirigir la forma en la que se enseña a los hijos en ese sentido.