Una noche, tu hijo adolescente vuelve a casa y te das cuenta de que está raro, enseguida te percatas de que ha bebido. Le mandas a la cama con la condición de que al día siguiente tenéis que hablar seriamente. Esa charla y las que tengan que irse repitiendo a continuación serán claves, al igual que tu comportamiento como adulto de referencia.
La frase de “hay que predicar con el ejemplo” adquiere un significado crucial pues los estudios al respecto demuestran cómo influye en los hijos el consumo de alcohol de los padres. Precisamente, en Uppers hemos recogido las conclusiones de un reciente trabajo realizado en Estados Unidos, que se publicó en la Revista de la Salud Adolescente en septiembre de 2023, bajo el título Asociaciones entre el consumo de alcohol por parte de los padres y el consumo de alcohol entre sus hijos adolescentes: resultados de una encuesta nacional de parejas entre padres e hijos en los Estados Unidos.
Los responsables del análisis, los investigadores Michele K. Bohm y Marissa B. Esser, del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta en Georgia (Estados Unidos), querían demostrar la relación entre la ingesta de alcohol en casa por parte de los adultos y el de los adolescentes de la familia.
El punto de partida fueron las encuestas SummerStyles y YouthStyles realizadas durante 2020 a 740 parejas de padres e hijos, que tal como explican los investigadores son “representativas de la población estadounidense no institucionalizada”. En una primera fase, los adultos contestaron a una serie de preguntas y, si correspondía, sus hijos de entre 12 y 17 años tenían que contestar a las mismas preguntas en una segunda tanda de encuestas.
El cuestionario hacía referencia al consumo de alcohol en los últimos 30 días y al consumo excesivo, que según citan los investigadores se considera cuatro “tragos” en las mujeres y cinco en los hombres en un par de horas.
A continuación, se clasificaron las respuestas de los padres en función de la asiduidad de la ingesta de alcohol, considerando frecuente entre 5 días o más al mes y a la semana; menos frecuente entre 1 y 4 días al mes; y no beber. Por una parte, también se diferenció el consumo excesivo por parte de los padres un día al mes frente a los que no ingerían alcohol excesivamente en una ocasión concreta. A los adolescentes también se les consultó si tenían costumbre de beber 1 día al mes o no beber.
Por otra parte, todos los participantes respondieron si estaban de acuerdo o no con la afirmación: “Es aceptable beber en exceso durante una ocasión social, como una fiesta, una boda o un partido”. Además, a los padres se les consultó si su actitud frente a un consumo excesivo de alcohol ocasional era permisiva y en caso afirmativo si estaban de acuerdo o totalmente de acuerdo en que a veces es aceptable.
Los resultados del estudio demostraron que el 6,6% de los adolescentes reconocieron haber consumido alcohol. Por su parte, un 53,8% de los padres informaron de que lo habían tomado en los últimos 30 días, el 27,2% informó que bebía con frecuencia (cinco o más días al mes) y el 26,6% que lo consumía semanalmente o pocos días. A su vez, el 35,3% de los adultos desveló que habían bebido en exceso y el 20,2% tenía una actitud permisiva hacia el consumo excesivo.
Tras cruzar los datos, quedó patente que el consumo de alcohol era “significativamente más prevalente entre los adolescentes cuyos padres bebían con frecuencia, bebían en exceso o tenían actitudes permisivas”. Otro dato que salió a la luz es que los adolescentes tenían aproximadamente cuatro veces más probabilidades de beber si sus padres bebían con frecuencia o en exceso frente a los adolescentes cuyos padres no bebían o sí lo hacían, pero no en exceso.
Según los investigadores, de las respuestas también se dedujo que los padres que promueven un seguimiento y una comunicación sólida con sus hijos adolescentes y que les apoyan emocionalmente, les proporcionan una respuesta efectiva frente al consumo de alcohol.
Igualmente proponen que el Estado debería promover estrategias que reduzcan la ingesta por sus evidentes y demostradas consecuencias negativas en la población a todos los niveles. Algunas de sus propuestas son incrementar los impuestos al alcohol, “hacer cumplir las leyes que prohíben la venta a menores y mantener límites sobre cuándo y dónde se vende alcohol”.
Los investigadores concluyen que “si los padres beben con menos frecuencia y evitan el consumo excesivo de alcohol, se podría reducir la probabilidad de que menores de edad beban y los daños asociados relacionados con la bebida”.