Empezar a beber antes de los 20 años cuadriplica las posibilidades de desarrollar una adicción al alcohol. En España, según datos del ministerio de Sanidad, el consumo de alcohol suele iniciarse alrededor de los 13 años. El 75,1% de los adolescentes de entre 14 y 18 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida. 6 de cada 10 adolescentes se han emborrachado alguna vez y 1 de cada 3 lo ha hecho en los últimos 30 días. Los datos demuestran que es muy probable que alguno de nuestros hijos adolescentes haya tenido o tenga una relación con el alcohol.
"Los padres tienen que saber que la mayoría de los jóvenes toman alcohol para desinhibirse y poder erotizar o sexualizar con sus iguales, para disminuir las presiones de los estudios o para relativizar los problemas familiares. Lo hacen como una forma de evasión o para conectar con el otro, no como consecuencia de una adicción", explica la psicóloga Lara Ferreiro, quien anima a que padres e hijos hablen de lo que significa beber alcohol y qué es el consumo responsable a partir de los 16 años, aunque sabemos que el inicio puede ser anterior, en torno a los 13 o 14".
La venta de alcohol está permitida a partir de los 18 años, pero "la realidad está ahí", señala Ferreiro. "Debemos explicarles a nuestros hijos qué es un consumo de alcohol tóxico y tener claro cuál es nuestro punto de partida", afirma.
Hay señales que muestran que puede haber un consumo de alcohol. "Si por la mañana le cuesta levantarse, si tiene ataques de ira, aparte del malestar físico fruto de la resaca. También es muy importante el contacto físico, olerle. En terapia me cuentan algunas madres que siempre piden que sus hijos les den un beso por las noches cuando vuelven a casa. Es un truco útil. Así se detecta si ha habido alcohol", señala la psicóloga.
Pero la señal más clara es el rendimiento escolar. "Los adolescentes que beben bajan en sus calificaciones. Pueden pasar de tener muy buenas notas a malísimas. El cambio repentino siempre indica que puede haber problemas de socialización que lleven al consumo de alcohol para desinhibirse o quizá un bullying. Los cambios siempre esconden algo", asegura esta experta.
El cambio físico es otra señal evidente. "La pérdida de peso puede ser indicador de un consumo. Si pierden interés por cuidarse es otro indicio, junto a una mayor irascibilidad y capacidad para meterse en problemas, por ejemplo peleas y todo tipo de conductas agresivas", advierte Ferreiro. En muchos casos, el consumo de alcohol va asociado al tabaco, así que "si encuentras cigarrillos en su mochila, es probable que también esté bebiendo", explica la psicóloga.
Lara Ferreiro insiste en que lo esencial es adelantarnos y hablar con nuestros hijos sobre lo que significa el alcohol en edades tempranas. "En principio, nunca hay que prohibir. Siempre es mejor apostar por la prevención. En terapia recuerdo el caso de una chica muy joven que tenía que dejar de fumar. Le expliqué el daño que hacía el tabaco en su salud, le mostré la imagen del pulmón de un fumador y otro sano, las posibilidades que tenía de padecer cáncer... Y dejó de fumar. Fue una sesión preciosa", explica la psicóloga.
Pero no siempre es posible la labor de prevención ni mantener terapias tan exitosas. ¿Qué hacer entonces? "Debemos evitar esa situación de tu hijo llegando tarde apestando a alcohol y tú, la madre, como una loca en duermevela empezar a lanzar argumentos en contra del alcohol", advierte Ferreiro. Para quien tiene hijos adolescentes esta escena les será familiar, ¿pero cuál sería entonces la manera de abordarlo? "Hay que encontrar el momento. Tenemos que aprovechar situaciones del día a día, irse de paseo o a tomar algo y ahí tener la conversación. También se puede aprovechar alguna noticia que se haya publicado para comentar el tema", afirma esta experta.
En esa conversación hay que recordar que el consumo de alcohol solo puede comenzar a partir de los 18 años, que hay personas que no toleran bien el alcohol, que es incompatible con conducir y que puede dar lugar a accidentes mortales. "Es importante poner ejemplos para que el adolescente pueda identificarse", explica Ferreiro. "Si los ejemplos son cercanos, por ejemplo, de amigos, son incluso mejores", asegura la psicóloga.
Cuando hablamos de nuestros hijos de un tema incómodo, debemos asumir que la conversación fluirá en las dos direcciones. No debe ser la típica 'charla' que vaya en un único sentido de padres a hijos. "Hay que crear un espacio de confianza donde nuestros hijos puedan contarnos sus cosas y hacernos preguntas con total sinceridad", argumenta Ferreiro.
El ejemplo, lo que los jóvenes vean en casa, también es importante. "Los niños aprenden de manera vicaria, por imitación. Con nuestro ejemplo vamos enseñándoles a nuestros hijos cómo es una relación responsable con el alcohol. También debemos ser un modelo de gestión emocional y no mostrar que tomamos alcohol para escapar de nuestros problemas", señala la experta antes de concluir: "si los padres beben mucho, es probable que los niños acaben bebiendo mucho". En este sentido, ayuda mucho promover espacios y actividades saludables: deporte, paseos, pequeñas excursiones, proyectos que impliquen a toda la familia...
En la conversación con nuestros hijos hay que establecer muy claros cuáles son los límites y qué expectativas tenemos. "La primera es que, por supuesto, solo se puede empezar a beber alcohol a partir de los 18 años", explica la psicóloga. Si ya sabemos que el consumo existe, "hay que darle al adolescente herramientas para que pueda decir que no. También es deseable saber de qué nivel partimos, habría que preguntarle qué tipo de alcohol bebe y cuánto", señala Ferreiro.
Si no somos empáticos con nuestro hijo desde que sabemos que está bebiendo, podemos bloquear la comunicación con él. "Cuando no mostramos empatía hacia lo que nos cuenta o está viviendo, si no mantenemos la cabeza fría, seguramente va a dejar de contarnos qué le está pasando", explica la terapeuta. Ocultar lo que hace, las amistades que tiene o el tipo de actividades que hace puede ser la antesala de problemas importantes. En este punto, es importante mantener una comunicación abierta y "sin juzgar, libre de recriminaciones, porque te tienes que ganar a tu hijo", sostiene Ferreiro.
Dependiendo de la gravedad del problema, puede ser interesante compartirlo con los padres de los amigos o incluso hacérselo saber al colegio o al instituto, donde, incluso, se puede proponer hacer una conferencia preventiva sobre el consumo de alcohol. "Pero siempre hay que empezar a hablarlo primero en familia. Antes de escalarlo a otros padres, es conveniente hablar con el adolescente porque si este descubre que se habla de estos temas al margen de él, cree que le están dejando en ridículo delante de sus amigos", explica la psicóloga. Para dar el paso de hacer el tema público siempre hay que consensuarlo con el joven, con algunas excepciones: "obviamente, si se ve que hay un consumo tóxico hay que escalarlo, pero lo fundamental es no saltarse al adolescente".
"Cada vez tengo más pacientes jóvenes que han venido de la mano de sus padres porque bebían o tomaban alcohol", señala Lara Ferreiro. En muchos de estos casos lo que había detrás era una inadaptación social. "Ocurre que algunos jóvenes no saben relacionarse con sus amigos o ligar porque carecen de habilidades sociales y empiezan a desinhibirse a través del alcohol. Lo que hacemos en terapia es desarrollar este tipo de habilidades, de manera que el consumo de alcohol se va reduciendo", explica la psicóloga.
En terapia también se aprende a ser asertivo y no tener miedo a expresar lo que uno quiere o elige. "Hay que elegir por uno mismo, no por los otros, hay que aprender a decir que no", señala la experta. Para que al terapia sea efectiva es fundamental cuándo se acude a ella. "Los pacientes vienen al psicólogo dos o tres años más tarde de lo que debería. Y en el caso de los adolescentes, es fundamental venir a tiempo porque un árbol que crece torcido es difícil de enderezar. La infancia es el patio donde se juega toda a vida", concluye la terapeuta.