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No es lo mismo jamón cocido que fiambre de jamón y otros juegos de palabras con los que tener cuidado en el súper

  • No todos los productos son lo que parecen, la clave es buscar la denominación legal de venta del producto que aparece normalmente por detrás del envase

  • Los lácteos y los productos cárnicos son los que más problemas plantean

  • Hablamos con Miguel Ángel Lurueña, autor del libro 'Que no te líen con la comida', para que nos ayude a diferenciar bien unos de otros

Que la industria alimentaria tiene sus truquitos no es ningún secreto. Pasear por los pasillos del supermercado es, en muchas ocasiones, una tarea de riesgo (para nuestra salud). Los ultraprocesdos, alimentos envasados y precocinados ocupan la mayor parte de las estanterías y los juegos de palabras se han convertido ya en una herramienta fácil para la industria. "Cuando vamos a hacer la compra, solemos ver solo la parte de delante de los paquetes, no nos paramos a leer lo que viene detrás. Eso los fabricantes lo saben y nosotros caemos en su juego", afirma Miguel Ángel Lurueña, autor del libro 'Que no te líen con la comida: Una guía imprescindible para saber si estás comiendo bien'. Con él, hacemos un repaso de los alimentos a los que tienes que prestar especial atención para no creer que compras una cosa y encontrarte con otra.

Ojo con los embutidos

Hay embutidos que sabemos que no son especialmente saludables, pero nos encantan y las comemos igualmente, como puede ser el chorizo o el salchichón. Sin embargo, hay otros que consumimos con mucha más tranquilidad y recurrimos a ellos porque consideramos que son sanos y que podemos consumirlos sin moderación. Dentro de este grupo se encuentra el jamón cocido. ¿Te habías planteado alguna vez que no se trata solo de carne? ¿que el paquete que has cogido de oferta tiene muchos más ingredientes además de la carne?

"Es uno de los engaños más comunes. Cuando hablamos de jamón cocido tenemos tres opciones. Por un lado del fiambre de jamón, que suele aparecer bajo el nombre de 'super york', 'maxi york', 'york para sándwich'… es jamón cocido al que se le añade almidón o fécula de patata para abaratar el producto, para que retenga más agua y así que la proporción de carne sea menor y es muy común en los supermercados. Son, sobre todo, los que tienen precios tirados", apunta el experto. Por otro lado, en el supermercado encontramos el jamón cocido y el jamón cocido extra. Ambas opciones son mejores nutricionalmente hablando ya que la cantidad de carne es casi el total del peso del producto y no pueden contener ninguno de los ingredientes anteriormente mencionados.

¿Y cómo podemos distinguirlos con total seguridad?, te preguntarás. La respuesta es sencilla. Dando la vuelta al paquete. "El jamón york no existe y por lo tanto no hay una especificación legal del producto. El nombre es 'cocido' y, por lo tanto, hablando de 'york' pueden hacer lo que quieran. Por eso es tan importante buscar la denominación legal de venta del producto que aparece normalmente por detrás del envase y será lo que nos dé la clave de lo que estamos comprando realmente", añade. En el vídeo de arriba puedes ver unos consejos del autor para leer bien las etiquetas. Dale al play.

El queso rallado también entra en escena

Ponerlo encima de la pasta para tus nietos, usarlo para gratinar o quizá solo para darle sabor a una ensalada. El queso rallado es uno de los básicos de la cocina y te sorprenderá adivinar que algunos de los que encontramos en el supermercado no tienen ni rastro de este lácteo. Como ocurre en el caso anterior, existen tres tipos de productos que, pese a parecer lo mismo, no tienen nada que ver. "El primero, el más natural, es el queso rallado sin aditivos, es el queso tal cual en forma de ralladura. Por otro lado, encontramos el queso fundido, al anterior se le añaden sales fundentes para que le den una consistencia característica y que soporte altas temperaturas sin que se queme o se separe la grasa", explica Lurueña.

El más preocupante, en cambio, es el tercero que suele aparecer bajo el nombre de 'queso de sándwich o de hamburguesa'. "Es un sucedáneo de productos lácteos, un cajón desastre en el que casi la totalidad del peso son mezclas de grasas y saborizantes metidos dentro de un paquete bonito y con dibujos que dan a entender algo que no es. De nuevo la lectura de la denominación trasera nos dará la clave".

No todos los yogures lo son

En el pasillo de los lácteos, el queso rallado no la única trampa a la que los enfrentamos, los yogures también pueden llegar a serlo, sobre todo cuando hablamos de esos infantiles que tanto les gustan a tus nietos y a los que, a veces, incluso tú no puedes resistirte. "Tendemos a llamarle yogur a todo y no es así. Existe una legislación muy estricta al respecto. Para que se pueda nombrar como tal debe ser un producto fermentado a partir de dos tipos de bacterias concretas y con unas características determinadas. De no tenerlas, la definición correcta es 'producto lácteo'. Como eso no vende, deciden darles nombres muy llamativos y atractivos, acompañados de dibujos de leche, por ejemplo, para que nuestra cabeza los considere como tales. El problema es que cada vez encontramos más de este tipo y los yogures 'buenos' quedan relegados a una esquina donde menos se ven", asevera el nutricionista.

Comprarlo siempre natural. Es la recomendación del autor para estos productos ya que, además de ser los más asequibles, son los más completos. "Ha habido una campaña de santificación de los desnatados y al quitarle la grasa, al quitarle el azúcar, realmente le estamos quitando sabor, esa textura que nos gusta y al final tenemos un producto que puede resultar incluso desagradable y al que le tenemos que añadir otras cosas para que esté más rico. Dejemos de coger los que tienen una mujer delgada dibujada delante o los que ayudan a tu tránsito, son solo reclamos que encarecen el precio final y no mejoran nuestra salud".

Consejos de experto para que no te engañen

Aunque estos tres ejemplos son los más comunes, algo similar al jamón cocido pasa con la carne picada. La que encontramos ya envasada suele tener solo un 70% de carne y el resto son ingredientes extra que lo que hacen es devaluar la calidad (aunque también consiguen que aguante más). Para conseguir identificar cuando te están engañado y cuándo te dicen la verdad con lo que estás comprando, el nutricionista nos da las claves para hacerlo en los diferentes pasillos del supermercado. Dale al play.