Una manifestación es la expresión de algo o, en su segunda acepción, una reunión pública. El diccionario de la Real Academia, de momento, no ofrece la definición de un concepto cada vez más popular en las redes sociales: la manifestación como una declaración de objetivos vitales, ya sean personales, profesionales o, incluso, económicos.
Expresar lo que queremos en la vida siempre se ha hecho de una u otra manera. El diálogo interno que mantenemos con nosotros mismos es, en parte y valga la redundancia, la manifestación de la manifestación. Pero el concepto de ahora tiene una parte ritual que se sustancia en el 'vision board' o 'wish board', el tablero en el que, literalmente, colocamos nuestros sueños, representados por imágenes o palabras que funcionan como elementos transicionales. En ellos depositamos un pensamiento, una sensación y un impulso hacia la acción. Nos proporcionan seguridad, compromiso y voluntad. Algo así como los peluches de cuando éramos pequeños o los libros que tenemos en la mesilla. Quizá no los leamos, pero nos dicen quiénes somos y qué posición tenemos o queremos tener en el mundo.
Las publicaciones de estos tablones de deseos se multiplican como esporas en redes como Instagram o Tik Tok, la favorita de los jóvenes, aunque la tendencia existe desde 2008 atribuida a Lucinda Cross-Otiti, hoy una coach de fama mundial que decidió cambiar de vida en sus años de cárcel. A los 18 años fue condenada a prisión por tráfico de drogas. En una insólita epifanía, aprovechó esos años para aprender psicología positiva y establecer un plan de acción hacia la vida que quería vivir.
Para ayudar a visualizar sus objetivos empezó a crear sus tableros o mapas de deseos, esos collages cuya técnica, en sí misma, es un ejercicio de mindfulness o atención plena que favorece la concentración, aquieta la mente y propicia estados mentales de paz y serenidad. Hoy, 16 años después de su invención, se los piden empresas de medio mundo y se crean en el otro medio. Hasta hay fiestas temáticas de mapas de deseos. Silvia (27 años) es una de las mujeres que los hacen. "Empecé a manifestar cuando aprendí que era una manera de hacer realidad todo aquello que tienes en tu imaginación. Todo empieza a partir de una idea, una creencia o un sueño que visualizas a través del tablero y sirve para manifestar la vida que queremos de una manera más consciente. Ver a diario y pensar repetidas veces a lo largo del día en lo que quieres conseguir ayuda a que el poder de tu mente, en conexión con el poder del Universo, haga realidad todo aquello que solo estaba en tu imaginación. Además, sirve como una manera de organizar tus ideas, tus metas y de tener constancia para trabajar en todo aquello que quieres conseguir. Esta manifestación consciente me parece una manera útil para aprender a conocerte más y saber tanto lo que quieres como lo que no quieres. El tablero, en mi caso, es una manera clara de ver la vida que quiero alcanzar en los próximos años y poner toda mi fuerza en conseguirla", explica esta joven profesional.
Lidia (26) habla en términos parecidos: "Manifestar me ayuda a tener claros cuáles son mis objetivos y no perderlos de vista. Además, tener al alcance referencias visuales, como el 'vision board', me facilita tener muy claro qué es lo que quiero conseguir. Mantener una rutina diaria es esencial para no quedarse esperando a que 'las cosas sucedan' y elaborar un plan de acción para conseguir los objetivos".
Por su parte, la gente más joven, la usuaria por excelencia de las redes sociales, también manifiesta y expone sus deseos en este tipo de paneles, aunque con objetivos más prácticos. Es el caso de Claudia (17): "Manifestar y hacer esos collages sirve para lograr cosas que quieres, como que te hable el chico que te gusta. ¡Es mejor que rezar!", afirma convencida.
Antes de hacer, está el qué hacer. En la maraña de obligaciones diarias, es fácil perderse en una ruta de tareas que no siempre nos representan ni nos acercan a lo que aspiramos. Esto es especialmente relevante entre las personas más jóvenes, arrumbadas entre los deberes académicos, las exigencias familiares y las apetencias personales. Los adolescentes no siempre saben qué quieren, qué necesitan o qué es lo adecuado para ellos. ¿El tablero de deseos puede ser una manera de aclararse? "Elaborar un 'vision board' es una manera fantástica para que nuestros hijos expresen sus sueños y objetivos de una forma tangible y visual. Esta práctica les permite verse allí donde aspiran a estar, como si ya estuvieran invirtiendo toda su energía en ese futuro deseado. También les ayuda a reafirmar su autoconfianza porque les permite validar su potencial y capacidad. Por eso, este proceso no solo les ofrece un sentido de propósito, sino que también les inculca la confianza necesaria para perseguir sus objetivos", explica la psicóloga Ana Morales, también especialista en nutrición emocional y aceptación corporal, y autora del libro '¡Qué buena estoy! Tira a la basura las dietas y vive con salud emocional'.
Para esta experta, estas visualizaciones también ofrecen la posibilidad de hacer un ejercicio de introspección, un bien escaso en una sociedad marcada por la velocidad y la satisfacción casi instantánea de los deseos: "A los jóvenes, les permite adentrarse en un proceso de auto-reflexión, fundamental para su desarrollo personal. También les brinda la oportunidad de hacer un inventario de sus valores personales, intereses y pasiones, alineándolos con sus metas futuras, lo que contribuye significativamente a la construcción de una identidad sólida y positiva".
Desear es gratis y no tiene límites. En la manifestación no hay reglas sobre expectativas y en esta sociedad cuyo mantra es 'pensar a lo grande' y buscar 'la mejor versión' de nosotros mismos y de aquello que persigamos, ¿estos tableros de deseos no podrían ser un nuevo cebo en la carrera del hámster? ¿No podemos pasarnos de ambiciosos o de ilusos? "Como padres con bastante camino recorrido, experiencia y conocimientos acumulados, tenemos un papel único que desempeñar en este proceso. No solo estamos aquí para animarlos, sino también para aportar un poco de perspectiva realista en sus sueños", aclara Ana Morales.
En su opinión, también es una oportunidad para llamar a la acción, en su sentido más amplio. "Es fundamental hablar con los hijos sobre la importancia de acompañar esos sueños con un plan sólido y acciones concretas. No se trata, de ninguna manera, de intentar frenar su entusiasmo, sino más bien ayudarles a construir un puente entre lo que desean y cómo pueden lograrlo. La vida nos ha enseñado que, por más que visualicemos, los sueños requieren esfuerzo, dedicación y, a veces, enfrentar y superar obstáculos. Por ejemplo, si nuestro hijo visualiza viajar, podemos guiarlo para investigar destinos, ahorrar dinero de su paga o buscar trabajos de verano, enseñándoles así el valor del esfuerzo dirigido hacia sus metas", explica esta psicóloga.
Acompañar a los hijos adolescentes, quizá la etapa más complicada de la crianza, en la construcción de sus sueños también tiene premio: "Este proceso de guía puede ser increíblemente enriquecedor para los padres y puede servir para fortalecer la relación. Les mostramos a los hijos cómo establecer metas alcanzables, desglosar esos grandes sueños en pasos más pequeños y manejables, y cómo la perseverancia juega un rol crucial en el logro de objetivos. Es también una oportunidad para que aprendan a lidiar con la frustración y a adaptarse cuando las cosas no salen según lo planeado", asegura la experta.
Morales insiste en que elaborar con los hijos un tablero de deseos es una oportunidad única: "Como padres, podemos conectar con los hijos a un nivel más profundo. No podemos olvidar que la adolescencia representa un periodo de diferenciación y cambio de roles. Nuestros hijos han dejado de vernos como figuras a admirar y los amigos pasan a ser sus principales referentes. El hecho de que nos hagan partícipes de esta petición es muy positivo y una indicación de que desean que sigamos junto a ellos".
En el proceso de manifestar y visualizar no todo es virtuoso. La psicología positiva brinda interesantes beneficios, pero, llevada a un extremo, tiende a culpabilizar a las personas en base al famoso 'si quieres, puedes'. Es lo que algunos expertos llaman positividad tóxica.
Libros como el best-seller 'El secreto', de Rhonda Byrne, otra gurú de la manifestación, hablan de un universo de abundancia en el que es fácil conseguir lo que deseemos siempre que se quiera realmente y se den los pasos oportunos. Desde esa perspectiva, lograr algo o no hacerlo es nuestra responsabilidad. Pero cada vez más expertos recelan de este tipo de planteamientos, basados en el pensamiento mágico de que las cosas sucederán por el mero hecho de desearlas. En su libro 'Hasta los cojones del pensamiento positivo', el psicólogo Buenaventura del Charco habla de estos peligros a partir de una evidencia: la frustración existirá siempre porque la realidad muestra de manera inapelable que, por mucho que deseemos algo, no siempre lo conseguimos.
Ana Morales incide en este aspecto: "La creencia de que los deseos pueden materializarse solo con visualizarlos, sin un esfuerzo concreto y un plan de acción, puede llevar a los adolescentes a tener una idea errónea de cómo se logran los objetivos en la vida real. Corremos el riesgo de que cuando los resultados no se alineen con las expectativas iniciales, desarrollen sentimientos de frustración, culpa o la sensación de no ser válidos o capaces. De ahí, la importancia de ayudarles a establecer metas realistas y alcanzables, enseñarles a gestionar sus expectativas y a ver los fracasos como oportunidades de crecimiento. Esta conversación puede fortalecer su resiliencia y enseñarles que el valor no reside solo en el resultado, sino también en el proceso de perseguir sus sueños".
Por tanto, según la experta, no hay que menospreciar el poder de la manifestación o de la visualización de objetivos. "Manifestar, visualizar y pensar en cosas positivas ayuda mucho porque los pensamientos tienen mucho poder. Igual que nos juegan malas pasadas las creencias limitantes, podemos implantar creencias que nos potencien. Este positivismo es bueno, pero sin que se nos vaya de las manos", matiza la psicóloga.
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