¿Qué se sabe de Julio Anguita (1941-2020) fuera de su faceta política? Apenas que era profesor, y que tuvo un hijo, periodista, que murió en la guerra de Irak. El hecho de que lo que de él conocemos se centre en su labor profesional da buena cuenta de su riguroso compromiso con la sociedad. Su integridad no la discuten ni quienes se sitúan en las antípodas de sus ideas. Tampoco su discreción. Llevó muy a gala una virtud que hoy parece desvaída: la coherencia. Si hubiera que distinguir entre los políticos de antes y los de ahora, Anguita era claramente de los del pasado; de los que honestamente —independientemente de sus creencias— pensaban que tenían algo que aportar a la ciudadanía y consagraban su vida a darlo. Pero un somero repaso a su vida personal puede darnos más claves acerca esa rectitud con la que será recordado el cordobés que ha fallecido este sábado a los 78 años.
Hubo dos mujeres en su vida. La primera, Antonia Parrado Rojas (nacida en 1944), fue la madre de tres de sus hijos, Julio, Juan Antonio y Ana. Maestra y licenciada en Filología Moderna, Antonia compartía con su exmarido la inquietud política. Entre 1999 y 2003 fue teniente alcalde de Servicios Sociales en el Ayuntamiento de Córdoba; dos años más tarde, se hizo cargo en el mismo consistorio de la Concejalía de la Mujer. Desde esta posición, apostó por la educación para lograr la igualdad de sexos. Como contó en una entrevista en 2005 al diario Córdoba, había crecido viendo en los campos andaluces cómo las mujeres se deslomaban tanto como los hombres, y luego tenían que ocuparse, además, de las tareas de la casa. “Por eso creo que la formación y la educación llevarán a las mujeres a liberarse y a conseguir de una vez por todas que se trate igual a un hombre que a una mujer”, dijo. Sabía que el virus de la violencia machista se ataja desde las edades más tempranas. “Si en la escuela potenciamos la educación en igualdad y conductas no agresivas llegará el día en que eliminemos esa violencia”, añadió.
Julio y Antonia se casaron en 1969, “por la iglesia”, como dictaba la época, según dijo Antonia en una entrevista a El Mundo en 2015. Nacida en Bujalance, fue directora de un colegio e inspectora de Educación, antes de dar el salto al ruedo político. Se separaron en 1977 y vivió con el mismo dolor que Julio el fallecimiento del hijo mayor de ambos cuando cubría como reportero la guerra de Irak.
Julio Anguita Parrado (1971-2003) estudió Periodismo, y empezó escribiendo en el Diario de Córdoba antes de engrosar la redacción de El Mundo. A las órdenes de este periódico ejerció de corresponsal en Nueva York, desde donde envió crónicas expeditivas de los antentados del 11-S de 2001. A primeros de 2003 decidió ir a contar la guerra que se estaba librando en el suroeste de Asia. Le alcanzó un misil iraquí. Julio Anguita recibió la noticia minutos antes de presidir un acto en Getafe (Madrid), y sus palabras fueron ejemplo de entereza y responsabilidad: “Ha cumplido con su deber —dijo— y yo, por tanto, voy a dirigir la palabra para cumplir con el mío”.
En 1991 nació Carmen, cuarta hija de Julio Anguita, fruto de su relación con Juana Molina, compañera de partido. Por entonces, el Califa Rojo tenía 50 años y estaba en su plenitud política: era coordinador general de IU y ocupaba plaza de dipitado en las Cortes. Siempre consciente de que debía trazar una línea entre sus ámbitos público y privado, para garantizar la intimidad en el momento del nacimiento de la niña no se le ocurrió otra cosa que cambiarse de habitación en el hospital y colgar en la puerta un cartel donde ponía: “Cerrado por desinfección”.
Con todo, los años duros de Julio Anguita en el trasiego institucional marcaron un antes y un después en su vida sentimental. Solo una vez que dimitió como secretario general del PCE y se desmarcó de Izquierda Unida en 1999 (tras un par de infartos), y regresó a su labor docente en Córdoba, rehizo su vida junto a otra mujer. En 2007, a los 66 años, se casó con María Agustina Martín Caño, de 53, con quien llevaba años conviviendo; ella es natural de Ciudad Rodrigo (Salamanca), donde el político llevaba muchos años pasando temporadas. Los casó el alcalde Javier Iglesias, del PP.
María Agustina y Julio Anguita se conocieron en el Instituto de Enseñanza Secundaria Blas Infante de Córdoba, donde él impartió clases desde su retorno a la docencia en 2003 hasta su jubilación. Ella era profesora de ingles. Muchos lugareños se reunieron en el consistorio salmantino para atisbar a los novios, y, como reflejó la cadena SER, cuando un periodista le preguntó cómo llevaba esa atención que suscitaba por un acontecimiento privado, respondió: “Prefiero pasar desapercibido, ya que mi vida privada es casi tan importante como Dios”.
Aunque unido fuertemente a Córdoba, Julio Anguita había nacido en Fuengirola (Málaga). Hasta los cinco años vivió con sus abuelos en Galicia. Su abuelo Mateo era practicante y su abuela Artemisa, matrona. Después su familia se trasladó a Córdoba, donde echó raíces. Su padre era militar; y como mandaba la antigua tradición, a Julio se le animó para que hiciera carrera en el ejército; pero aunque se preparó para ingresar en la academia, no entró. Encontró entonces su verdadera vocación en la enseñanza.
Su entorno más cercano y las vicisitudes de su vida marcaron, como no pudo ser de otra manera, el carácter de Julio Anguita. Tanto es así, que tras la muerte del hijo que llevaba su nombre valoró el final de la vida de otro modo. “Gracias a él no le temo a la muerte”, declaró a El Mundo. “No quiero decir con ello que tenga un sentido trascendente de la vida, ni que me vaya a encontrarme con él. Pero si él ya ha dado ese paso, no me importará seguirle”.