La adolescencia es una etapa compleja no sólo para los padres, también para los jóvenes y es que no todo son reuniones con los amigos. Los resultados de un estudio sobre soledad no deseada de Fundación Once señalan que 1 de cada 4 personas en nuestro país de entre 16 a 29 años se siente sola, algo que demuestra que esas edades mozas pueden tornarse desagradables si no tienes alguien afín con quien compartir. ¿Puede hacer algo un padre o una madre para revertir la situación?
Patricia, de 50 años, vive un momento complicado en su casa con su hijo de 14. Cuenta que se han mudado de ciudad hace unos meses. Además, comenta que su hijo es muy educado y cariñoso, pero le cuesta iniciar relaciones nuevas y profundas con otras personas. “Mi hijo llega del colegio y se encierra en su habitación sin salir en toda la tarde, sólo lo hace cuando voy a algún recado y me acompaña. Estoy preocupada”, afirma esta peluquera.
Ella observa que su hijo no se siente satisfecho, y aunque también le gusta ver el móvil y hablar con contactos suyos por las redes sociales, se siente solo y no hace ninguna actividad fuera de casa propia de su edad. “No va ni al cine porque tendría que hacerlo solo”, añade.
“Mis compañeras de trabajo me recomiendan que espere antes de hablar con un terapeuta porque entienden que todavía no ha pasado tanto tiempo desde que nos mudamos para que haya podido conocer a gente de la urbanización, por ejemplo. Lo que más me afecta es que no haya conectado con compañeros de su clase”, admite.
Patricia asegura que su hijo le comenta que quiere salir con otros jóvenes pero que no sabe cómo iniciar conversación y cree que ellos tampoco querrían aceptarlo en su grupo. “Si esto sigue así hablaré con el profesor por si puede intervenir”, recalca.
No sólo la tercera edad se siente sola y así lo demuestran varios estudios, entre otros, los que ha llevado a cabo el Observatorio SoledadES, como el Informe de percepción social de la soledad no deseada.
Por otro lado, del Estudio sobre juventud y soledad no deseada en España, promovido por Fundación Once con Ayuda en Acción, los resultados confirman que 1 de cada 4 personas (25,5%), de entre 16 y 29 años en nuestro país se sienten solas. El 45,7% de los jóvenes que se sienten solos llevan sintiéndose de ese modo por un tiempo superior a los tres años.
El documento especifica que tanto las habilidades sociales como las actitudes hacia las relaciones sociales tienen mucho que ver en este sentido.
Según el estudio, los sujetos que padecen soledad sufren en gran medida problemas de ansiedad o depresión (77,8%). Asimismo, tienen una menor autoestima que quienes no se sienten solos.
Algunos agentes notables “operan con una causalidad bidireccional, como las relaciones personales, el hábitat, la salud, especialmente la mental, o la pobreza”. También pueden deberse al origen u orientación sexual.
Alejandro Schujman, psicólogo, escritor y padre en constante proceso de aprendizaje (como él mismo se define) destaca que en la adolescencia los adultos dejan de intervenir directamente en la vida social de los hijos y “serán estos quienes decidan” pudiendo esa autonomía resultar “sencilla y fluida o compleja y ardua”. “Puede tocarte un hijo extrovertido, con una intensa vida social o, todo lo contrario, que se refugie en su música o libros, pero hay que saber si esa soledad es elegida por tu hijo y en tal caso hay que respetarlo”, puntualiza.
El autor de, entre otras obras, ‘Cómo contagiar la pasión a los jóvenes’ (Hojas del Sur, 2023), explica que hay que estar atento cuando los hijos quieren hacer vínculo, ser sociables, pero no pueden. “Puede darse vergüenza, inhibiciones, dificultades, complejos o a veces situaciones de bullying y en estos casos, hay que intervenir y hacer participar a las autoridades del colegio y trabajar juntos”, confirma.
Cuando el hijo no lo logra, Schujman recomienda manejar la ansiedad y la angustia que se siente como padres y acompañar desde la prudencia y la ayuda profesional. También constata que, en ocasiones, se incluye a los jóvenes, sin saberlo, en actividades equivocadas: “Habría que tratar de buscar un ámbito en el que se sientan a gusto y puedan encontrar pares en cuanto a afinidades e intereses”.
Aclara que es preciso evitar que lo que le sucede al adolescente se transforme en el monotema familiar ya que eso podría empeorar el asunto.
Para terminar, el psicólogo subraya que puede haber padres y madres muy sociables y que sean el centro de atención, algo que puede ser motivo de la timidez de los hijos: “Padres que brillan demasiado pueden apagar el brillo de los hijos”.
La amistad es fundamental en todas las etapas de desarrollo. Xóchitl González Muñoz, psicóloga clínica y psicoterapeuta infantil y de adolescentes, resalta que, concretamente en la adolescencia, funciona, por una parte, como un espejo en el cual se puede explorar más tranquilo y alcanzar un autoconcepto superior y, además, una red de apoyo en la que confiar.
Continúa comentado que a través de los amigos se pueden experimentar la aceptación y hermandad, la vivencia de verse y sentirse perteneciente.
La experta responde que algunas de las causas por las que un adolescente puede no tener amigos pueden ser:
El físico alemán Albert Einstein decía: “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única”. David Feijoo Fernández, profesor de enseñanza Primaria, especialista en Educación Física, recuerda este dicho. “Con los hijos es más eficaz el ejemplo que las palabras”, refiere.
Feijoo considera que tanto en la familia como en el entorno escolar ha de existir una comunicación abierta y positiva donde impere el respeto y no falte la empatía, gratitud y confianza.
“El diálogo, la escucha, ofrecer feedback positivo para aumentar su autoestima, tener paciencia y encontrarse en un ambiente agradable donde se debe gestionar bien los conflictos es crucial. Será adecuado saber conectar el alumnado porque esa buena relación interfiere en el aprendizaje, ya que las emociones, participan activamente en el desarrollo cognitivo del cerebro”, expresa.
Para este docente es crucial enseñar a mantener buenas relaciones desde pequeños, ya que, en la adolescencia, periodo de distanciamiento e independencia de la familia, los hijos están más cerrados al diálogo.
“En el aula se puede favorecer la integración con actividades de cohesión grupal, trabajo cooperativo, juegos… La Educación Física es la asignatura que mejor trabaja las relaciones interpersonales a través de juegos de presentación, expresión corporal, juegos cooperativos, coreografías, deportes, etc. Para un buen desarrollo de los alumnos debe haber una buena relación entre escuela y familia, debido a que ambos trabajan con un mismo fin”, resalta.
En general las actividades deportivas son buenas para la integración. El deporte en familia y con amigos logra:
El profesor aconseja tener buenos hábitos, como una dieta equilibrada, un estilo de vida activo y un descanso reconfortante. Asimismo, insta a preguntar a los hijos qué les gustaría hacer y buscar actividades divertidas, de tipo cultural o educativo como: ir al cine o al teatro, hacer un curso de cocina o de pintura o disfrutar en un parque de aventuras.