Ni mucho ni poco. Como diría un sueco, lagom. Es decir, la medida justa. Esta llamada a la moderación suena bien, ahí es donde reside la virtud, pero ¿qué es lo justo? La asignación de la paga a los hijos es un tema controvertido que forma parte importante de la crianza y de su educación. Supone un peldaño más en la relación con sus padres y también con el exterior. Disponer de un dinero incrementa el sentido de la responsabilidad, la autonomía, la autogestión, el concepto de sí mismo, el valor de lo material y la generosidad. Sin embargo, la confusión detona cuando llega el momento: ¿Es mejor fijar una cantidad o cubrir sus gastos a demanda? ¿Qué edad es buena para empezar? ¿Y si hago de mi hijo un despilfarrador?
Alberto Andrés Cánovas, psicólogo alicantino con gran experiencia en estas etapas que marcan el paso de niño a adulto, "siendo los dos y ninguno a la vez", avanza que, a pesar de las opiniones encontradas que se puedan dar, dar una paga a los hijos es una decisión positiva que trasciende lo material. "Se convierte -señala- en un elemento que puede gestionar y, por tanto, genera sensación de autonomía. Por otro lado, sirve también como herramienta educativa (siempre desde lo positivo y no desde lo coercitivo)".
El psicólogo toma como referencia las etapas evolutivas de Piaget y sitúa en los 7 años el momento para empezar a asignarles un dinero. "Hay que tener en cuenta los hitos evolutivos e irse a cuando empieza a existir cierto grado de desarrollo cognitivo más complejo". En esta fase de desarrollo, el niño empieza a poner en práctica operaciones matemáticas simples que estimulan su pensamiento lógico. También avanza en su capacidad empática y en el desarrollo de su pensamiento lógico. Aunque su pensamiento abstracto no está aún desarrollado, no le impide comprender algunas complejidades.
En España ronda los 30 euros semanales a partir de la adolescencia. Antes de fijar cuánto se le da, Cánovas aconseja tener en cuenta una serie de criterios. El primero, la edad y lo que se desprende de ella. "Es decir, las necesidades que nuestro hijo tiene. A los 7 años, la exigencia real que se puede tener gira en torno a chucherías, juguetes y actividades. Si estas necesidades se cubren de forma automática, no tendría mucho sentido el concepto de paga desde el punto de vista de la autogestión. Se convertiría más en una especie de fondo de pensiones".
Lo sensato es ir aumentando la cantidad según va cumpliendo años, pero poniendo un tope. "A partir de determinados años, las necesidades serán mayores y no se podrán cubrir con la paga. Habrá que fomentar entonces la iniciativa hacia el empleo y la obtención propia de ingresos".
"En mi opinión, semanal. Al menos hasta edades como los 14 años", responde Cánovas. Después, según matiza, se podría ampliar el periodo, teniendo en cuenta que cuanto mayor es el tiempo que pasa entre una paga y la siguiente, mayor oportunidad le estamos dando para empezar a autogestionar el dinero.
En los primeros años, sus necesidades no van mucho más allá de unas chuches, un regalo para un amigo, una tarde de cine… Sin apenas darnos cuenta, pegan el estirón y ese niño que ya no lo es tanto tiene nuevos hábitos y exige gastos que, aunque entren dentro de lo predecible, no dejan de ser desconcertantes: gasolina, transporte público, determinadas marcas, equipamiento para sus actividades deportivas, una cena con amigos… El dilema se complica. Ya no es solo qué cantidad, sino qué gastos debe cubrir la paga. ¿Ocio y ropa? ¿También gasolina cuando ya tienen edad de coche o moto? ¿Y quién se hace cargo de sus primeras multas?
El consejo de nuestro experto es fijarse en las necesidades no básicas, aunque, sobre todo, lo que debe imponerse es el sentido común. "Habrá, por ejemplo, un tipo de ropa que le facilitaremos dentro de la manutención básica y en relación con el poder adquisitivo de la familia. Si quieren algo de mayor valor, la diferencia deberá salir de la paga. Si el vehículo lo utiliza para acudir a estudiar, entrará dentro de lo básico. Cuando el desplazamiento es por ocio, deberá salir del concepto paga".
La diferente relación de los seres humanos con el dinero se advierte desde muy pequeños. Unos son ahorradores y precavidos, otros despilfarradores y otros, directamente, tacaños. Encontrar el porqué de estas actitudes tan dispares, incluso dentro de una misma familia, sería tanto, según indica Cánovas, como resolver infinidad de enigmas relacionados con el comportamiento humano. "Las personas, desde la infancia, somos seres complejos, con estructuras y constructos internos como el temperamento, la personalidad. Cada cual reaccionamos de forma distinta a los estímulos del exterior".
Para complicar más el asunto, resulta que cada hijo responde al rol que juega dentro de la familia y que, sin darnos cuenta, vamos asignando a cada uno: el pequeño, la chica, el TDA, la responsable, el maduro… "En la mayoría de las ocasiones ocurre sin que los progenitores sean conscientes de ello". Y aún hay más: el manejo que hacen nuestros hijos del dinero está también asociado a su impulsividad o, al contrario, su ponderación. "Niños, adolescentes o jóvenes más impulsivos tenderán hacer un gasto más rápido y descontrolado". "Existen otros muchos aspectos. Por lo tanto, el gasto del dinero nos servirá como indicador de su forma de actuar y nosotros la podremos enriquecer con otros elementos para que disponga del mayor repertorio de conductas posibles", concluye Cánovas.
Un modo de fomentar su responsabilidad es motivarle para que destine una parte de la paga a algún proyecto solidario. Por ejemplo, colaborar con una ONG, apadrinar un niño o comprometerse con alguna causa. La paga acaba siendo una expresión de la educación que le damos y de la forma en que queremos que actúe en sociedad.
A ellos les encanta mimar a los nietos, pero estos no deben encontrar en ellos el recurso fácil para disponer de más dinero. Es preferible que su aportación se haga de una forma esporádica y, por supuesto, voluntaria. Los abuelos conocen bien las necesidades de su familia y aportarán lo que consideren oportuno. Una opción es cubrir ciertos gastos extraordinarios, como un tratamiento médico, un viaje, un campamento o una excursión. Es importante que su buena voluntad no derive en una herramienta de chantaje o negocio para los nietos, sino que se quede en un acto de amor recíproco. Ellos además pueden dar lecciones muy valiosas sobre el valor del dinero, cómo administrarlo correctamente y las ventajas de ahorrar una cantidad.