Las redes sociales forman parte de nuestro día a día. Estamos en la época digital. Todo se fotografía, todo se graba y todo se comparte. Y precisamente en este maremágnum tecnológico surgen problemáticas hasta ahora desconocidas. Esta es la historia de dos madres que no quieren que las fotos de sus hijos se publiquen en las Redes. Una postura como cualquier otra, igual de lícita y respetable y, sin embargo, que crea más controversia que aceptación, sobre todo en el entorno escolar. Ana y María (nombres ficticios) nos piden anonimato. No quieren que estas líneas perjudiquen a sus hijos. Hablamos también con una experta.
María vive en Cataluña y lleva a sus hijos a un colegio concertado. Su drama empezó desde parvulitos. "El primer día de colegio nos entregan un papel para que lo firmemos. En él autorizamos que las fotos de nuestros hijos se puedan utilizar tanto a nivel interno como en Redes Sociales. No te permiten elegir solo una opción. O todo o nada. Yo decidí no firmarlo y ese año mis hijos no salieron en la felicitación navideña. Les apartaron de la foto. Mis hijos se preguntaban qué pasaba, por qué no salían".
Esta situación le causó a María un gran malestar. Ella no pretende excluir a sus hijos del resto de compañeros. No es que no quiera que salgan en las fotografías o vídeos. Simplemente prefiere que su imagen no esté al alcance de cualquiera. "Algunas familias del colegio entendemos que la intimidad y la privacidad son importantes. Yo quiero educar a mis hijos, darles información sobre qué son las Redes y qué implican y con esa información, cuando sean mayores, ellos serán los que elijan qué sí y qué no publicar. Por ahora soy protectora y prefiero tomar decisiones prudentes en este tema".
El caso de Ana es similar pero le ocurrió fuera del colegio, en las actividades extraescolares. Su hija, de entonces cuatro años, quería hacer ballet y gimnasia pero en la academia donde la intentó apuntar la rechazaron por este tema. "Cuando fui a formalizar la inscripción, llegó el temido apartado de los derechos de imagen. Le expliqué a la persona que gestionaba la inscripción que nunca firmaba ese apartado y me dijo que si no lo firmaba no podía apuntar a la niña, era un requisito. Me contó que durante las clases hacían fotografías a las niñas para poder colgarlas en la página web y las redes sociales y así hacerse publicidad y que no apartarían a la niña cada vez que quisieran echar una foto".
Estas posturas y la forma de reaccionar de las escuelas es uno de los problemas a los que se enfrentan muchas familias. "Es muy importante explicar a los niños los motivos reales por los que se decide no firmar el permiso. Tal y como están las cosas esta decisión puede hacer que los niños se sientan aislados y que tengan que interrumpir su participación en actividades que están siendo fotografiadas. Por eso la explicación es fundamental", Juliana Blasco, psicóloga experta en pedagogía y terapia familiar.
María pide que sus hijos no sean apartados sino que se busquen alternativas reales. "Yo no tengo problema en que se fotografíe a mis hijos simplemente quiero que esas imágenes se difundan a los padres por canales privados, que no se hagan públicas. Esto se lo hemos planteado un grupo de padres al AMPA del colegio y ahora, tras varias luchas porque desde la asociación de padres no nos apoyaban, se están tomando medidas y estamos avanzando".
Dada la novedad de esta problemática, la pregunta inevitable es cuál es la política ideal de los colegios respecto a la privacidad de los menores. "No sacar las caras al completo es una buena medida", explica la psicóloga. Que no se les reconozca. "Las escuelas para promocionarse pueden mostrar a niños realizando actividades opero no hay necesidad de exponer al completo la imagen de los pequeños".
Ana coincide en todo. "Se trata de querer hacer el trabajo. De la misma manera que quieren publicitar el centro a través de imágenes de nuestros hijos y de manera gratuita, lo único que tienen que hacer es una criba para aquellos que no queremos que usen la imagen de nuestro hijo para esta finalidad o pixelar las caras".
Esta solución, en algunos centros, ya está estandarizada. Por ejemplo en la guardería a la que fueron los hijos de Ana. "Las fotografías se colgaban en un blog con contraseña pero, también por nuestro recelo, preferimos que no apareciera. No tuvimos ningún tipo de problema. Seleccionaban las fotografías que colgaban y ella no salía. Al final de cada trimestre nos guardaban en un USB todas las fotografías en las que aparecía mi hija, y así también las podíamos tener".
El derecho a la imagen de los menores es un asunto que está altamente protegido. Se recoge tanto en la Constitución como en la Ley de Protección Jurídica del Menor, en la de Protección Civil de Derecho al Honor y en la Carta de Derechos Fundamentales. Sin embargo, parece haber una especie de laguna en lo que rodea a los centros escolares. Sobre todo, en cuanto a cómo tratar los datos y qué se puede o no hacer con ellos.
La Agencia Española de Protección de Datos es, por el momento, la única que se ha pronunciado al respecto. Distingue entre las fotografías que se utilicen para fines educativos y para las cuales el centro está legitimado para su tratamiento sin necesidad de consentimiento; y aquellas cuyos usos exceden estos fines como pueden ser las Redes Sociales o la web del colegio. En este caso "se necesitará contar con el consentimiento de los interesados, a quienes se habrá tenido que informar con anterioridad de la finalidad de la grabación, en especial de si las imágenes van a estar accesibles de manera indiscriminada o limitada a la comunidad escolar".
Lo que no está especificado en ningún sitio es cómo deben actuar los centros ante la negativa de los padres. Cuando María empezó a tener tantos problemas recurrió a dos organismos oficiales. Por un lado, habló con Educación de la Generalitat y por otro, con la Agencia Catalana de Protección de Datos. "Una inspectora de Educación se puso en contacto con el colegio y les explicó que apartar a los niños de alguna actividad no tiene amparo ni ética ni legalmente. Se incumple la normativa legal porque hay familias que firman para que no se aparte al niño, lo que supone que el consentimiento firmado no es libre, porque está condicionado”, explica María.
Pese a todo ella tiene claro que desinformación es la protagonista de este debate. "A todos las Redes Sociales nos han pillado muy de golpe, al igual que a la comunidad educativa. Esto provoca que no seamos del todo conscientes de las implicaciones que tienen. Los padres debemos entender que Twitter, por ejemplo, es un espacio abierto en el que cualquiera puede entrar, ver y descargar las imágenes".
Por eso la educación digital debe formar parte de esta adaptación al panorama actual y María quiere hacer todo lo que está en su mano para ayudar. "Me he ofrecido al AMPA de la escuela para crear una comisión de educación en comunicación digital porque, a pesar de lo mal que lo hemos pasado, estoy convencida de que se trata de un problema de desconocimiento y por suerte puedo ayudar porque me dedico precisamente a la formación en comunicación digital".
La educación es también fundamental para Ana. Ella reconoce que no quiere aislar a sus hijos por completo del mundo digital y que en algunas ocasiones, como en el festival de Navidad, sí que da permiso de imagen a sus hijos. "A nosotros nos gusta que sea así, que pueda aparecer en determinados momentos porque es una manera de educarla en la era digital (y no privarla totalmente). De esta manera ella sabe que todo no se puede colgar en las redes sociales, todo el mundo no tiene por qué saber qué haces a cada momento, ni dónde estás, ni cómo eres. Para nosotros es una manera de educarla digitalmente".