Cómo hablar con tu hijo adolescente para que deje la marihuana: "No negar la evidencia"

  • La psicóloga María Magdalena Orosan manifiesta que los padres han de ser claros y explicar a los hijos que la marihuana no es una sustancia inofensiva y tiene consecuencias graves a corto y largo plazo

  • Las familias deben trabajar para que los adolescentes logren una buena capacidad de gestión emocional y no usen la marihuana como una vía de escape a sus problemas

  • Los signos que revelan el hábito del consumo de marihuna son cambios en el comportamiento o dificultades de atención

Le pillas con los ojos rojos y un poco desubicado. Te dice que tiene constipado. Pasa una, dos y tres veces. Empiezas a oler a tabaco con algo más. Y se deja abierta la mochila y ves una cajita sospechosa. Es hora de actuar y tener una charla con tu hijo adolescente, ¿pero cómo? ¿De qué modo no se peca de alarmista y a la vez de permisivo? ¿Dónde está esa línea, tan complicada a partir de cierta edad, en la que se deben poner límites y dejar espacio al mismo tiempo?

Según la Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES) del Ministerio de Sanidad, es decir, de chavales con edades entre 14 y 18 años, en 2022 el cannabis fue la tercera sustancia psicoactiva más consumida, por detrás del alcohol y del tabaco. El 28,6% de los estudiantes consumió cannabis alguna vez en su vida; el 22,2% lo hizo algún día durante el último año, y el 14,9%, algún día durante el último mes. Por último, el 1,6% se declara consumidor diario de cannabis o marihuana.

Tres de cada diez jóvenes españoles

Como indican estos datos, tres de cada diez adolescentes entre 14 y 18 años han probado esta droga. Así que el problema es extenso y tanto profesionales de la psicología como de la enseñanza lo saben bien. Los expertos consultados inciden en que hay que conocer de qué se trata y qué efectos ocasiona en el adolescente que fume marihuana. Como señalan: “Decir que no es tan perjudicial como otras drogas hace que jóvenes y familias no la teman tanto”.

La adolescencia es una época en la que los chicos quieren experimentar o transgredir, el error, como apuntan los profesionales es el consumo como 'vía de escape'. Será necesario que los jóvenes puedan contar con sus padres y frente a la falta de madurez emocional propia de la edad, se sientan contenidos y respaldados por límites. “Entre mi grupo de amigos es habitual fumar un porro de vez en cuando”, comienza explicando Eva, estudiante de 2º de la ESO. Continúa: “No quiero explicárselo a mis padres porque me darían una charla pesada y ya sé que no les van este tipo de actitudes. Creo que no hago daño a nadie, me lo paso bien un tiempo y no quiero que me agobien hablándome de las consecuencias y demás".

Remedios, madre de Xián de 15 años, entiende que la adolescencia es una etapa de "pico y pala” donde no se puede dejar a los hijos que hagan lo que quieran, sino asesorarles sin perder el control. “Debemos estar para ellos y no agobiarles con preguntas en formato interrogatorio policial. Están viviendo un momento de descubrimiento y queramos o no van a hacer lo que pretendan, pero hemos de darles información para que estén alerta”, destaca.

“Hemos de ser referentes y guías de nuestros hijos y entender que lo que vean negativo y no equilibrado en nosotros se lo aplicarán a su cotidianeidad y no les beneficiaría. Si el joven, además, tiene una baja autoestima o no sabe comunicar lo que le sucede, entonces la situación se complica", destaca Elena, tía de un adolescente de 13 años.

En cuanto al consumo de derivados del cannabis -los dos más conocidos son el hachís y la marihuana- entre los jóvenes entre 14 y 18 años, la psicóloga María Magdalena Orosan amplía los datos del ministerio de Sanidad y afirma que, aproximadamente el 40% ha consumido alguna vez y el patrón de consumo tiene mucho que ver con el grupo y el contexto en el que se mueven.

“Suelen fumar el primer cigarrillo a los 12 años, tras ello puede llegar el consumo de marihuana, entonces puede decirse que existe cierta vinculación de la marihuana con otras drogas: alcohol, tabaco y otras más ocasionales como el éxtasis o la cocaína. Los jóvenes buscan de inicio experimentar, rebelarse y ser aceptados socialmente”, asevera la experta.

Surtir de valores y hablar de consecuencias

Orosan, también sexóloga y terapeuta de pareja, incide en la necesidad de prevención y como padres apoyar a los hijos y proveerles de las herramientas adecuadas para que sepan procesar lo que sienten y les sucede de otro modo. “Iniciado el consumo, la situación se complica”, certifica.

Para hablar de prevención, la experta identifica algunas recomendaciones para los padres:

  • Ayudarles a superar sus problemas de relación con los demás porque de esta manera tendrán otro tipo de habilidades y menos inseguridades. Los animaremos a que se muestren tal y cómo son, a ser simpáticos, alegres, respetuosos o empáticos... y que se relacionen desde ahí y no desde el consumo para sentirse menos cohibidos.
  • Enseñarles valores, decirles qué está bien y qué no, creencias positivas que tengan que ver con la salud, con las consecuencias o los riesgos que conlleva la marihuana y que no es una sustancia inocua, sino que está asociada a riesgos cardiovasculares, perjuicios a nivel pulmonar o alteraciones en la función cognitiva... esto es, diferentes patologías tanto físicas como psíquicas.
  • Que los hijos se sientan escuchados, respetados y valorados. “Es importante que los padres revisen el clima en casa, el estilo de apego y que no sean padres autoritarios, que no nieguen la evidencia, pero que no normalicen el consumo de marihuana, tampoco el de tabaco y no sean ejemplo de ello”, apunta Orosan.

Como señala la experta, desde pequeños hay que hacer hincapié en lo positivo de tener hábitos de vida saludables, como alimentarse bien y hacer deporte. “Los padres han de trabajar en que sus hijos logren una buena capacidad de gestión emocional para que no lleguen a usar el consumo de marihuana como una vía de escape a sus problemas”.

Orosan avisa a los progenitores para que estén atentos a signos de consumo; entre ellos, si ha habido cambios de comportamiento en el hijo, si tiene otro grupo de amigos o presenta problemas de aprendizaje o atención. En caso de detectar alguno de ellos, hay que poner solución con especialistas.

Calma, bienestar y hábitos saludables

Que los jóvenes buscan nuevas vivencias y alcanzar sensaciones placenteras es una de las ideas esgrimidas por Beatriz Goich Salinas, psicóloga infanto-juvenil en el Hospital San Francisco Pucón (Chile), sobre el consumo del cannabis, en concreto de la marihuana. “En la época actual, los adolescentes están sobreestimulados por el exceso de pantallas y necesitan no advertir una impresión de vacío".

“El consumo de marihuana puede relacionarse con la búsqueda de bienestar, de plenitud, de relajación, pausa o de distancia respecto a lo frenético del mundo actual. Asimismo, también tiene que ver con formar parte de un grupo”, establece esta profesional.

Su trabajo en un hospital le ha permitido ver a muchos adolescentes hospitalizados por intentos de suicidio causado por un alto consumo de medicamentos para la salud mental. “Puede decirse que estos chicos necesitan desaparecer y no pensar más. Se sienten con tanta angustia que creen que ese el camino adecuado. El enlace con el consumo de marihuana indica que quieren que su dolor emocional se esfume y sentirse más felices y calmados”.

Goich explica que los padres pueden conversar con su hijo sobre un posible consumo de marihuana teniendo en cuenta las siguientes circunstancias: 

  • Observar su rendimiento académico, alimentación, sueño, estado de ánimo o si realiza las mismas actividades de antes.
  • La marihuana se asocia, en ocasiones, con la depresión en adolescentes. Por lo tanto, es bueno detectar primero si hay cambios emocionales en el hijo adolescente.
  • Acercarse al hijo en el momento oportuno, primero escuchando las razones del consumo. Luego, comentarles nuestra preocupación sobre su estado emocional y entregarles nuestro apoyo.
  • Ayudar al hijo a hallar otras formas de encontrar la paz y tranquilidad que necesitan, por ejemplo, a través del deporte, la pintura, la música...
  • Ofrecerle un espacio seguro de escucha y contención.
  • Buscar soporte en el profesional que corresponda si lo anterior no funciona, para que valore la situación y sugiera acciones a ejecutar.