Los datos, si son ciertos, llevan la contraria a los cenizos y los catastrofistas, tan preocupados por legitimar una visión algo anticuada de la realidad. Según un informe de la FGEE de febrero de 2020, un 100% de los niños entre 10 y 14 años y un buen 94% de entre 15 y 18 años leen, y un 77% lo hace con regularidad. Lo que nos lleva a una conclusión: quizá esa presunción, ese sesgo que dice que los niños están perdiendo la capacidad de atención y el gusto por la lectura no sean del todo ciertos, y solo haya que confiar en que, con un buen estímulo, sin hacer que asocien la lectura con la incomodidad y la obligación, se pueda incluso contagiar a muchos más por este hábito maravilloso que nos da un refugio contra la intemperie de lo real.
Muchos padres se preguntan cómo conseguir que el hábito de la lectura eche raíces en sus vástagos y la pelea por una vida repleta de personajes de ficción, conocimiento y cultura sea la norma en lugar de la excepción.
Te contamos algunos trucos para fomentar la lectura en los niños.
Resulta una obviedad argumentar por qué leer es un hábito que solo puede aportarle cosas positivas a un niño. Puro abono y nutrientes para enfrentarse a la miseria de lo real, que el propio acto de leer también ilumina y despeja. Casi con toda probabilidad, un niño-lector verá bombardeada su creatividad, obtendrá nuevas visiones de la realidad, más matizadas y profundas, se reconocerá a sí mismo en otros mundos y otras vidas, comprenderá mejor lo que le pasa en el reflejo de la ficción, y en términos más prácticos, hará crecer su capacidad lingüística y su concentración mucho más que un niño que no coja un libro en todo el año o le suene a objeto arcano que tienen sus padres arrumbado en la estantería.
Dar ejemplo: muchos niños construyen su mundo personal y sus costumbres a partir de lo que ven en otros, sus modelos. Ver, imitar, comprender, establecer el hábito como propio. Es muy posible que no haya una relación tan directa entre ver leer a tus padres y leer tú mismo, pero es mucho más fácil asociar la lectura a algo normal, integrado en la vida diaria, si el modelo al que miramos, un padre o una madre, tiene ese hábito, lo practica y no hay ningún espectáculo en hacerlo. Leer es tan normal como comer juntos, ver una película en el sofá o jugar con el gato. Está ahí, siempre a mano.
Leerles por la noche: contra otro mito bastante extendido, no es necesario esperar a la etapa temprana de la lectura para empezar a leerle libros a un hijo. Quizá este sea el factor más subjetivo y poderoso. Un hijo en el regazo de su padre o su madre, escuchando su voz y recibiendo sus preguntas. Un acto de amor que, años más tarde, tu hijo transforme en un acto de curiosidad por descubrir su propia voz lectora.
La lectura debe ser opcional: obligar a un hijo a que lea es la mejor manera de que el odio a la lectura se instale en su cabeza, se necrose y asocie los libros a una tortura del medievo. Todos los consejos van dirigidos a que tu hijo convierta el acto de leer en costumbre, pero si no sale de él con naturalidad, sin obligación, poco se puede hacer. Que un niño no coja el hábito de leer en el tiempo que esperamos (infancia, adolescencia) no significa que en el futuro no lo vaya a desarrollar. Tienen sus tiempos y hay que respetarlos.
Dejar que ellos escojan: es aquí donde muchos padres caen en la trampa de confundir leer con obligar a leer, y esta obligación pasa muchas veces por elegirles su propia biblioteca, decidir qué es bueno o malo que hojeen en función de rumores, consejos de otros padres o de un profesor plasta. Es más importante enfrentar a un hijo al momento de elegir un libro por sí mismo que dárselo mascado, sin que tenga ninguna autonomía para asociar que su elección, su gusto y su intuición están cosidos al mismo corazón del acto de la lectura. Si tu hija quiere leer sobre dinosaurios carnívoros y tu hijo sobre agujeros negros en el inmenso espacio exterior de los que no ha vuelto nadie vivo, déjalos que salten al vacío. Y esto vale también para edades más altas.
Los libros bien a la vista: si tus hijos no tienen a mano la biblioteca de casa y los libros están en los estantes de arriba, lejanos como una cumbre nevada, tenderán a asociarlos a algo lejano, distante, frío y lleno de polvo. Es tan fácil como bajarlos de los estantes y dejarlos bien a la vista. Otra recomendación: en su cuarto pueden tener su propio rincón de lectura, con una silla y una biblioteca solo para ellos. Vale para cualquier edad. Leer es encontrar un refugio, y ese refugio es personal, secreto, solitario. Tu hijo debería tener siempre cerca su propia biblioteca, con los libros que ha escogido, con los que ha llorado y ha reído a carcajadas.
Regalarles libros e ir a la librería y a la biblioteca: puede parecer una costumbre pavloviana, pero si creamos un vínculo con nuestros hijos a base de llevarles a la librería de vez en cuando y regalarles un libro, será mucho más sencillo que ellos hagan la asociación libro-momento-positivo-premio. También hay gestos pequeños de enorme importancia: preguntarles sobre qué están leyendo, pedirles que nos hablen de la parte de una trama o del personaje que más les ha interesado, reflexionar sobre qué habría hecho él o ella en determinada situación, dejar que nos pregunten. Escucha activa.