Hijos inexpertos y sus amigos conduciendo de noche: cómo gestionar mejor ese terror de padre
La mayoría de edad trae consigo una nueva preocupación: el volante
El psicólogo Miguel Rizaldos nos ofrece unas pautas para poner freno a nuestros pensamientos negativos y respirar
Los índices de siniestralidad en las carreteras y la seguridad de los automóviles nos dan motivos para vivir con cierta calma
Los temidos 18 y el carnet. Si ya de por si muchos padres deben pasar una transición cuando sus descendientes comienzan a pasar por los ritos de paso de la edad, las últimas noticias sobre accidentes en carretera de jóvenes no lo ponen fácil. Los consejos antes de salir de casa se multiplican (no beber, no usar el móvil, cuidado con los despistes, vigila la velocidad, respeta las señales, presta atención a los demás conductores, sé prudente cuando subas a otros coches), pero la angustia no baja para muchos, mucho menos de cara al verano y sus fiestas. ¿Alguien puede decir cuánto dura esta ansiedad? ¿De verdad sirve de algo esta neurosis? Hablamos con un psicólogo para intentar gestionar mejor este terror (fundado a raíz de los datos) de muchos progenitores.
Ser frágil no tiene por qué ser malo
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Por su doble condición de padre y psicólogo, Miguel Ángel Rizaldos vive de cerca ese estado que los padres asumen casi como el más vulnerable desde que los hijos llegan al mundo y nos tranquiliza respondiendo a la pregunta con la que titula su último libro, '¿Ser frágil es malo?': "Aceptar tu vulnerabilidad te hace más fuerte. El miedo tiene su función, aunque sea una emoción negativa. Gracias al miedo tenemos precaución en una situación peligrosa o novedosa. De no ser así, andaríamos como pollo sin cabeza. Tener miedo a que me atropelle un vehículo hace que no cruce una carretera sin mirar. Es totalmente natural y razonable que los padres sintamos miedo, puesto que es una respuesta emocional que nos permite sobrevivir y evita tener accidentes".
Ahora bien, ¿qué cantidad de desasosiego podemos tomar como prudente y cuándo empieza a ser delirio? Los hijos emprenden su propio camino y el permiso de conducción marca un hito en su crecimiento y, sobre todo, en su independencia. No podemos pretender llevarles de la mano. "Lo realmente importante -añade Rizaldos- es que la preocupación no nos bloquee ni transmitamos inseguridad a los jóvenes". Pensemos que el carné no es un regalo, sino un permiso ganado después de superar un periodo de prácticas y exámenes en el que se han evaluado sus capacidades cognitivas y emocionales, además de otras habilidades.
Saber si tiene madurez para ir al volante
Otra cosa será el uso que haga después, el control de sus impulsos o el nivel de madurez cada vez que coja el volante. "El padre -apostilla el psicólogo- debería saber si de verdad es el momento. Si es lo suficientemente maduro y responsable para hacerse cargo de la conducción de un automóvil". Lo que nunca estará de más será transmitirle la responsabilidad que implica tomar los mandos de un vínculo, igual que hacen las campañas de tráfico.
A efectos prácticos, algunos consejos son de sentido común y pueden aplacar nuestros nervios. Por ejemplo, que las primeras salidas las hagan acompañados de un adulto y con luz diurna, que eviten pasajeros mientras no tengan suficiente pericia y, por supuesto, que cumplan a rajatabla la ley.
Siempre hay algo que escapa de nuestro control
El otro gran quebradero -y este sí que escapa de nuestro control- es la posibilidad de que suban a coches ajenos. O nos sosegamos o la angustia se multiplica. "Tanto si conducen ellos como sus amigos con seguridad y cumpliendo las normas de circulación, no tiene por qué ser peligroso", indica Rizaldos. Reconoce que el hecho de que nuestros hijos tengan el carné de conducir es una gran ventaja. Para empezar, "puedes disponer de otro conductor en casa en el caso de que sea necesario".
De poco sirve echar un pulso a los hijos. "De todos modos -intuye el profesional-, tarde o temprano, si nuestro hijo quiere sacarse el permiso de conducir, lo hará. Por eso hay que facilitar la obtención del carné de la manera más segura posible. Además, hay que instruir como padres de los riesgos o peligros que tienen que evitar, como por ejemplo son el consumo de alcohol, y las drogas, también de las distracciones con móviles o los excesos de velocidad".
Lo que queda claro es que pretender controlar (y no poder) lo que va a ocurrir nos coloca en un sinvivir tan poco saludable como el de ese padre que encabezaba hace unas semanas un titular por destrozar con un pico el carísimo coupé de su retoño para evitar que condujese ebrio.
Las estadísticas dejan a los adultos en peor lugar
¿Hay motivos para tranquilizarse? Sí y no. Por una parte, en los últimos años, la cifra de accidentes de tráfico se mantiene moderada y la seguridad de los vehículos es mayor. Según los últimos datos de siniestralidad, en 2022 se produjeron 1.042 siniestros mortales en las carreteras españolas, con un balance de 1.145 fallecimientos y 4.008 heridos. De los 25 a 34 años hubo una reducción de muertes del 11%; mientras que la franja de edad que más aumentó fue precisamente la de 55 a 64 años.
La cara mala la ofrece el Barómetro europeo de la conducción. Uno de cada cuatro automovilistas menores de 35 años mira vídeos mientras conduce, a pesar de que la nueva Ley de Tráfico, en vigor desde marzo de 2022, endurece la sanción por esta infracción. El 44% de los jóvenes menores de 24 años envía o lee mensajes de texto o correos electrónicos mientras conduce, a pesar de que el 77% lo considera peligroso.
Para hacernos una idea, dos segundos con la vista apartada de la carretera equivalen a 72 metros de conducción a ciegas a 130 km/ hora. En 2015 la familia de dos jóvenes británicos que se estamparon contra el muro de una iglesia mientras se grababan conduciendo a gran velocidad quiso que la Policía de Sussex subiese el vídeo a su cuenta de YouTube para concienciar a los jóvenes sobre el peligro de estos comportamientos.
Quizás pensar está sobrevalorado
Es un desasosiego colectivo, aunque forme parte de nuestro orden de cosas privadas. Y cada imagen de estas nos pega como un latigazo que se prolonga hasta ese ruido de llaves en la madrugada. Solo nos queda gestionar el runrún y admitir con Rizaldos que "pensar está sobrevalorado. No todo lo que piensas tiene importancia. Uno de nuestros mayores errores es creer que nuestros pensamientos son verdades absolutas, olvidando el contraste con la realidad". Su consejo es aplicar la llamada técnica de la defusión, que consiste en reducir esos pensamientos que dirigen el rumbo de las ideas hacia la rumiación mental y que hacen entrar en un círculo vicioso difícil de gestionar.
"No se trata de evitar los pensamientos intrusivos y negativos, ni de cambiarlos, sino de no concederles protagonismo. No puedes cambiar lo que piensas, sientes o recuerdas, pero sí la importancia que le das a lo que piensas, sientes o recuerdas", explica. Recomienda aplicar los cuatro elementos de agilidad emocional que toma de su colega Susan David, profesora de la Universidad de Harvard:
- Expresar: mostrar lo que sientes, tus emociones, de forma que exista una comunicación con el entorno.
- Nombrar la emoción: esto implica poder alejarse, tomar distancia, ver las emociones desde un lado más objetivo.
- Ir en dirección de lo que valoramos y preguntarse el porqué.
- Avanzar, en lugar de permanecer atascados.
Afortunadamente, esas catástrofes que tememos casi siempre resultan ser solo imaginarias. Y si reparamos en ello, lo que hoy nos inquieta mañana será devorado por otros malestares, igual que los de ahora se comieron a todos los que teníamos hasta ayer.