Casi todos nos hemos preguntado alguna vez de dónde vienen nuestros apellidos y de qué manera empezaron a formarse. En gran parte, su origen es patronímico y toponímico; es decir, revelan el lugar de donde proviene la familia y la persona por quien la familia es conocida. Sin embargo, cuando las poblaciones fueron creciendo y los distintos grupos familiares y gremiales (los que integraban distintos gremios, como los herreros, los tejedores o los panaderos) fueron creciendo, se hizo necesario establecer ciertas reglas, como explica en el Instagram de @madridparallevar el gamer Daniel Utrilla.
Algo curioso de los nombres españoles es que tenemos dos apellidos: el de ambos progenitores. Pero en el inicio de las ciudades y de la clase ciudadana, no era así. El doble apellido surgió en la Edad Media entre las clases altas castellanas y se propagó desde el norte de Castilla hacia los señoríos vascos. No se llegó a extender al resto de la población del territorio hasta el siglo XVIII, pero esta tradición alcanzó su plenitud como uso generalizado solo puede afirmarse que se alcanzó a partir de 1850.
Tener los dos apellidos reconocidos implicaba que no se había nacido fuera del matrimonio y, por lo tanto, no se era hijo ilegítimo. En el caso de grandes patrimonios, los dos apellidos también significaba que no se renunciaba al linaje materno. En este caso, mantener los dos apellidos era importante para la supervivencia de cierta nobleza.
La costumbre se fue extendiendo también entre la población más humilde por razones prácticas. Con el uso de dos apellidos era más fácil distinguir a los trabajadores. A veces no era tan fácil conocer el apellido de los padres. Por esta razón, fueron proliferando los apellidos que hacía alusión al propio origen familiar (Hernández, hijo de Hernán; González, hijo de Gonzalo), al físico (Rubio, Moreno), al lugar de origen (de Toledo, de la Vera), a las profesiones (Herrero, Panadero), a gentilicios (Alemán, Catalán) o a nombres de plantas o animales (Pino, Vaca). Por su parte, la repoblación de los territorios reconquistados y la conversión de musulmanes y judíos al cristianismo en la Edad Media también ha influido en la etimología de los apellidos
El primer registro del que consta la aplicación de los dos apellidos fue el censo de 1857. Sin embargo, fue en el Registro Civil de 1871 en el que se insta al uso de los dos apellidos. Quedaba registrado así por primera vez por el Estado. Su aplicación por ley llegó con el Código Civil en el año 1889, cuando se reconoce el derecho de los hijos a llevar el apellido del padre y la madre.
En líneas generales, el primer apellido de un ciudadano español es primero el del padre y el segundo el de la madre. Sin embargo, es posible cambiar el orden. Desde 2017, el Código Civil, en su artículo 109 reconoce el derecho a que los progenitores de mutuo acuerdo determinen el orden de los apellidos antes de su inscripción en el registro civil.
Cuando los hijos alcanzan la mayoría de edad, pueden solicitar que se altere el orden de sus apellidos, una opción que suele hacerse para no perder determinados apellidos si los descendientes son mujeres.
La decisión no es compleja de llevar a cabo, pero sí tiene consecuencias para el resto de la familia: si la pareja en su primer nacimiento invierte el orden de los apellidos, este cambio se aplicará de forma automática al resto de descendientes de esa misma pareja.