La convocatoria ordinaria de la EBAU, EvAU o prueba de acceso a la Universidad ya está a pleno rendimiento. La mayoría de las comunidades autónomas acabarán a finales de junio y reservarán julio y los primeros días de septiembre para celebrar exámenes extraordinarios. Mientras tanto, alumnos y padres se consumen con la gran pregunta: ¿se obtendrá la calificación necesaria para cursar la carrera preferida?
Aunque parezca que los estudiantes se juegan el acceso a la universidad en los últimos años del colegio o del instituto, llegar a ser universitario supone una estrategia de largo recorrido. Hay que tener en cuenta la nota de corte para cada especialidad según las facultades, pero mucho antes de eso está la nota del estudiante: una parte de la calificación viene de la propia EBAU y otra, de la media obtenida desde 4º de la ESO y los dos cursos de Bachillerato. Y llegar a estos niveles con el 'músculo del estudio' afinado, el que permitirá obtener buenas calificaciones, depende mucho de las primeras etapas escolares.
Lo llamativo, según un estudio de la Universidad de Toronto, es que las notas tienen que ver no solo con la constancia en el estudio, sino con el mes de nacimiento. Es decir, cuándo se ha nacido influye de manera determinante en la vida escolar.
El estudio afirma que los niños que son los mayores de la clase rinden más académicamente, ya sea en el colegio o en la universidad. Y no solo eso: cuando llegan a adultos suelen encontrar mejores empleos y ser más eficientes en su puesto de trabajo.
Este fenómeno se llama Efecto cumpleaños o Efecto Edad y es conocido en edades tempranas. Cuando los niños son pequeños, psicólogos, padres y educadores saben que hay una enorme diferencia de desarrollo entre los niños nacidos en enero (los mayores de la clase) y los nacidos en noviembre y diciembre (los pequeños), ya que en España y en muchos países los cursos escolares se organizan de acuerdo a los años naturales. Haber nacido en los primeros meses del año o en los últimos un 'gap' que se tiene en cuenta cuando los niños comienzan a leer, a hacer las primeras operaciones matemáticas o a relacionar conceptos.
Lo sorprendente de la investigación es que asegura, además, que las consecuencias de nacer en enero o diciembre pueden extenderse en el tiempo y llegar a determinar el futuro de los estudiantes.
Hay otros factores que también pesan en la vida escolar, pero es significativo que durante los primeros años, cuando se consolidan algunos patrones sobre cómo nos relacionamos con el mundo o cómo nos vemos a nosotros mismos, la diferencia de desarrollo sea tan notoria. En las primeras etapas infantiles existen diferencias entre los niños nacidos en los primeros meses del año y los nacidos en los últimos. Su edad cronológica corresponde a su edad madurativa, pero eso no significa que las diferencias se vayan a alargar en el tiempo. Cada niño es único y se diferencia de los demás desde el punto de vista neurológico, social, económico, familiar o emocional.
Los psicólogos advierten de que se puede ser intelectualmente brillante independientemente del mes de nacimiento, aunque en los primeros años, la edad cronológica sí es importante para la madurez del niño. ¿Hasta cuándo? Más o menos, en torno a los 10 años, aunque depende enormemente de la personalidad del niño y de la influencia del entorno, con el protagonismo de la labor de los adultos: padres, educadores y cuidadores.
Si nacer en ciertos meses ayuda en el colegio, los incentivos por parte del entorno, también lo hacen. Según explica el estudio, si a los cinco o seis años eres de los mayores de la clase, es probable que seas de los mejores en las tareas escolares. Esa ventaja te hará aprender más desde el principio y ser más valorado en tu entorno. Es decir, tendrás una corriente constante de refuerzo positivo que te ayudará a consolidar los hábitos de buen estudiante. En consecuencia, tus profesores, tus padres y tus amigos te animarán a mantener un buen rendimiento.
Las derivadas de ese componente social son bien conocidas. Por ejemplo, en Reino Unido, los nacidos en agosto, los pequeños de la clase porque su año escolar empieza en septiembre, van menos a la universidad y es más difícil que acaben siendo altos directivos. Por ello, en este país algunos expertos en Educación han planteado la posibilidad de que los padres elijan si los hijos que han nacido en los meses finales del año escolar pueden ir al curso siguiente.
No solo en los estudios, también en el deporte
La desventaja de nacer en los últimos meses del año también se nota en el deporte de élite y, especialmente, en el fútbol. En el Real Madrid, la Real Sociedad y el Atlético de Madrid, por ejemplo, hay muchos más jugadores nacidos entre enero y marzo que entre octubre y diciembre.
Pasa lo mismo en otros equipos europeos e –insistimos- no tiene que ver con el horóscopo, sino con un patrón establecido que tiene un mecanismo muy parecido al patrón académico, en el que la realimentación social es clave. Si con ocho, nueve o diez años eres de los mayores, seguramente serás más fuerte (ventaja biológica) y más despierto (ventaja intelectual). Con toda probabilidad, jugarás más partidos, practicarás más y consolidarás tu posición dominante: tus padres facilitarán que juegues y el entrenador te sacará casi siempre.
La ventaja se irá perdiendo con los años, pero para entonces ya habrás mejorado capacidades y competencias. Lo que era algo completamente casual, la fecha de nacimiento, algo que no depende del que nace, se convierte en un motor de valor y, sin duda, algo que tener en cuenta cuando, dentro de unos días, tu hijo te diga la nota de su EBAU.