La última vez que hablamos con Francesco Tonucci (Fano, Italia, 1940), los niños no habían pasado una de sus experiencias más traumáticas que se pueden recordar: estar confinados en casa durante dos meses y medio. Aquella vez, diciembre de 2019, este cuasi-octogenario que ve la vida con los ojos de un niño, ya nos decía que los más pequeños estaban en peligro porque no jugaban entre ellos. Ahora, pandemia de coronavirus mediante, el asunto no ha hecho más que empeorar.
Contactamos con Tonucci (vídeo en la parte superior) por conferencia de videollamada, como se hacen las entrevistas en esta 'nueva normalidad', y desde un lugar remoto nos explica que, en una encuesta realizada a los propios niños, estos vieron como un "regalo especial" haber pasado más tiempo con sus padres, disfrutando de ellos. ¿Sorprendido?
Sin embargo, con la llegada de la desescalada, para Tonucci la clave está en dar más "autonomía" a los niños. "Tenemos una idea falsa de nuestros hijos, cuando en realidad son mucho más responsables de lo que creemos, son mejores de lo que pensamos", defiende el experto.
Por ello, Tonucci siempre ha abogado por dejar más libertad a los niños, y con su proyecto "La ciudad de los niños" intenta llevarlo a la práctica. "Solo un niño que sale de casa sin sus padres puede contar cosas interesantes cuando vuelve", nos dice, para después añadir que esto está desapareciendo "porque no tiene sentido que los niños cuenten cosas cuando se pasan todo el día con un adulto, un maestro o un entrenador".
Durante el confinamiento los niños y niñas han tenido que dar clase como han podido, con medios tecnológicos, en muchos casos, deficitarios. Tonucci y los suyos volvieron a preguntar a los más pequeños sobre este asunto. "La educación a distancia ha salido suspendida por los alumnos y estaban hartos de hacer deberes y cansados y aburridos de dar clase por la pantalla", dice el psicopedagogo".
Además, esta sobredosis de ordenadores, tablets y pantallas, ha causado un efecto boomerang prácticamente inesperado, a juicio del experto: "Los niños casi abandonan la tecnología debido al hartazgo. Es imposible pensar que los niños estén el mismo número de horas atendiendo a una pantalla que de manera presencial en un colegio".
En este contexto actual en el que toca reinventarlo todo, la escuela no puede ser ajena al cambio. Por ello, Tonucci ya propuso durante la cuarentena que la escuela en casa se convirtiera en un "laboratorio" y que los padres fueran "asistentes de la escuela". Así, la cocina se podría convertir en un laboratorio de gastronomía, el baño un laboratorio de higiene o el salón un laboratorio de artes plásticas.
Esto mismo se podría aplicar, a juicio de Tonucci, en la "nueva escuela". Habría que "renunciar al aula" tal y como se conoce ahora mismo; es decir, multitud de niños sentados en el mismo lugar, y convertir la escuela en talleres y laboratorios para aprovechar todo el espacio. "Hacer un viaje, un recorrido", explica. Así, por ejemplo, los pasillos de la escuela podrían ser utilizados, también los patios o los sótanos, creando más espacios y menos hacinamiento, por lo que se reduciría también el riesgo de contagio.
"Tenemos que imaginar que la escuela vuelve a ser la escuela", concluye Tonucci. Por delante, un largo camino de posibles cambios físicos y mentales para repensar la educación de nuestros hijos y nietos en el futuro.