Aislados, pero no solos. El coronavirus y el estado de alarma os han pillado en casa mientras tu madre os hacía una visita, y después de unos días con síntomas ya sabéis que está contagiada. Toca poner en práctica todas las medidas que seguramente conoces y alguna más específica, lo que supone, inevitablemente, la readaptación de tu casa, la adquisición de nuevas rutinas y la puesta en práctica de un nuevo modelo de convivencia. ¿Estás preparado?
Tan sencillo como eso y tan necesario en cualquier patología. Garantizar la limpieza y la renovación del aire es el primer paso para crear un ambiente sano. En invierno bastarán 10 minutos. Como el lavado de manos, es una medida mínima, pero eficaz e indispensable. Un tema aún de mayor importancia es decidir quién va a ser el cuidador de la persona afectada para minimizar los riesgos de contagio. El cuidador también tendrá que extremar su higiene.
Implica diversos aspectos. Si el mayor ya dispone de su habitación, simplemente hay que extremar la higiene. Si en la casa no hay suficientes habitaciones, hay que dejar al menos una que pueda cerrarse para la persona mayor afectada y habilitar otro espacio como dormitorio para las personas que no están contagiadas. En cualquier caso, la persona aislada no debe recibir la visita del resto y, si es necesario, unos y otros tendrán que lavarse las manos antes y después de entrar en contacto. Sobre el lavado de manos, ya somos expertos: al menos 20 segundos y de manera pormenorizada: palmas, dedos, espacios entre cada dedo y muñecas. "El sitio del enfermo es recluido en su habitación, sin contacto con el resto de familiares", explica el doctor Homid Fahandezh, médico del Hospital Universitario Fundación Alcorcón. Lo ideal es que la habitación del contagiado fuera exterior. Y si el enfermo tuviera que salir, lo hará con mascarilla quirúrgica y manteniendo la distancia de seguridad (más de un metro).
Es la segunda derivada. Como casi todos los patógenos, el coronavirus también se transmite a través de materias de desecho (orina, mucosidades y heces, entre otras). Aunque la higiene sea rigurosa, es complicado mantener un baño impoluto. Por eso, lo óptimo es que el enfermo y el resto de las personas que conviven con él no compartan baño. Si no es posible, hay que establecer horarios de uso y limpiarlo como si no hubiera un mañana (la lejía o el jabón con lejía, indispensables). Además, es conveniente pasar una solución desinfectante a grifos, pomos y toda superficie de contacto cada vez que alguien use el baño.
Compartir toallas tampoco es una buena idea. El paciente debe tener las suyas propias y, además, renovarse con frecuencia. Es el momento de darle vidilla a la lavadora, y esto afecta sobre todo a toallas, sábanas y paños de cocina, los grandes olvidados y los grandes reservorios de patógenos. "Hay que lavar con agua caliente porque el virus es sensible a las altas temperaturas. Si no es posible, dejemos las prendas al sol, es un antiséptico natural", explica este profesional. Además, antes de que llegue a la lavadora, la ropa, sábanas y toallas de la persona contagiada debe meterse en una bolsa de basura cerrada y no compartir espacio con el resto de ropa para lavar.
Hay casas con más de un teléfono de línea fija, la mayoría inalámbricos y la mayoría con un servicio de interfono. Si dispones de uno así, será muy útil en la cuarentena. Si no, el teléfono móvil será de gran ayuda. Los expertos recomiendan comunicarnos dentro de casa a través del móvil para coincidir lo menos posible. Practicar la distancia social dentro de casa no es solo aconsejable, sino obligatorio.
En modo spa o en modalidad exprés, la ducha diaria es otro de los musts, pelo incluido, según longitudes y calidades. No todos los cabellos se ensucian de la misma manera, pero hay que saber que el sebo del cuero cabelludo es otro imán de gérmenes que conviene mantener a raya. En el caso de las personas mayores, la ducha diaria puede complicarse por problemas de movilidad. Es el momento de hacernos con esponjas sanitarias que llevan incorporado el jabón. Se compran en farmacias o parafarmacias, son de un solo uso y muy fáciles de manejar. Si el paciente no puede usarla porque sus problemas de movilidad son severos, tendremos que hacerlo nosotros, eso sí, con guantes y con las medidas de higiene precisas (lavado de manos y cara anterior y posterior).
Hablamos de hidratación interna, muy importante porque nos permitirá deshacernos del virus a través de la orina, el sudor y otras secreciones. A nuestros riñones les espera un duro trabajo en esta crisis. No hay que esperar a tener sed para beber agua o cualquier infusión. Para las personas mayores hay una dificultad añadida: suelen acusar peor tanto los cambios de temperatura como la sensación de sed. Por ello, como regla general, beben poca agua. En este momento, tenemos que hacerles entender la importancia de la hidratación y proveerles de agua o de otras bebidas (no alcohólicas, estaríamos favoreciendo la deshidratación) en su habitación. "Beber es importante porque primero impide la deshidratación. Al beber hacemos que el virus que se acumule en la garganta pase al tubo digestivo, donde se elimina más fácilmente", explica Fahandezh. "La temperatura es importante, al ser sensible al calor, vamos a rebajar la carga viral si bebemos bebidas calientes", señala el médico.
Y otra pauta importante: es mejor beber pequeños sorbos a intervalos cortos que grandes cantidades espaciadas.
Usar crema hidratante después de la limpieza facial, el baño o la ducha siempre es aconsejable. Ahora, con una higiene más frecuente, aún más. En el caso de las personas mayores es doblemente aconsejable: su piel es más fina, seca y acumula más lesiones. Si la lavamos en exceso, su manto hidrolipídico, ya de por sí débil, se debilita aún más, lo que puede dar lugar a dermatitis o eccemas. La crema hidratante después de la limpieza es esencial para sellar la piel y evitar agresiones que, además de incómodas, pueden ser dolorosas. Como en el caso anterior, si el paciente no puede aplicársela, tendremos que hacerlo nosotros, eso sí, provistos de guantes.
Si hasta este momento pisábamos la cocina lo justo, ha llegado el momento de estrechar lazos. No sólo hay que mantenerla con una higiene óptima, sino que debemos revisar el estado del menaje. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, un plato o vaso con algún desconchón, arañazo o desperfecto atrae el doble de gérmenes que uno en buen estado. La persona mayor que esté contagiada debe tener su propio servicio de mesa, sin desperfectos y esmerar su limpieza. Lo ideal, en lavavajillas a alta temperatura. Y si no cualquier detergente y mucha dedicación.
El cubo de la basura también es importante. Debe ser de apertura con pedal y con bolsa de autocierre. Cuanto menos riesgos corran nuestras manos, mejor.
Como en el curso de cualquier enfermedad, la alimentación es clave para superarla. En el caso de las personas mayores, supone un hándicap añadido porque es habitual que presenten alguna deficiencia nutricional. Pueden tener algún problema de masticación, tener un sistema digestivo poco eficaz o sencillamente tener menos ganas de cocinar y hacer una dieta poco saludable. Por ello, es indispensable cocinar para ellos platos ricos en proteínas poco grasas, verduras e hidratos de calidad. Y si es en forma de puré, mejor porque haremos que lo digieran más fácilmente y ayudaremos a que el resto del organismo no gaste energía extra en la digestión y se dedique a lo importante: repararse y protegerse del virus. Además, el aislamiento llega a la hora de las comidas: los familiares no podrán coincidir, salvo lo indispensable y entre las medidas de higiene ya conocidas.
Estar conviviendo con una persona mayor afectada de coronavirus implica aislamiento, pero en absoluto abandono. La sensación de reclusión puede ser negativa para su estado de ánimo y para su salud, en general. Es hora de las ‘visitas’ telefónicas a amigos y familiares (incluso a los que viven en la habitación de al lado) y de usar todo lo que nos brindan medios de comunicación y nuevas tecnologías. Facilitar al enfermo una televisión, radio o tablet desde las que pueda informarse o distraerse es uno de los recursos más efectivos para sobrellevar el aislamiento. Los libros son otros de los indispensables. Y si no pueden leer, quizá podemos ejercer de lectores para nuestra gente. El mejor recurso siempre somos nosotros. Seamos pacientes con nuestros mayores, aunque el cariño tenga que mostrarse, mínimo, a un metro.