“Mis hijos adolescentes se llevan fatal y no sé si es mi culpa”: cómo ayudar a mejorar su relación
"Creo que todo se inició por los celos por una amiga", apunta Estela, madre de dos hijas adolescentes
Lo fundamental, según los expertos, es mantener la asimetría de los roles: "Somos sus padres, no sus iguales" Para Diana Rodríguez, psicóloga, hay hermanos muy unidos en la infancia que se distancian en la etapa adolescente y otros a los que les acaba uniendo la música o el deporte
La psicoterapeuta Beatriz Cazurro comparte sus recomendaciones para que el clima entre los hermanos sea de respeto y cordialidad
La llegada de un hermano a nuestra vida escapa por completo de nuestra gestión, también se aleja de las expectativas iniciales. Entre dos hermanos pueden existir los mismos o similares gustos o, todo lo contrario, incluso celos como les sucedió a dos hermanas adolescentes, en la historia compartida a continuación. Pese a los desacuerdos que se den entre ambas partes, gracias a los consejos que nos ofrecen los profesionales, se puede conseguir un ambiente familiar correcto y cordial.
Adolescencia, celos y rivalidad
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Estela, de 55 años, es madre de dos adolescentes, una de 15 y otra de 16. Las dos jóvenes siempre se han llevado muy bien y han compartido muchas actividades y amistades, pero desde hace un par de años su relación cambió y se han distanciado bastante. Su madre piensa que es un bache recuperable.
“Creo que todo se inició por los celos por una amiga. Mis hijas por edad tienen la misma pandilla y una chica ha pasado de ser íntima de mi hija mayor a alejarse y llevarse mejor con mi otra hija. Eso le ha dolido mucho a la mayor y se enfadó con su hermana. Casi no quería ni dirigirle la palabra”, comenta esta enfermera gallega.
Cuenta que desde ese momento su primogénita ha querido tomar distancia con su hermana y tener su espacio y su grupo de amigas independiente. “Ya no salen tanto juntas. Se inició rivalidad y celos entre las dos. He hablado con mis hijas por separado y juntas, incluso con la otra chica para que conversase con ellas, pero ha preferido no intervenir”, destaca.
Hoy en día, las hermanas han optado por separar lo máximo posible sus momentos de ocio. “En casa están mejor, se ayudan y hablan, pero en el terreno de amistades o aficiones han querido sentirse protagonistas cada una por su lado”, resalta esta madre.
Lo que quita y lo que da un vínculo con un hermano
Aunque todos necesitamos a alguien cerca sea o no una relación de sangre, la de los hermanos es única, pudiendo convertirse en una alianza inigualable en comparación a la que se tenga con otra persona.
El psicólogo austriaco Alfred Adler ocupaba el segundo puesto de siete hermanos. Para él, no sentirse aceptado y querido o comparado con sus hermanos puede llevar a esa persona a sentirse inferior. La gestión de la crianza en los padres tiene relación directa en cómo se produzcan los hijos.
También Robert Waldinger, psiquuiatra y autor de ‘Una buena vida’ (Planeta), director del mayor estudio a nivel mundial para conocer que dá la felicidad en la vida, revela lo esenciales que son las relaciones fraternales, subrayando que muchas veces ni somos conscientes de ello. Certificó a partir de otros estudios de Harvard, que aquello que nos mantiene felices y en un adecuado estado de salud son las buenas relaciones.
Por el contrario, en quienes tenían mala relación con sus hermanos cabía una mayor probabilidad de sufrir depresión o consumir drogas. Gracias a algunos estudios, los adolescentes que sentían validados sus sentimientos por sus hermanos mostraron una mayor autoestima.
Respecto al lazo fraternal entre mujeres, un estudio realizado por la Universidad Brigham Young que consistió en la observación durante años a 395 familias, reveló que el vínculo de hermanas no se puede destruir. Una hermana aporta a la otra compañía, protección, más seguridad y ganas de socializar, sobre todo, en lo que se refiere al tiempo de la adolescencia.
Posibles causas de la mala relación
Por su experiencia profesional, Diana Rodríguez Salgado, psicóloga y formadora, alude a dos tipos de posibilidades respecto a lo que puede pasar en una relación fraternal. Por un lado, hermanos que compartían juegos y momentos de ocio infantil se distancian en la adolescencia por estar en diferentes pandillas o tener diferentes gustos. Por el otro, hermanos que apenas se entendían de niños, en la adolescencia descubren un punto de encuentro en determinada actividad como la música o el deporte.
Asimismo, señala que existen varios indicativos que pueden derivar a una mala relación con un hermano:
- Celos. Querer llamar la atención de los padres dejando quedar mal al hermano para “ganar puntos” frente a su rival.
- Falta de sentido de pertenencia. No sentirse parte y buscar el conflicto para ser visto.
- Cambio de rol. Existe una lucha de poder. Desea mandar sobre el hermano porque considera que los progenitores no son capaces de educarlo correctamente.
- Diferentes puntos de vista. En cuanto a la vida a nivel social, moral, político, religioso… posturas irreconciliables.
- Mala comunicación. Mala gestión emocional que desencadena en una comunicación nada pacífica.
¿Cuándo llega a convertirse en algo serio?
Dos hermanos pueden no entenderse, algo que no debe preocupar cuando 'la sangre no llega al río'. Lo que sí Rodríguez ve serio y que no debe pasar desapercibido por los adultos a su cargo es:
- Los celos se transforman en celotipia, llegando a presentarse conductas pasivo-agresivas o agresivas a nivel verbal, físico desencadenando actuaciones muy hirientes y pudiendo alcanzar un maltrato psicológico o físico.
- El cambio de rol de uno de los hermanos desestabiliza todo el sistema familiar, se presenta un alto nivel de tensión y se origina un gran malestar psicológico en todos los miembros de la familia.
- La comunicación verbal es excesivamente agresiva o inexistente. En este caso es recomendable para el sistema familiar aprender estrategias de comunicación no violenta.
¿Deben intervenir los padres?
Como explica Beatriz Cazurro, psicoterapeuta y formadora, no todo lo que tiene que ver con la relación con los hijos es consecuencia directa de lo que hagan los progenitores. “Nuestros hijos son personas con sus propios gustos, intereses, límites y pueden tener afinidad o no”, refiere.
Con o sin afinidad, los padres pueden intervenir para que entre los hijos exista el respeto. “Muchas veces nos empeñamos en que también sean amigos por un deseo nuestro pero las relaciones no se pueden forzar”, asegura. Cazurro indica que los padres pueden llevar a cabo un ejercicio de reflexión desde la infancia a la adolescencia, en cuanto a cuál ha sido el acercamiento hacia cada uno de ellos, ya que eso puede haber tenido un impacto en cómo se lleven los hermanos ahora.
“Podemos pensar en si les hemos puesto etiquetas, los hemos comparado, si nos hemos posicionado en sus conflictos con unos o con otros, si nos hemos refugiado emocionalmente en alguno de ellos en algún momento concreto...”, indica.
Crear un buen ambiente familiar
Para la psicóloga, los padres pueden hacerse cargo de muchos de los conflictos entre hermanos. Para lograr generar un clima en el que se pueda vivir en un entorno respetuoso y cordial, recomienda:
- Empezar a conocer a nuestros hijos más allá de etiquetas.
- Escuchar todas las partes sin posicionarnos.
- Mediar enseñando a nuestros hijos a escuchar más allá de los hechos.
Enseñar a respetar los límites.
“Cuando hay conflictos de pareja o con el otro progenitor (en el caso de haberlo) los hijos se sienten en la obligación de tomar partido. Si uno de los hijos toma partido por un progenitor y otros por el otro generando así equipos en la familia, va a ser muy difícil que se lleven bien, sino que habrá conflictos”, señala la psicóloga.
Para conseguir que entre los hermanos exista relación “sea esta como sea”, Cazurro aconseja liberarlos de ese tipo de situaciones de triangulación: “No las han elegido, pero tampoco las pueden obviar”, concluye la experta.