Diez señales para saber si tu relación de pareja atraviesa una crisis pasajera o es insalvable
Un tercio de las parejas se separan después del verano. Si tus vacaciones no han sido lo que esperabas, y antes de tomar ninguna decisión, comprueba si sufres alguno de los signos que, según los psicólogos, preceden a la separación
“20 años no es nada”, canta el tango. Depende de para qué. En la vida de una pareja, es una cifra respetable. Si has llegado hasta ahí, o te quedan unos pocos años, parece que la cosa funciona… ¿No? Quizás crees que estás en una fase de bajón o que vuestra relación ya no es la que era. El verano, de hecho, ha sido nefasto para lo vuestro hasta el punto de que te estás planteando emprender el vuelo en solitario.
Aunque no lo sepas, puede que estés a punto de formar parte de la estadística: en España durante 2017 (último año estudiado por el INE) hubo 102.341 casos de nulidad, separación y divorcio, este último el más frecuente, con más de 97.000 casos, un 1,2% más que en 2016. El 33% de estas separaciones se producen después del verano. ¿Cómo distinguir cuándo el bajón es una crisis pasajera o algo irresoluble? Si la convivencia no te permite ver la maraña sentimental en la que andas, te contamos las señales a las que tienes que estar muy atento de la mano de Elisa García Martínez, psicóloga del Gabinete Psicológico El Prado
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1. Dominio de un miembro de la pareja
Cuando una de las personas asume un control desmedido y decide de manera unilateral asuntos importantes de la familia, es hora de poner toda nuestra atención. De hecho, ahí es cuando se producen la mayor parte de las consultas en busca de terapia de pareja. “Normalmente los perfiles que acuden a la consulta suelen ser matrimonios con trayectorias medio-largas, que tras una crisis muy acentuada o varias crisis que no han conseguido resolver con sus propias herramientas, acuden pidiendo ayuda. Normalmente, cuanto mayor es el grado de compromiso en la relación (años juntos, hijos, propiedades o negocios en común...) más alta suele ser la demanda en terapia de pareja”, explica la terapeuta.
2. Pocas muestras de cariño
¿Recuerdas cuándo fue la última vez que os disteis un abrazo, que caminasteis de la mano o que simplemente os mirasteis con afecto? ¿Cuándo fue la última vez que os ‘explotó’ el amor? Si te cuesta saberlo, ya lo dijo Lady Gaga: estás atrapado en un mal romance. La escasa expresión de afecto y detalles hacia la otra persona es una clara muestra de deterioro. La psicóloga Elisa García lo confirma: “el cariño, el tiempo de calidad, el respeto, la comunicación y la libertad son algunos de los componentes fundamentales que aportan bienestar a la pareja. Cuando dentro de una relación existen estos componentes y podemos mirarnos a nosotros mismos y al otro con compasión, cualquier bache será mucho más ligero de superar”.
3. Falta de compromiso y criterios incompatibles
Cada miembro de la pareja invierte un ‘capital’ sentimental formado por cariño, dedicación, respeto, un objetivo o proyecto de vida, admiración hacia su pareja… Son solo algunos de los activos de la relación porque cada matrimonio escribe su propia trayectoria. Sin embargo, cuando hay un desequilibrio entre lo que aportan los distintos miembros y uno de ellos tiene la sensación de comprometerse más que el otro, el negocio amenaza ruina. Además de la falta de compromiso, la disparidad de criterios en temas importantes también pasa factura. Para Elisa García, “la crisis de pareja llega cuando el proyecto en común de la pareja comienza a tambalearse y cada miembro rema en direcciones opuestas y cuando lo que cada uno siente impide ver al otro, sus necesidades, sus sentimientos y quererle tal y como es. En muchas ocasiones se acude a terapia intentando cambiar al otro, pero es importante hacer entender que el objetivo será aceptarle y mejorar la pareja”.
4. A vueltas con el sexo
La falta de deseo sexual y las disfunciones sexuales son algunas de las causas de la insatisfacción sexual, uno de los síntomas de alarma más llamativos. La rutina y la ausencia de pasión son los venenos que matan el deseo sexual, pero no son los únicos. A veces, la atracción no existe en uno de los miembros de la pareja porque se siente atraído por otra persona. La infidelidad llama a la puerta. “Aunque los motivos de consulta suelen ser muy diversos, podríamos decir que las infidelidades estarían en el top 10 del ranking de motivos por los que una pareja decide acudir a consulta”, explica esta psicóloga madrileña para quien “reparar las heridas suele ser el objetivo de toda terapia, aunque es algo complicado cuando no hay una afinidad en los objetivos vitales”.
5. Falta de cooperación
En este caso las tareas domésticas emergen como el gran generador de conflicto. Sacar la basura, tender la ropa, recoger a los niños, sacar al perro… pueden ser debates tan acalorados como desagradables. La clave está en no sobrecargar al otro de responsabilidades que generan reproches y frustración. Y si se hace, al menos, valorarlo. Es decir, a veces no se trata de ser perfectos, sino de reconocer errores y restaurarlos, lo que implica altas dosis de humildad y coraje. Por otra parte, la falta de cooperación, unida a una mala comunicación y a la disparidad de objetivos, es la tormenta perfecta de cualquier matrimonio.
6. Agresividad, ambiente tóxico
Vivir en un ambiente tóxico es más frecuente de lo que parece. Es fácil caer en una rutina de desapego. Las largas jornadas laborales, la multitarea y los ‘ladrones’ de tiempo nos llevan a un malestar que se cuela en nuestra vida de pareja. Y en ese entorno la violencia, en forma de malas palabras o malos modos, puede aparecer. La agresividad normalmente se produce a partir de discusiones en las que se le da rienda suelta a la ira. Cuando uno de los miembros del matrimonio manifiestamente violento, la psicóloga es contundente: “en ese punto el conflicto es irresoluble y la relación no es recuperable”. Se llega por tanto a otra fase de la relación que requiere otras ayudas.
7. La familia… y varios más
Hay familias demasiado invasivas que interfieren en las decisiones y la vida cotidiana de la pareja, imponiendo sus opiniones, sus necesidades y hasta su agenda. En las primeras etapas del matrimonio, normalmente se es permisivo con las necesidades y obligaciones familiares de cada uno. Más tarde, cuando hay hijos, más gastos, más trabajo y más obligaciones domésticas, las cargas de la ‘otra’ familia pesan más que nunca. Si quieres solucionarlo, mantén las exigencias familiares a raya.
8. Falta de confianza
Cuando no hay confianza en la pareja, una de las partes asume comportamientos posesivos que provocan angustia, inseguridad y opresión. Es como si se sintiera navegando a la deriva. Para remontar esta falta de confianza, es importante fijarse unos objetivos comunes. “Sin duda el que no haya una afinidad de objetivos tiene que ver con fisuras en el proyecto vital de esa pareja. Cuando los objetivos son los mismos el pronóstico mejora notablemente porque ya se está produciendo un acuerdo en un aspecto muy importante”, explica Elisa García.
9. Diferencias culturales
Lo que en un principio te parecían diferencias que enriquecían la relación, ahora son una fuente permanente de conflicto. Las discusiones se han convertido, de hecho, en la rutina más reconocible de tu matrimonio. Negociar los asuntos domésticos o familiares como si estuvierais cada uno en una trinchera no solo es agotador, sino letal para la relación.
10. Profundas carencias en la relación
Es una sensación difícil de definir, pero contundente: cuando tienes claro que en tu pareja no hay lo que tiene que haber. Lo que hubo en los primeros años y ahora no reconoces. En ese momento, lo mejor quizá es plantearse una nueva vida. Y la terapia también puede ayudar en estos casos. “Existen ocasiones en las que durante la terapia la pareja decide dejar la relación porque deciden que es la opción más saludable para todo el mundo implicado (ellos mismos, hijos y la familia cercana). La terapia supone, en este caso, un apoyo y un facilitador de esta decisión muchas veces complicada de tomar”, explica Elisa García.
Sin embargo, si queremos que la rutina, las discusiones sin sentido, la apatía o la falta de interés no acaben con nuestro matrimonio; en definitiva, si queremos luchar por él, es vital reaccionar en los primeros momentos. “Recomiendo encarecidamente no esperar a que la relación esté muy dañada para acudir a terapia. Muchas veces vemos casos que acuden en situaciones límite en las que es realmente difícil salvar algo porque ya ha habido mucho dolor. Por tanto el acudir a terapia o tratar de solucionar la crisis cuando notamos los primeros signos de malestar en la relación será extremadamente importante. Por otra parte, el cuidado de uno mismo, del otro y de la relación, en este orden, será fundamental para que la relación prospere y tenga unos buenos cimientos que le sustenten”, resume esta psicóloga.