Clara Martín es terapeuta y comunicadora animal, licenciada en Ciencias de la Comunicación, Máster en Neurociencia, Psicología e Inteligencia Emocional. También es fundadora de la empresa de servicio de mascotas Amanaturis, y autora del libro 'Aprende a hablar con animales'.
Para esta experta, nuestros animales, mucho más allá de darnos compañía, cuidarlos y hacerlos felices, pueden ser una vía de autoconocimiento y un recurso para conectar con nuestra esencia. Sobre cómo lograrlo y cómo entenderlos mejor trata esta entrevista.
Eres comunicadora animal y tienes la capacidad de ‘hablar’ con ellos. ¿Qué te dicen los animales sobre los humanos?
Depende mucho del animal con el que convivan y del vínculo que tengamos con ellos. Muchas veces, los animales son el espejo de nuestras cosas. Desde la naturaleza, lo que los animales piden siempre es un poco de conciencia energética y que les entendamos como los individuos que son. Piden también que respetemos la naturaleza y el espacio en el que estamos. Pero, en casa, en la convivencia, ellos son el espejo, el termómetro de cómo estemos.
¿Qué podemos enseñar a los animales?
El ser humano enseña desde una posición concreta: la de poner normas. A los animales les enseñamos a hacer determinadas cosas, por ejemplo, a saber ir por la ciudad. Pero, al final, nos enseñan ellos más a nosotros que nosotros a ellos. El aprendizaje es bidireccional y se trata de crear un buen vínculo de convivencia, siempre desde el respeto. Nosotros a ellos les enseñamos cosas mecánicas de comportamiento, que son útiles porque vivimos con ellos en un entorno que no es la naturaleza. Pero el gran aprendizaje viene de nosotros hacia ellos.
¿Qué pueden enseñarnos ellos?
Los animales pueden enseñarnos muchas cosas: coherencia, amor incondicional, estar en el presente, conectar con nuestras propias emociones, conectar con la naturaleza, entender que todos somos uno, que no hay nada diferente a nivel energético.Y, sobre todo, nos enseñan mucho la paciencia y el amor. Es raro que se enfaden con nosotros o que tengan una emoción contenida mucho tiempo o que nos culpen por algo. Ellos son incodicionales en todo y para todo. Esa conexión pura con las emociones es una lección muy importante. Las personas a veces esperamos algo muy místico y muy sutil en la relación con los animales, pero la lección está en el aquí y el ahora. Hay que observar cómo se relaciona el animal en el entorno, cómo vive el presente, cómo para él cada día es una cosa nueva, cómo quiere, cómo cuida... Ellos quieren de manera incondicional, observando sin juzgar. Ahí están las verdaderas lecciones de los animales.
La relación entre animales y humanos existe desde que el mundo es mundo. ¿Por qué tenemos un vínculo tan fuerte con ellos? ¿Qué beneficios nos aporta vivir con ellos?
La relación existe desde que el mundo es mundo porque los humanos somos animales. Aunque nos hayamos creído que somos superiores a ellos seguimos siendo animales, con otro tipo de gestión, otro tipo de evolución, pero animales al fin y al cabo. Siempre hemos sido compañeros. Desde la Antigüedad, observar a los animales era una manera de entender los ciclos de la naturaleza. Los animales totémicos también eran una guía desde el punto de vista espiritual. Y, hoy por hoy, la relación sigue porque nos sostienen: nos sentimos más acompañados, más queridos y más escuchados. Forman parte de la familia, crean conexiones emocionales. Nos ayudan a conectar con esa parte animal y natural nuestra.
¿Cómo viven los acontecimientos familiares, por ejemplo, un divorcio o la pérdida de un ser querido?
Los viven como los humanos: cada uno a su manera. Pero todos lo notan, saben cuándo hay un cambio fuerte o cuándo está ocurriendo algo extraño. Son grandes esponjas de nuestras emociones. Si hay tristeza, alegría o tensión, ellos lo sienten y lo reflejan de alguna manera. También hacen sus propios duelos y reaccionan ante, por ejemplo, muertes o custodias compartidas, de manera emocional, como un humano, pero sin entrar en la parte de reflexión de ira, de envidia... de todos esos pensamientos malos que se dan cuando hay cierta reflexión. Ellos viven la situación con inocencia, pero con toda la gama emocional posible.
Dices que te comunicas con ellos y que realmente no es algo tan difícil. ¿Qué recomendaciones nos das para poder ‘hablar’ con nuestro animal de compañía o los animales con los que nos relacionemos?
No es difícil, pero requiere de un entrenamiento. No se trata de llegar y ponerse a hablar con los animales. Hay estar en estado de ondas alfa, al que se llega a través de la meditación, tener trabajada la coherencia cardiaca, tener trabajada la atención y la intención. Luego, hay una comunicación de corazón a corazón, lanzando una pregunta y escuchando la respuesta, sin intentar imponer mi verdad. Escucho con todo mi cuerpo y estoy atenta a si percibo una sensación, una imagen o una frase.
¿Hay un protocolo específico?
Sí, el protocolo es sencillo. Pero el entrenamiento es constante y hay que saber hacerlo bien. Por ir paso a paso, yo recomiendo primero pasar tiempo de calidad con nuestros animales, sin prisa, escuchando con el corazón y viendo qué reciben.
En el caso de los perros, ¿no hay mucha moda y poco compromiso con nuestro animal? ¿Qué debemos plantearnos cuando queremos convivir con un perro, más demandante que otros animales de compañía?
Creo que tenemos que comprender qué necesita mi perro como especie y si puedo dárselo. Me refiero a paseos, olfateos, comida apropiada, tiempo de calidad. También hay que saber qué necesita como individuo porque son cosas aparte. Para mí, para convivir bien con un perro o un gato hay que tener unas nociones de etología simples. ¿Cuál es su lenguaje corporal? ¿Cuáles son sus necesidades etológicas? Tampoco creo que los perros sean más demandantes. Los gatos y el resto de animales también tienen necesidades.
¿Cómo detectar, por ejemplo, que un perro está deprimido o angustiado?
Depende. Hay señales de calma como, por ejemplo, chuparse el hocico o sacudirse. Incluso hay perros que estornudan cuando están frustrados. Bostezan o giran la cara, evitando el contacto visual directo. Hay muchas señales que hay que saber interpretar según las circunstancias, pero eso no es tanto comunicación como lenguaje corporal y corresponde más a los etólogos.
En los gatos pasa un poco lo mismo. Se dice que si un gato mueve la cola, está inquieto. Pero hay gatos que lo hacen y no hay ninguna inquietud, depende del tipo de animal y de la circunstancia o el momento. Corresponde a los etólogos interpretar estas señales. Mi ámbito es la comunicación y la energía.