"Mi gato no está bien": cinco comportamientos que afectan a su felicidad

Los gatos son animales muy susceptibles a los cambios en su entorno, son animalitos de costumbres, por lo que cualquier cambio pueden tener consecuencias directas en su comportamiento, pero, sobre todo, en su felicidad. 

Al contrario de lo que se opina, los gatos son animales sociales y afectivos, que necesitan estar en contacto con las personas, y les gustan sus rutinas habituales. Estos animales no experimentan ni expresan emociones del mismo modo que nosotros, ni siquiera de la misma manera que los perros felices expresan sus sentimientos.

Hay que desmontar mitos en relación a ellos, ya que nunca son rencorosos ni malos a propósito, pero sí pueden sentirse felices, tristes o enfadados. Como las personas, nunca hay dos gatos iguales cuando se trata de sentir y expresar sus emociones. Para estar atentos a sus señales, hay que saber que existen algunos signos universales a los que podemos prestar atención y que indican que nuestros gatos son felices y están sanos.

¿Cómo saber si mi gato está triste? 

  • Lleva la cola baja o la mueve violentamente en sentido horizontal: es indicativo de tristeza y de nerviosismo respectivamente, además de que puede haber detectado una amenaza y no sabe cómo liquidarla.
  • Tiene la espalda encorvada con el pelo erizado.
  • La vibración de la cola es constante.
  • Al dormir adopta una posición con las patas delanteras estiradas, por debajo del cuerpo: implica que no se siente seguro y relajado. 
  • Ha dejado de mostrar interés por el juego.
  • Rehúsa moverse.
  • Tiende a esconderse.
  • No desea interactuar contigo.
  • Ha dejado de acicalarse.
  • Presenta cambios repentinos de estado de ánimo. De pronto puede mostrarse inquieto, irritable o, todo lo contrario, apático y ausente.

Cinco comportamientos que le afectan directamente

  •  Miedo a otros gatos. Según un estudio de por el experto en comportamiento felino John Bradshaw, de la Universidad de Bristol (Reino Unido), las peleas entre gatos son muy habituales. “La causa de estrés más frecuente para un gato es el miedo a que su territorio sea invadido por otro felino, bien del barrio u otro que viva en su propia casa”, dice este científico.  En caso de la llegada de un nuevo mínimo al hogar es necesario hacer las presentaciones de manera adecuada para evitar peleas, el primer contacto debe ser gradual y más si se sienten reacios. Cuando llegue un nuevo habitante peludo a casa, merece la pena duplicar las atenciones. De este modo los gatos podrán comprender que vivir cerca de otro felino suma, nunca resta.
  • La llegada de un perro. La llegada de un perro a una casa donde ya vive un felino puede ser un motivo de estrés para el animal, en especial cuando no está acostumbrado a la convivencia con otros animales. Esto no significa que perros y gatos no puedan convivir y convertirse en uña y mugre, sino que hay que hacerlo con tiempo y tranquilos. 
  • Cambios en la casa o mudanzas. Cuidado con los cambios en el hogar y las mudanzas, los gatos son muy sensibles a los cambios en su territorio. Si viven en una casa, esto afecta de pleno a la vivienda. “Los gatos son muy sensibles a los cambios en su entorno; cualquier modificación puede convertirse en un motivo de estrés que perjudique su bienestar», asegura un extenso estudio sobre comportamiento felino realizado por la Universidad de Ohio. En caso de mudanza, las hormonas para gatos pueden ayudar, así como permitir al felino que explore con total libertad la nueva vivienda, la paciencia y el cariño son fundamentales. 
  • Ojo al arenero. Uno de los síntomas más notables de que convivimos con un gato estresado y lleno de miedo es cuando empiezan a utilizar mal el arenero. El miedo o la ansiedad es una de las principales causas de que un gato orine o defeque fuera de su arenero. Algunos, bajo los peligrosos efectos del estrés, orinan las paredes o los muebles de casa o dejan sus deposiciones fuera del lugar que se ha preparado para este uso.
  • No a los castigos. Los gatos, como los perros, son animales afectivos que pueden llegar a desarrollar lazos emocionales muy fuertes con los humanos con los que comparten su vida. Además, pueden ser educados, en contra de lo que muchos suelen pensar. Sin embargo, en esta tarea, el castigo no es un buen compañero.   Los gatos no responden bien a los castigos: en lugar de aprender qué no deben hacer, las represalias suelen conseguir que el gato salga corriendo, atemorizado. El castigo es estresante para el felino y genera nuevos problemas de comportamiento, en lugar de solucionar los propuestos.