Cuántos habréis escuchado eso de “los hijos unen” y cuántos descubristeis que no siempre es así. Ser padre o madre es lo que te toca vivir y puede resultar agobiante como se apunta desde el IV Observatorio del Derecho de Familia (2022) donde se alega como primer motivo de ruptura en las parejas, el estrés por el cuidado de los hijos. Algunas personas nos cuentan cómo afecta a su relación tener hijos adolescentes y profesionales esclarecen si es posible que todo lo que conlleva esa etapa de los jóvenes no acabe con la pareja.
Cuando la pareja no cuenta con una base sólida, el conglomerado de actuaciones que derivan de la crianza de los hijos adolescentes sumado a todo lo demás a nivel personal puede hacer que la tranquilidad vuele por los aires y el estrés se instaure sibilinamente. Un estudio que comparte JAMA Network Open de 2022 en el que a 118.706 individuos de los dos sexos de entre 35 y 70 años se les hacían cuestiones sobre el estrés percibido el último año, certificó que: el 7,3% estaba sometido a estrés severo, el 18,4% a estrés moderado, el 29,4% a estrés bajo y el 44% a ninguno.
¿Y qué genera el estrés parental? A partir de otro estudio, 'Un análisis tipológico del estrés parental en familias en riesgo psicosocial', descubrimos que: “Diversos estudios han documentado que los padres y las madres con elevados niveles de estrés parental tienden a presentar síntomas depresivos, ansiedad, un locus de control externo y suelen desplegar prácticas educativas disfuncionales e incluso maltratantes".
A las parejas puede superarles la situación. No hay más que leer que entre los 40-50 años se producen más divorcios según el IV Observatorio del Derecho de Familia realizado por la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA), esto es, en unos años donde sucede la crianza de los hijos. La razón principal para que se opte por la vía del divorcio tiene que ver -confirman los profesionales-, con “el desgaste, el alejamiento y la falta de comunicación al que lleva el estrés provocado por la crianza de los hijos y el trabajo”.
“El estrés en la familia a menudo está influenciado o moderado por el estrés parental”. Esta es la idea que se rescata desde la Universidad de Minessota. Esto puede ocasionar problemas de autoestima, aislamiento social y sentimientos de rechazo en los hijos.
Ebelia, de 43 años, dependienta en una librería, tiene dos hijos adolescentes de 15 y 17 años. “Como madre diré que ninguna etapa en la crianza es sencilla. No te preparan para nada y puedes chocar con tu pareja porque lo que le parece bien a uno, puede horrorizarle al otro. Todo va minando”, confiesa.
Esta gallega manifiesta que con hijos adolescentes uno no cesa en dar instrucciones en cuanto a “las redes sociales, el sexo, el alcohol, el tabaco, los horarios de llegada a casa, las notas” y lo que menos se hace es desconectar y hacer escapadas románticas con la pareja.
“Pienso en mis circunstancias. Si ya de niños existe una dependencia total de ellos por nosotros, hay que hacérselo todo 24 horas del día, en la adolescencia necesitan mucho acompañamiento y límites, y que se rebelen a menudo con algunas normas me hace estar más “a la que salto” y luego lo pago con mi marido”, comparte. “¡Además somos su taxi!, ¿cómo vamos a tener tiempo en pareja?”, exclama entre risas.
Cuando los hijos son pequeños cansan a los padres, pero de mayores también hay situaciones que imposibilitan estar, por ejemplo, tranquilos en el sofá. “Aunque se puede conversar cuando no son tan críos, todo lo que les concierne asusta: que salgan de noche, que se junten con malas compañías, que vayan en moto por si tienen un accidente...”, admite Suso, de 50 años, albañil.
Sostiene que con hijos se discute más, sus asuntos te invaden y los antepones a otras conversaciones. “Mi mujer y yo hemos tenido etapas donde nos enfadábamos por todo lo que tenía que ver con mi hija tanto de muy pequeña como cuando empezó a ser más autónoma. Yo he sido más permisivo y mi mujer se preocupaba sobremanera”, asevera.
Suso aclara que hablaron de divorciarse porque les costaba llegar a consensos y la menor, entonces con 11 años, lo pasaba mal y era consciente de los conflictos y las continuas crisis. “Fuimos a terapia alrededor de dos años, nos supuso una gran traba llegar a un punto de encuentro y de paz entre nosotros. La psicóloga nos decía que necesitábamos tiempo para nosotros y delegar, algo que nunca habíamos hecho y nos tenía estresados y desquiciados”, concluye.
No solo es complicado criar en edades tempranas, todas las etapas necesitan presencia y voluntad para asumir los retos que se presenten. Laura Cerdán Rubio, psicóloga, psicopedagoga y autora de ‘Para quererte mejor: Manual con casos reales para una crianza positiva’ (Editorial McGraw-Hill, 2023), refiere que cuando se tiene un hijo es complicado hacerse a la idea de que gran parte del tiempo de los adultos pasa a ser de él.
Es necesario ser consciente de que los cambios que se van a presentar en la relación. “Un hijo puede representar un momento de crisis, no necesariamente negativa. No es fácil para la pareja ir construyendo su rol progenitores a medida que el hijo madura y negociar nuevas tareas y responsabilidades en sus diferentes momentos. La infancia significa estar y la adolescencia, otorgar espacio”, expresa. Tal y como identifica la psicóloga, frente al momento de inestabilidad con el hijo, lo que condicionará el futuro es el cómo se gestione y la estabilidad de la pareja.
Para Cerdán es importante que exista una buena base de empatía y corresponsabilidad en la pareja en todo momento. “Hay que hablar en la pareja y no descuidarse el uno al otro, ni emocional ni sexualmente hablando, establecer una línea común de actuación y protegerse de otro tipo de tensiones”, aclara. “Sí es común que en la crianza nos exijamos tanto en el rol parental que descuidemos nuestra relación de pareja y las necesidades individuales”, certifica Elvira Perejón Díaz, neuroeducadora, especialista en neuropsicología y maestra de Primaria y Educación Infantil.
Aunque el desgaste o las rupturas de pareja pueden producirse en cualquier fase de vida del hijo, no tiene que percibirse como algo insuperable. “Con tiempo y los ingredientes adecuados, los adultos pueden encontrar formas de fortalecer su vínculo”, apunta Perejón.
En la crianza no hay que obviar una serie de factores que pueden afectar a la estabilidad, comunicación y armonía en la pareja, como la preocupación constante, la falta de sueño, el aumento de las responsabilidades o la rutina. “Se ha demostrado recientemente que incluso el cerebro se modifica para adaptarse al cuidado de los hijos influyendo en la plasticidad cerebral de hombres y mujeres, de ellas en mayor medida”, detalla.
Es algo habitual que puedan producirse discrepancias entre los padres respecto a cómo manejar algunas situaciones. “Cuando los hijos llegan a la adolescencia pueden surgir conflictos de valores y normas, ya que los jóvenes comienzan a cuestionar los límites familiares y a buscar su propia identidad”, señala.
Los adultos pueden tener opiniones diferentes sobre cómo abordar los desafíos propios de esa edad, como el uso de dispositivos electrónicos, el tiempo libre o si hay hora de vuelta a casa. “Resulta clave mantener una comunicación abierta y honesta, llegar a acuerdos previos en familia para trabajar en equipo y el apoyo mutuo para evitar conflictos y la desconexión emocional", perfila.
No disponer de tiempo ni de ganas para salir juntos o mantener una vida sexual activa puede acentuar el estrés. Perejón confirma que es importante delegar en otros familiares de cuando en cuando para tener citas regulares con la pareja. “Tómate el tiempo para hablar con tu pareja sobre tus preocupaciones, necesidades, deseos y metas. Escucha activamente lo que te tiene que decir y trata de entender su punto de vista”, recalca.
La especialista en docencia anima además a las familias a encontrar tiempo para cultivar los intereses propios y las amistades fuera de la relación manteniendo un sentido de identidad individual que resultará acertado para las dos partes.