Es habitual escuchar que "el primer amor no se olvida". Habrá quien diga por lo bueno que fue y otros porque no ser lo esperado. Los psicólogos explican que es necesario vivir y gestionar uno mismo el amor y el desamor. "Lo aprendido sirve", como comprendió la madre de Joan, quien vivio junto a su hijo la intensidad de la primera experiencia amorosa.
Al enamorarse por primera se activa de un modo específico el Área Tegmental Ventral, una parte del cerebro, donde se libera la dopamina, un neurotransmisor a través del cual se percibe el placer y que se encuentra vinculado con el amor, entre otras sensaciones. Pero, no sólo se genera dopamina. En 2017, desde la Escuela de Medicina de Harvard se identificó la liberación de la considerada “hormona del amor”: la oxitocina, imprescindible para la formación del vínculo romántico.
Las primeras relaciones marcan y los recuerdos serán de los más relevantes, también es lo que dice la profesora de neuropsicología en la Universidad de Westminster, Catherine Loveday, tras preguntar para su estudio a personas de entre 80-90 años. En esa etapa el cerebro se encuentra en el momento idóneo para registrar datos, más aún, al tratarse de situaciones altamente emocionales.
“Todas esas experiencias de relación vincular que la persona va acumulando, especialmente en su infancia y adolescencia, pero a lo largo de toda la vida, generarán un modelo vincular interno dentro de la persona, un esquema cognitivo sobre las relaciones que determinará su modo de verse a sí misma y ver a los demás", explica en la ponencia El amor y el desamor en la adolescencia la psicóloga y consultora en infancia, afectividad y protección P. Horno Goicoechea. Veamos algunos de esos llamados "esquemas cognitivos".
Carmen, de 55 años, florista, se encontraba de vacaciones con su hijo Joan, de 16, en Tenerife el pasado verano cuando el amor lo sorprendió. “Se vieron en el comedor del hotel, cada uno en una punta y se sonrieron”, asegura la mujer. Ya en la cola para servirse la comida del buffet los jóvenes se hablaron. Ella tenía 17 años y estaba de vacaciones con sus padres y su hermana mayor. “Era muy guapa, alta, rubia. Era alemana. Cuando nos íbamos a la habitación a descansar, mi hijo me comentó que se quedaba a ver un espectáculo y lo que quería era ir a hablar con ella”, cuenta.
Al día siguiente las dos hermanas y Joan quedaron para ir juntos a tomarse algo y así un par de días más. “Mi hijo me contó que su hermana los dejó un rato solos y se besaron. Pero, nosotros regresábamos a Tarragona a los dos días y ellos quedaron en mantener la relación a distancia y que se visitarían", explica.
Durante un tiempo se hablaban por videollamada y redes sociales, incluso la joven lo visitó un par de veces por unos días y se quedó en casa de los padres de Joan. Pero un día, tuvieron una conversación donde expusieron que no había opción de mudarse para vivir juntos y ella no estaba dispuesta a algo más serio a distancia.
“Fue duro. Sé que mi hijo estaba muy 'pillado', pero eran muy jóvenes y estaban en un momento académico que les exigía mucho si querían alcanzar sus objetivos de cara a la universidad. Poco a poco perdieron el contacto”, relata.
Carmen intentó animar a su hijo instándole a salir con más chicas por si llegada su verdadero amor, pero su hijo le pidió que le dejase un tiempo: “Creo que no lo entendí de primeras y no me puse en su lugar. Pretendiendo que no sufriese, no atendí a sus sentimientos y le molestó”, confiesa.
Hablar de adolescencia representa -para Raquel Andrés Jiménez psicóloga sanitaria en Clínica Kenfos- hacerlo como “un periodo frágil, caótico, de búsqueda de la propia identidad, donde todo se magnifica e intensifica”. “Es una época donde se producen cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales”, dice.
La profesional indica que el primer amor también puede resultar un choque para los padres, ya que puede significar una ruptura con la infancia al comprobar que el niño se hace mayor e inicia otra etapa, esta es, la transición a la vida adulta.
Andrés declara que los padres no deben agobiarse por no sentirse preparados para hablar de cuestiones como, las relaciones de pareja, el amor o el sexo. “Hoy en día es importante que no haya temas tabúes. Hemos de trasmitir a nuestros hijos cercanía, apoyo e interés”, revela.
Los padres deben dejar al hijo expresarse, que pregunte y opine. “Resultará positivo contarle nuestras primeras experiencias en cuanto al amor y no imponer nuestras ideas”, manifiesta. Asimismo, para ella, es acertado educar en la prevención de ciertas conductas inadecuadas o de riesgo.
“Si el dúo está en los inicios es mejor dejarles su espacio y si el hijo decide formalizar la relación, se puede invitar a la pareja a casa para conocer a la familia e ir introduciéndola en los planes de manera gradual. Es una buena manera de hacerle saber a nuestro hijo que la persona con la que sale nos importa”, refiere esta psicóloga.
Andrés recuerda que el desamor causa tristeza, apatía, aislamiento, pérdida de apetito, frustración, falta de concentración, etc: “Conviene darle la importancia que se merece, ya sea preguntando al hijo cómo se siente, qué necesita o quedándonos a su lado. De lo contrario, pueden distanciarse e incluso reaccionar con episodios de ira”.
Para Laura Cerdán, psicóloga clínica y psicopedagoga, el primer amor que “despierta por primera vez en el adolescente deseo, ternura, fascinación y pasión” y desamor, son experiencias inolvidables, sobre todo, por la intensidad con la que se viven. “Se trata de prácticas vitales y la manera cómo se resuelvan va a determinar futuras relaciones de pareja", manifiesta.
“La neurobiología de las relaciones sentimentales es compleja, ya que se activan zonas cerebrales relacionadas con las redes de recompensa y la dopamina, hasta zonas como la amígdala y la corteza prefrontal. En la adolescencia se configuran y reconfiguran algunas estructuras cerebrales que posteriormente serán más difícil cambiar y, por tanto, la huella que deja ese primer amor tiene más peso del que a priori solemos creer”, certifica.
Explica que, el modo de vivir esa relación sentimental y la ruptura dependerá de: la forma en que se haya producido el enamoramiento, los motivos de la ruptura o la autoestima del adolescente. "Como padres, deseamos que nuestros hijos no sufran, pero lo que pueden sentir ante una ruptura sentimental, han de gestionarlo ellos. Sí podemos (y debemos) apoyarlos", señala.
La psicóloga considera los siguientes puntos a tener presentes en la familia:
Según Cerdán, las situaciones que se vivan en la adolescencia no tienen menos valor que si se diesen a una edad más madura. “Creer eso sería invalidar las emociones y sentimientos de alguien únicamente por su edad”, asevera, aunque perfila que se viven diferente atendiendo al nivel de desarrollo madurativo.