La violencia de bandas latinas marcó un primer sábado de febrero trágico. Cuatro apuñalamientos, dos de ellos mortales, en una sola noche en Madrid. El primero de los crímenes ocurrió a las 22 horas, cuando un menor de 15 años fue abordado a las puertas de una sesión light en la discoteca Independance Club por ocho jóvenes. Recibió un machetazo en el pecho. Los facultativos del Samur no pudieron hacer nada por salvar su vida.
Una hora más tarde, el 112 recibía el siguiente aviso por un segundo apuñalamiento en un parque junto a la calle de San Mario, en Usera. Un varón de 25 años había entrado en parada cardiorrespiratoria a causa de una herida profunda en la zona lumbar. Hubo dos reyertas más. Jóvenes con machetes en diferentes puntos de la comunidad madrileña y varios heridos de gravedad.
Aunque los apuñalamientos no parecen tener relación entre sí, los investigadores barajan como principal hipótesis la implicación de bandas latinas. El menor fallecido, Jaime Guerrero, al que todos llamaban Pepe, jugaba al fútbol en Móstoles y desde hacía poco tiempo simpatizaba con pandilleros de la banda de Los Trinitarios. Junto al cuerpo, la Policía Nacional recogió una navaja y un machete de 60 centímetros de largo, que podrían pertenecer al fallecido.
Son sucesos que han provocado una gran conmoción en la sociedad y enorme inquietud en los padres. ¿Qué riesgo existe de que alguna de estas bandas pueda reclutar a nuestros jóvenes y adolescentes? ¿Simpatizar con ellas debería ser motivo de preocupación?
Desde hace años, se sabe de la existencia de bandas que pelean por el control de la capital. Según un informe de la Fiscalía de la Comunidad de Madrid, podría haber unos 1.200 pandilleros distribuidos en 400 bandas criminales de origen latinoamericano. Una de las primeras que empezó a actuar en nuestro país fue el grupo Latin Kings, descabezada en 2013 por la Policía Nacional.
La mayoría, según este informe, son grupos minoritarios, pero su presencia supone trapicheo de droga, peleas encarnizadas entre bandas rivales, atracos continuos y apuñalamientos. Tres de ellas son más numerosas y se matan por el control: los Ñetas, los DDP y los Trinitarios. Entre todos podrían sumar unos 800 pandilleros. Los Ñetas nacieron en la prisión de Oso Blanco, en Puerto Rico, en los años setenta, donde protagonizaron violentos disturbios y motines. Llegaron a Barcelona y Madrid a principios de 2000 y desde entonces aplican tácticas de extrema violencia.
Los DDP (Dominicans Don’t Play) usan el rojo y azul de la bandera dominicana como colores identitarios y funcionan como mafia criminal por diferentes barrios de la capital (Chamartín, Lavapiés, Aluche y Carabanchel). El más peligroso es el grupo de los Trinitarios, que suelen portar pañuelos de color verde. De este color fueron los corazones que llenaron las redes sociales en señal de condolencia. Cuentan con más de 400 pandilleros, casi todos de origen dominicano, y controlan el tráfico de drogas en Cuatro Caminos, aunque su radio de actuación abarca casi toda la ciudad.
En la muerte de Pepe, el sábado pasado, se sospecha que los autores podrían ser miembros de los Dominican Don't Play e investigan si pudo haber algún enfrentamiento previo. Campan por las calles, actúan a diario según sus códigos y provocan continuas disputas por el control, aunque en raras ocasiones trascienden. Sus peleas pueden tener como escenario San Blas, Canillejas, Villaverde y San Cristóbal de los Ángeles, pero, tal y como hemos visto este último fin de semana, cualquier zona les viene bien.
Pepe era español, de madre marroquí, vivía en Vallecas, jugaba al fútbol como cadete y era muy querido. ¿Qué le pudo lleva a esa simpatía por la banda latina? Javier Urra, psicólogo y ex Defensor del Menor, asegura que estos grupos utilizan técnicas de persuasión y adoctrinamiento rápidas y muy peligrosas. "La adolescencia es una etapa de inestabilidad emocional en la que el deseo de pertenencia a un grupo y de sentirse protegido podría llevar a un joven a quedar atrapado en un camino de difícil retorno", indica.
Aclara que, evidentemente, no está en riesgo cualquier menor. "Suelen ser jóvenes vulnerables, de entornos marginales, que no se sienten queridos y no encuentran un sentido a la vida o no tienen ilusión. A esto hay que añadir un nuevo factor, la desesperanza generalizada". Algunas de las frases que se leen estos días en las redes sociales contienen señales muy claras de estos patrones que describe Urra. "Hermano -escribe uno- te escribo esto con lágrimas en la cara, con los ojos rojos por estar pensándote toda la noche". Otros piden perdón por no protegerle, tal y como le juraron.
Ese lenguaje de hermandad, juramentos de protección o admiración suenan muy sugerentes a los jóvenes, según dice el psicólogo. "Les transmiten una sensación de pertenencia y de protección muy atractiva, igual que lo son sus códigos o vestimentas. Ese 'tú eres mi hermano y yo te protejo’ acaba siendo una trampa mortal. Realmente, una vez en la banda acaban despersonalizados y sin identidad. Ya abducidos, se convierten en fanáticos sectarios. Son solo un miembro más al que colocan un machete en la mano. Son machistas, violentos y territoriales". Por eso, a menudo se enzarzan con grupos de marroquíes o jóvenes de Europa del Este.
Sus ritos de iniciación son igualmente escabrosos. De los Latin Kings saltaron a los medios las novatadas en forma de paliza por parte de los más veteranos. Los Trinitarios obligan a pinchar a tres personas en el metro elegidas de forma aleatoria. Tienen que demostrar valentía y lealtad a la organización, si bien después no hay una elaboración mayor de la violencia y el asesinato.
Javier Urra aconseja buscar ayuda profesional en cuanto la familia advierta los primeros signos de simpatía, acercamiento a una de estas bandas o conducta de riesgo porque se le pueden ofrecer un abanico de formas de asistencia y prevención. Él mismo dirige proyectos en los que se trabaja para que el adolescente se sienta seguro, escuchado, protegido, con un sentido de vivir y con referentes positivos. En cualquier caso, nos tranquiliza saber que en España no hay una situación alarmante.