Cada vez identificamos mejor las formas en las que se presenta el edadismo a nuestro alrededor, la discriminación social que padecen muchas personas mayores por una simple cuestión de edad. Pero los humanos no son las únicas víctimas de nuestros prejuicios y estereotipos. También a los animales, especialmente los perros que nos acompañan en los hogares, se les aplican ciertos clichés y distorsiones. Que existe edadismo canino está claro y la Fundación Affinity aprovecha eñ Día Mundial del Perro sin Hogar (el pasado 4 de abril), para poner el foco en ello. Lo hace con un dato: los perros adultos y senior pasan casi un año en las protectoras a la espera de ser adoptados.
En 2022, estas asociaciones de protección españolas recogieron más de 25.500 perros de edad avanzada, lo que representa el 15% de los perros recogidos. Las cifras revelan el desinterés de muchos de los adoptantes cuando tienen la opción de un animal más joven. Así ocurre que, en contraste con sus largas estancias, un cachorro pasa solo una media de 2,8 meses hasta ser adoptado.
¿Aplicamos a nuestros animales la cultura de la belleza y la eterna juventud? Aunque algo de ello hay, Jaume Fatjó, veterinario y director de la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos explica que existen varios factores que favorecen la discriminación de los de más edad. "Uno de ellos es creer, erróneamente, que será complicado o incluso imposible establecer un vínculo con los animales que tienen más años".
Fatjó asevera que la conexión entre un ser humano y un animal de compañía traspasa cualquier frontera, incluso la de la edad. La intensidad del vínculo puede ser la misma con un perro de pocas semanas que con uno de varios años. "Lo importante es crear una buena comunicación basada en entender las necesidades reales del perro o gato. Esto es clave para que esta relación sea satisfactoria y duradera".
Quien mejor puede hablar de ello es Maite López. "Adopté a Gaspar, una mezcla de pastor alemán y mastín, con nueve años. Una vida de maltrato continuado había dejado en él secuelas físicas y una huella profunda que se reflejaba en su comportamiento. Estaba lleno de miedos, inseguridad y desconfianza, pero sabíamos que no era incorregible. Mi hija Noa se enamoró de él en cuanto conoció su historia y no dudamos en adoptarle. Al final, la convivencia resultó terapéutica para todos, incluidos Gaspar y mis gatos.
Para su hija Noa, una joven con conductas autolesivas después de sufrir acoso escolar, Gaspar ha sido clave en su proceso de recuperación. "Su compañía incondicional y ese intercambio de cariño entre ellos le hizo sentir mejor desde el primer momento. Estrecharon un vínculo emocional muy fuerte que quizá no habría sido posible con un perro más joven". Gaspar falleció dos años después de llegar a su casa y enseguida adoptaron a Balder, con quien Noa ha vuelto a cultivar una relación muy especial y beneficiosa. "Los animales han cambiado su vida", insiste Maite. Además, le ha servido para decidir su futuro y se ha formado como técnica en Intervenciones Asistidas con Animales para ayudar a otras personas. Más adelante cree que podrá ayudar a adolescentes en su misma situación.
Al acariciar o abrazar a un perro o a un gato se activan en nuestro cerebro mecanismos que liberan las mismas hormonas que en una interacción con un ser querido, especialmente oxitocina, endorfinas, serotonina y dopamina, las llamadas hormonas del bienestar que, además, reducen los niveles de estrés social. Todo esto lo fue comprobando Maite en su hija y puede asegurar que tanto Gaspar como Balder la han salvado y han evitado muchos ingresos.
Tomando su ejemplo, cuenta lo importante que es romper con algunos mitos para decidirse por un animal de más edad. "Se le puede educar de la misma manera que a un cachorro". Lo corroboran desde Affinitiy: "La educación de los perros es la misma independientemente de la edad, ya que se forma a partir de la combinación de sus instintos innatos y las influencias del entorno que los rodea. Esto incluye lo que aprenden de su madre desde temprana edad y cómo son educados por sus dueños".
Ninguno de los argumentos que exponen las personas reacias a perros mayores tiene sentido para ella. Maite señala que, en su caso, la edad jugó a su favor. "Cuando los animales ya tienen una edad, moderan sus comportamientos, es decir, son más relajados, sin que signifique que sean pasivos o no jueguen". De hecho, pueden ser perros ideales por ejemplo para una persona mayor, que es posible que busque un animal más tranquilo.
No significa que el proceso sea siempre fácil. "Tanto la familia como el animal – explica Fatjó- necesitarán un periodo de adaptación y tiempo de dedicación para que el animal y la familia puedan acostumbrarse a la nueva convivencia y aprovechar esa fuente tan importante de apoyo emocional. Cuando un adoptante pone como condicionante la edad, subestima los beneficios que los perros de edad avanzada pueden aportar. Un perro adulto aún puede ser educado de forma correcta, integrarse en la nueva familia y crear vínculos tan fuertes como cualquier cachorro". Si nos fijamos en el ejemplo de Maite y Noa, sus palabras son irrebatibles.