¿Qué le decimos a nuestros hijos cuando les decimos que "arreglen" su habitación? Los padres lo hacemos todo el tiempo: queremos crear espacios armónicos en los que la mente pueda desarrollarse libre y creativamente. En realidad les pedimos que "arreglen" su cerebro. Pero a menudo olvidamos que el espacio, antes que los elementos que contiene, es la propia estructura, una combinación de líneas, soportes, puntos de fuga y entradas de luz. Como la mente humana. Allí es donde entra en juego la neuroarquitectura.
"Ya en los años 50 -como cuenta Juan Higuera-Trujillo, Jefe de Proyecto en el Laboratorio de Neuroarquitectura y profesor de la Universidad de Cádiz, desde sus redes sociales-, Richard Neutra expuso que la Arquitectura debía satisfacer las necesidades neurológicas de sus usuarios. Pero en este momento, la Neurociencia y las tecnologías que emplea estaban menos desarrollados. De hecho, la Neuroarquitectura no surge, en principio, como una reivindicación a posibles errores en el diseño. Al igual que otras disciplinas transdisciplinares, surge por oportunidad."
"Estos efectos usualmente son leves, por lo que no siempre somos conscientes -señala Higuera-Trujillo-. Pero son constantes; de hecho, pasamos casi toda nuestra vida rodeados de espacios modificados por la acción humana. Su impacto se debe a esta exposición prolongada. Una de las virtudes de la neuroarquitectura es esta: nos permite profundizar en el estado cognitivo emocional de los usuarios, y determinar las directrices de diseño más adecuadas a este nivel, aunque no sean conscientes de ello."
Quizá uno de los ejemplos más concretos de cómo realmente puede afectar en el día a día de las personas tenga que ver con la educación. Por ejemplo, como señala el arquitecto, solo el color de las paredes tiene una influencia científicamente mesurable en el cerebro: "En un aula universitaria, utilizar colores fríos (vs cálidos) aumenta la activación neurofisiológica (quizás por eso mejora el rendimiento en atención y memoria)", señala Higuera-Trujillo, que en 2021 publicó un estudio sobre el tema en el que relata su investigación: "Se evaluó el rendimiento de la atención y la memoria de 160 participantes en 12 entornos de colores de tonos cálidos y 12 de tonos fríos en un aula virtual. Su rendimiento se cuantificó mediante métricas psicológicas (tareas de atención y memoria) y neurofisiológicas (variabilidad de la frecuencia cardíaca y electroencefalograma) relacionadas con las funciones cognitivas analizadas. Los resultados mostraron que los colores de tonalidades frías aumentan la excitación y mejoran el rendimiento en tareas de atención y memoria; y se pueden establecer pautas de diseño. Además, se observaron correlaciones entre las métricas psicológicas y neurofisiológicas, lo que representa un avance importante en la disciplina de la neuroarquitectura. La variedad de implicaciones de los resultados hace que este trabajo sea útil para los profesionales del diseño arquitectónico , investigadores y formuladores de políticas que trabajan en la mejora de los espacios de aprendizaje".
Para Higuera-Trujillo: "en los últimos años hemos asistido a una evolución desde meras declaraciones de intención, a estudios verdaderamente experimentales de Neurociencia aplicada directamente a la arquitectura. Cuando empezamos parecía ciencia-ficción. Hoy, puedes encontrar en las plataformas académicas que no es ficción y quiénes nos dedicamos a esto. El camino ha sido intenso y apasionante. Pero si el conocimiento de la comunidad científica no llega a todos, no habrá cumplido su verdadero propósito: contribuir a una arquitectura cognitiva y emocionalmente mejor para todos", señala.