Bicis eléctricas, el nuevo 'trend' sénior: "Ha sido como quitarme 20 años de golpe"
‘Uppers’ amantes del deporte y la vida al aire libre han visto el cielo abierto: con las 'e-bikes' pueden seguir practicando su afición más tiempo.
Son una tendencia al alza: en 2020 sus ventas aumentaron un 23% y en algunas tiendas ya representan el 70% del negocio.
José Antonio (65), Fernando (52) y Santiago (60) explican por qué se pasaron a las eléctricas y cómo les han cambiado la vida.
Son la nueva golosina a la puerta del colegio, el flamante objeto de deseo de muchos amantes de la vida sana y el aire libre, en especial de la población sénior. Hablamos de las bicicletas eléctricas. La edad media de sus usuarios es de 48,1 años. Constituyen un fenómeno en toda regla: los modelos más jugosos vuelan de las tiendas, como refirió The Washington Post. Se han convertido no ya en una alternativa real a las bicis de toda la vida, sino en el medio de locomoción de moda. Sus ventas en 2020 crecieron un 23% y se espera que en cinco años se despachen tantas e-bikes como bicicletas tradicionales. ¿Buscas un modelo de calidad? Ponte en lista de espera y dentro de seis u ocho meses puede que la tengas. Se piden por encargo, como los coches. Algunas cuestan lo mismo que un Dacia.
De origen inveterado —las primeras patentes datan de finales del siglo XIX—, los avances en materia de baterías a mediados de la pasada década impulsaron su uso. Pero ha sido la pandemia lo que ha disparado la demanda. Para oxigenarse tras el confinamiento de la primavera de 2020, muchas personas abrazaron con inusitado furor estas máquinas —idénticas a las bicis de toda la vida excepto por la fuente de alimentación y el motor— en su afán de compartir actividades en el exterior con amigos y familiares, independientemente de su forma física.
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Superadas las reticencias inherentes a todo nuevo artefacto —acuérdate de la transición de las cámaras de fotos analógicas a las digitales, o del vinilo al CD—, un amplio contingente de aficionados a los pedales ha terminado rindiéndose a este feliz invento, que augura mantener proezas rodantes cuando se atisba una mengua de las fuerzas en razón de la edad.
José Antonio: "Menos esfuerzo y más disfrute"
"Ha sido como quitarme veinte años de golpe", anuncia categórico José Antonio (65). Este peluquero de Cox (Alicante) lleva 25 años pedaleando; aprovecha la mínima ocasión para echarse a la carretera con su pandilla ciclista. Fue el pasado agosto cuando se compró la bicicleta eléctrica. "Al principio recelaba", admite. "Pensaba: Si salimos, es para hacer deporte". Cuando un compañero de fatigas, trece años menor, adquirió una e-bike, aparcó prejuicios. "Él tiene algo de sobrepeso y con la pulmonar [la bici tradicional] iba rezagado, sufriendo. Con la eléctrica vi la felicidad que tenía, lo bien que se lo pasaba y me dije: Me paso".
Y se pasó. Se hizo con un modelo de 5.000 euros. Sentía que con la bici clásica le costaba seguir el ritmo de antaño. "La edad te va arrinconando —dice—, te va alejando de esas rutas que hacías que eran más duras… Últimamente dejaba de ir a sitios porque llegaba muy agotado y no me compensaba. Ahora accedo a lugares donde hacía tiempo que no llegaba. Te permite seguir haciendo lo que hacías, con menos esfuerzo pero con más disfrute, más diversión. Aquí de lo que se trata es de hacer deporte y divertirse con la peña, con los colegas. Si no, te desconectas de la sociedad". Montar en bicicleta es, por lo general, una actividad grupal que fomenta la socialización. "Si no hubiera comprado la e-bike, en poco tiempo habría perdido contacto con mucha gente", añade.
José Antonio se dio cuenta de que rodar con una e-bike -que considera "una evolución dentro del ciclismo"- no significa dejar de hacer ejercicio-. La ayuda que ofrece el motor es regulable, adaptándose a las necesidades del ciclista o del momento. "Ayer salimos seis amigos, tres eléctricos y tres pulmonares que no pasaban de 45 años", nos cuenta. "Hicimos una salida brutal, 60 kilómetros por montaña pegándole duro, e hicimos deporte. Si pones poca resistencia, tienes que hacer fuerza con las piernas. Si quieres hacer deporte, realmente haces deporte. Con la e-bike hago el deporte que mi cuerpo necesita ahora con 65 años. No necesito más".
Fernando: "Sigo haciendo ejercicio, pero la 'patata' no sufre"
No hay más que ver las fotos en bici de Fernando (52), policía madrileño, para darse cuenta de que está en forma. Lleva practicando ciclismo de montaña desde los 22, modalidad que compagina con su otra pasión: el running. Si no sintiera que con la e-bike "El problema cuando uno prueba una e-bike, sobre todo cuando te has machacado mucho en una pulmonar, es que puedes tener la sensación de que te montas y no haces ejercicio. Yo pensaba: 'Esto no vale para nada, me va ayudando'. Pero la realidad no es esa", señala.
Se convirtió a la religión de las eléctricas hace dos años, cuando varios compañeros del grupo con los que sale se cambiaron a los modelos con batería. "Nos encanta hacer rutas largas, y cuando terminábamos, los veía tomarse sus dos cervezas tan frescos y yo estaba casi para el arrastre. Por eso di el salto a la e-bike", recuerda. La prueba de fuego fue una ruta por la sierra de Madrid con 1.600 metros de desnivel.
"Terminé reventado igual que con la pulmonar, pero a nivel cardiaco no alcanzaba esos picos tan altos de pulsaciones. Sigo esforzándome como yo quería, pero la patata no me sufre. Con estas bicis te vas a estrujar lo que quieras estrujarte. Ahora trabajo más en aeróbico. Me permite hacer distancias más largas. Como puedo regular la ayuda, la llevo siempre al mínimo, y cuando me siento agotado y veo que faltan 20 kilómetros, activo la ayuda y aquí paz y después gloria. He tenido la tentación de alternarla con una bici convencional, pero no lo veo necesario: la e-bike cumple mis expectativas. Estoy encantado".
Fernando sale a darle a los pedales dos o tres veces a la semana, en ocasiones solo. "Muchos días vuelves del trabajo cansado y te da pereza salir a montar. Con este tipo de bicis nunca te da pereza. ¿Que estás muy fatigado? Le das más ayuda. El ejercicio lo vas a hacer, que es lo más importante cuando vas cumpliendo años", explica. Ha llegado a recorrer 145 kilómetros del tirón con su bici electrificada. Las e-bikes, opina, son el mejor antídoto cuando, a cierta edad, acecha la duda de hasta cuándo se podrá seguir encaramado al sillín. "Si el día de mañana tengo cualquier lesión, podré continuar practicando el deporte que me gusta. Pienso que es un adelanto increíble. Te cruzas con muchos grupos que van todos con e-bike. A mucha gente de 60 años les ha dado la vida".
El elevado precio ("exige una inversión mínima de unos 4.000 euros. Tienes modelos de hasta 12.000", dice Fernando) y la dependencia de la batería ("Estas bicis pesan 25 kilos. Si te quedas tirado cuesta moverlas. Pero tenderán a hacerlas más ligeras y con mayor autonomía") no aplacan el entusiasmo de este funcionario por su adquisición. "Mi mujer ya me conoce, y cuando me ve salir con mochila, con barritas y con geles, sabe cuándo me voy pero no cuándo volveré".
"Después de esto ya no hay marcha atrás"
Santiago (60) se siente unido a su bici como don Quijote a Rocinante. Este segoviano residente en Albacete, donde ejerce de profesor en un centro de educación especial, nació con hemiparesia, parálisis que afecta a sus extremidades izquierdas. "Aprendí a montar en bicicleta a los 11 años y desde entonces la bici y yo somos lo mismo: no me imagino sin ella. Es el deporte en el que menos discapacitado me siento: pones los pies en los pedales y listo. Ha sido una terapia para mí. Siempre digo que tengo un vicio con 'b'. Poseo una furgoneta y ahí cargo la bici: va conmigo a donde yo voy".
Ha realizado el Camino de Santiago 16 años a dos ruedas; los cuatro últimos, con e-bike. Así ve la evolución de este vehículo. "El primer punto de inflexión fue la aparición de la bicicleta de montaña, y el segundo, la irrupción de las eléctricas", sostiene. Estas las acogió con reservas… hasta que montó en una. "Yo las denostaba. 'Eso es como ir en moto', pensaba. Un amigo la compró para su mujer; la probé y en 2015 encargué una. La clave es: ver-sa-ti-li-dad. Puedo ir a trabajar con ella, a comprar el pan, a hacer el Camino de Santiago… El único hándicap es la duración de la batería, pero voy con dos. Con mi edad y mi discapacidad, es una maravilla".
Sus periplos compostelanos a bordo de su fiel montura han dado para múltiples anécdotas que dan fe de esa versatilidad de la que presume. "En O'Cebreiro me encontré a una chiquilla llorando: se había dejado el móvil en Villafranca, al principio de la subida. Ella no podía bajar siete kilómetros andando y volver… Me di la vuelta, recogí el móvil y se lo devolví. Hace dos años, en una cuesta, encontré a otra chica desconsolada en la cuneta: iba en bici y no podía más. Até un cordón a su manillar y tiré con ella para arriba. Otras veces te hablan de una ermita preciosa que está a dos kilómetros. Andando o en bici tradicional no puedes ir porque estás reventado, pero con esta bici sí".
Santiago se podría tirar horas glosando las bondades de las e-bike ("el que me escuche, que prepare un blister de Ibuprofeno", bromea), de cuyo éxito se congratula. "El otro día me decía el dueño de mi tienda de referencia que el 70% de las bicicletas que vende son eléctricas", apunta. "Para gente que quiera empezar en la bicicleta, que tenga algún tipo de problema físico o ya una edad… es una maravilla. Después de esto ya no hay marcha atrás".