Carmen López Pérez es una de esas abuelas que abundan en España que aman a sus nietos sin esperar nada a cambio, uno de los pilares fundamentales de la familia. Para sus tres nietos, de 13, 6 y 3 años, es fuente de cariño, sabiduría y comprensión. Para sus hijas, un alivio. Y para ella misma, disfrute (aunque, reconoce, "a veces es un esfuerzo físico importante"). La expansión del coronavirus ha obligado a romper por un tiempo, solo físicamente, esa alianza de abuela y nietos. Carmen lo asume como un acto más de amor. Enfermera jubilada, sabe muy bien lo que nos jugamos todos.
Siguiendo las recomendaciones sanitarias, que aconsejan no salir de casa más si no es necesario, nos recibe por teléfono desde su casa en Pozuelo. Viuda y enfermera jubilada, esta mujer es un pozo de conocimiento y reflexiona con mucha claridad. "Comprendo que la situación en estos momentos es desconcertante. Los abuelos son habitualmente las primeras personas requeridas cuando los niños lo necesitan y no todos los trabajos permiten tomarse ahora unos días de vacaciones o trabajar desde casa”. Aun así, Carmen está conforme con la medida. "Los niños pueden haber desarrollado la enfermedad sin presentar síntomas. Las consecuencias podrían ser muy graves".
Su intuición ya le hizo encender las alarmas hace unas semanas. "Vi que la propagación estaba fuera de control. Mucho antes de que lo dijera la OMS, ya sospeché que esto, más que epidemia, iba camino de convertirse en pandemia. Las autoridades han tardado en aplicar medidas. Hemos actuado tarde y ahora se nos está yendo de las manos", explica.
Hablamos con Carmen del cierre de los colegios como parte, según el Ministerio de Sanidad, del escenario de contención reforzada que se aplica allí donde hay evidencias de un foco de transmisión no controlado. "Es una respuesta drástica que ha alterado la vida de las familias, pero hay que actuar desde el sentido común".
Recordemos que, desde el miércoles, millón y medio de niños están fuera de las aulas y los padres deben barajar cualquier opción antes de llevar a los niños con los abuelos. Los mayores son un sector de la población muy vulnerable, sobre todo si tienen su sistema inmunológico débil o padecen algún tipo de enfermedad respiratoria, renal o de corazón.
¿Cómo se asume esto cuando los abuelos ejercen como tal de forma cotidiana casi a tiempo completo? "No es miedo, sino responsabilidad y coherencia. Hay que sopesar riesgos”, responde Carmen. Ella es una mujer sana y con mucha vitalidad, lo que le permite disfrutar de una estupenda relación con sus tres nietos. Está habituada a salir al rescate cuando una de sus dos hijas se encuentra en apuros y recorre con su Golf GTI los 15 kilómetros que separan Pozuelo y Las Rozas.
Llega siempre con un cesto de besos, buenas palabras y pensamientos positivos. Habla con pasión de sus nietos. "Son muy preguntones y quieren saberlo todo". Ella va rellenando sus porqués como puede y con humor. Para Rodrigo, el mayor, su abuela es sencillamente especial. Con las niñas, disfruta de ese particular encadenamiento genético entre generaciones de mujeres. Con ellos se convierte en cuidadora, compañera de juego y confidente de su pequeño mundo.
Les ayuda a crecer y con su sabiduría de muchos años contribuye, de un modo natural, a formarse como personas. Está presente en situaciones cotidianas de los pequeños y su huella en su desarrollo emocional va a ser indeleble. Una auténtica maestra de vida.
Ahora sigue dispuesta a echar una mano a sus hijas tomando estricta precaución y buscando la fórmula más conveniente para todos. En las últimas semanas ha minimizado su actividad vida social y no acude a lugares cerrados. Es consciente de que el cierre de colegios está contribuyendo al control de la epidemia en China. Insiste en que los niños pueden ser asintomáticos, pero transmisores.
Según la Asociación Española de Pediatría, es probable que tengan una carga viral más grande que el resto de la población, aunque reconoce que llevamos poco tiempo conviviendo con el virus y las lagunas de conocimiento son aún grandes.
No todos los abuelos lo entienden así y les cuesta asumir que su vida social debe paralizarse por un tiempo. Las palabras del presidente de la Asociación de Abuelos y Abuelas de España (ABUESPA), Francisco Muñoz, no contribuyen demasiado: "No hay un solo abuelo que dé un paso atrás ante la necesidad de un nieto, aunque haya riesgo. No hay uno solo que dé un paso atrás", ha repetido.
Uppers ha hablado con más abuelos. La precaución se repite. Antonio, un jubilado que se encuentra en perfectas condiciones para hacerse cargo de sus dos nietas, aún bebés, ha decidido quedarse en casa.
Carmen, funcionaria que trabaja en el Congreso de los Diputados, tiene, después de los contagios conocidos, razones de más para guardar distancia con su numerosa familia. "Ni siquiera me atrevo a darles un beso”, asegura.
Luz, una abuela italiana, permanece en casa por causa de fuerza mayor tras ser operada de un pie y no recibe visitas de sus nietas. Como ellos, Paz, Ernesto, Lucía… estarían encantados de echar una mano a sus hijos y nietos, pero se impone el sentido común.
En España hay unos cinco millones de abuelas como Carmen, mujeres que en las encuestas declaran que una de sus grandes preocupaciones, por encima incluso de su salud, son sus nietos. Su labor no es solo quedarse al cargo de los niños, bordarles las iniciales en sus uniformes o preparar las meriendas. Hoy son un soporte fundamental en la sociedad.
La psicóloga Laura Rojas-Marcos las define en su libro 'La familia: de relaciones tóxicas a relaciones sanas' como una ONU con patas. "Con mayor inteligencia emocional que el común de los mortales, capaces de intermediar y ayudar a resolver cualquier problema que surja en las relaciones familiares".
La pausa obligada por el coronavirus sirve para corroborar que son piezas fundamentales para la transmisión cultural de una generación a otra. Con sus discrepancias y sincronías, los abuelos son la parte más humana de la intendencia familiar. Tienen un lugar protagonista en la infancia de nuestros hijos, y hoy se les echa en falta.