Todo tiempo pasado fue anterior: por qué no debes comparar a los boomers con la Generación Z
El politólogo Pablo Simon aborda la brecha generacional que comienza a sufrir la sociedad española
Las discusiones intergeneracionales son algo muy común. Escuchamos con frecuencia mención a los males y ventajas de tal o cual generación. Hablamos de cómo son los jóvenes de hoy en día, de si lo tienen más difícil o fácil que sus padres, de si vivirán mejor o peor que ellos. Por desgracia este debate está particularmente plagado de tópicos, a veces contra la gente mayor, pero muy particularmente en contra de la gente joven. 'Generación de cristal', 'Ok boomer'… Quizá las cenas de navidad sean el momento más abonado para ese intercambio, pero conste que medios e instituciones repiten los clichés con frecuencia. Ahora bien, en estos temas España es menos excepcional de lo que parece. Esta especie de 'guerras de generaciones' ha ocurrido toda la historia y en todas las sociedades.
Hay un mecanismo psicológico que lo explica. John Protzko y Jonathan Schooler publicaron recientemente un artículo en la revista Science que profundizaba en la razón: los seres humanos tenemos mala memoria. Hay una tendencia natural a que nos comparemos en el presente con la gente más joven, en especial en aquello que somos buenos, a través de la imagen distorsionada de cómo éramos a su edad.
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Todos tendemos hoy a recordarnos más listos, más disciplinados, más trabajadores de lo que (probablemente) éramos hace 20, 30 o 40 años. El resultado es que de manera inevitable pensamos que “antes” todo era mejor y que hay una decadencia inevitable. En la misma línea, Moinstroianni y Gilbert, también en Science, mostraron cómo esta mala memoria genera la percepción de que las sociedades van a peor, que hay una pérdida de valores morales. El engaño de la mente que nos hace recordar, erróneamente, que antes había mejores y más puros valores que en el presente.
Efecto del ciclo vital
Esta reflexión tiene una razón de ser y nos recuerda que es importante distinguir dos componentes de la edad. De un lado, lo que en ciencia social llamamos el 'efecto del ciclo vital'. Las personas cambiamos a medida cumplimos años. Es normal que cuando uno tiene 20 años quiera comerse el mundo y que cuando tiene 40 esté más aposentado. Esto pasa mucho, por ejemplo, con algunos comportamientos políticos.
Los jóvenes se abstienen más (en todo el mundo) simplemente porque no les interesa la política, no consideran que afecte a su vida. A medida uno paga impuestos, tiene que comprarse una vivienda o hacer su vida, la cosa cambia. Hay quien dice que incluso nuestra ideología cambia y con la edad nos volvemos más de derechas.
Lo cierto es que sabemos que eso no es así, lo que ocurre es que con los años nos volvemos más cabezotas. Por eso estoy seguro de que, pese a todo lo que he dicho en el párrafo anterior, habrá algún lector maduro a quien haya persuadido en absoluto y siga pensando que inevitablemente “vamos a peor”.
Efecto cohorte
Del otro lado, hay una cuestión diferente, que es el que llamamos 'efecto cohorte'. No sólo importa cómo cambiamos como el tiempo, sino las cosas que nos pasan cuando somos jóvenes. Esto es muy importante porque entre los 15 y los 28 años (aproximadamente) estamos en nuestros años impresionables.
Son los momentos que se está forjando nuestro carácter, nuestra manera de ver el mundo. Somos más moldeables y estamos acumulando experiencias que vamos a revisitar toda nuestra vida. Son ese periodo que siempre nos va a parecer que está más cerca en el tiempo de lo que está. Pues bien, lo normal es que muchas de las personas que se han visto impactadas por los mismos fenómenos sociales, tengan actitudes más similares (aunque cada persona sea un mundo).
No es lo mismo haber sido joven en la transición a la democracia, a mediados de los noventa o ahora, ni por la situación política, ni por la social o incluso el material. No es lo mismo haber sido joven cuando se empezaba a trabajar con 16 años que cuando se va a la universidad, cuando no había internet que cuando sí, y un largo etcétera. Estas sí, son las que llamamos generaciones.
Comparar jóvenes entre sí
Cuando se distingue entre estos dos efectos de la edad es más fácil ordenar cualquier discusión. No podemos comparar a los adultos con los jóvenes de hoy, sino si caso a los jóvenes de cada generación entre sí. Y con todo, la memoria nos jugará malas pasadas y tenderemos a fallar en contra de los jóvenes.
Quizá por eso hay que invitar a un poco más de generosidad cuando se habla de estas cuestiones. Cada generación ha tenido sus desafíos y lo importante es tratar de tener un debate ponderado sobre cuestiones que van desde la educación y el mercado de trabajo a nuestro estado de bienestar.
Somos un país que ha cambiado muchísimo en apenas 40 años y coexisten generaciones que han vivido momentos muy diferentes entre sí. De que seamos capaces de dialogar sin tópicos dependerá que podamos hablar de un futuro compartido.