La ciencia ha hablado: serás más feliz si tienes hijos, siempre y cuando se vayan de casa
Hablamos con un psicólogo y dos abuelos sobre el extremo opuesto del 'síndrome del nido vacío'
“Me llevo mejor con mis hijos y hablo más con ellos que cuando vivían conmigo”
Tiempo. Libertad. Disfrute. Que tus hijos se vayan de casa te convierte en una persona más feliz. No lo decimos nosotros, lo afirma el último estudio de la revista médica Plos One. Tras encuestar a 55.000 personas mayores de 50 años concluye que "los hijos se correlacionan positivamente con el bienestar y la falta de síntomas depresivos. Sin embargo, esta asociación se produce una vez que se han ido de casa". Apúntalo en el calendario. La emancipación de tus hijos es un punto y a parte en tu vida. Desde ese día todo va a ser mucho mejor. Lo dice la estadística.
Si se piensa, parece lógico. Cuando dejas de tener que hacer malabares para poder compaginar casa, niños, trabajo y vida, todo mejora. Menos variables en la ecuación, ecuación más sencilla. "Es un buen momento para darte cuenta de quién eres individualmente y también con tu pareja. Ver qué nuevos intereses tienes, cómo organizar tu tiempo libre", explica a Uppers el psicoterapeuta Juan Groch. En definitiva, es el momento de "estar satisfecho con la labor que has realizado y disfrutar de que haya acabado, al menos de forma parcial", añade.
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La improvisación vuelve
Ángel, fotógrafo de 62 años a punto de jubilarse, está de acuerdo. Su hija pequeña se fue de casa hace ocho años y el mayor una década antes. Aficionado a las motos y a la lectura, reconoce que ahora tiene más tiempo para hacer sus cosas. "Vas cambiando la rutina, te dedicas más tiempo a ti mismo, puedes viajar, improvisar", comenta entre risas. La improvisación con los niños muchas veces es complicada, todo tiene que estar más planificado. Aun con esto, Ángel, padre de dos hijos, reconoce que los echa mucho de menos. "Es inevitable, cuando viven en casa se comparten muchas cosas y al irse es necesario un proceso de adaptación. Todo cambia", cuenta.
Eso sí, cada caso es un mundo. Este mismo proceso, en ocasiones puede llevar asociada una temporada de tristeza transitoria para algunas personas, que es lo que se conoce como 'síndrome del nido vacío'. Es decir, una etapa de cierta melancolía y soledad. "Es una fase de adaptación normal que está ligada a la emancipación: hay que adaptarse a la nueva situación", asegura Groch. La sensación para mucha gente es la de (casi) volver a empezar.
Recuperas tu espacio vital
Sin embargo, es un sentimiento muy temporal que suele derivar, según afirma el estudio, en mejores relaciones y de más calidad. Esther corrobora esto. Vive en Toledo con su marido, aunque asiduamente va a Madrid, donde están sus hijos y nietos. "A mí me encantaba tenerlos en casa pero es cierto que cuando son adultos ellos requieren su espacio y tú también el tuyo. Es más, me llevo mucho mejor con ellos desde que no vivimos juntos, por eso de 'ojos que no ven corazón que no siente", asegura. "Ahora cuando vienen lo inundan todo, pero son unos días, luego todo vuelve a su ser y yo recupero cosas tan simples como mi hueco en el sofá".
Recuperar tu espacio vital, ese que habías pedido, y que termina siendo satisfactorio. "Es el momento de elaborar un proyecto de futuro en base a otro que ha llegado a su fin", explica el doctor Groch. Y exactamente eso es lo que ha hecho Esther a sus 63 años. "La relación no desparece para nada. Hablo más con ellos, me cuentan sus preocupaciones, las comparten conmigo", cuenta. "Y yo les ayudo en lo que puedo. Soy abuela, veo a mis nietos, los disfruto pero sin la presión de la educación. La vida avanza y hay que adaptarse y disfrutar de cada momento", concluye.