¿De verdad el diésel y la gasolina morirán en el 2035?
A pesar de las necesidades de eficiencia energética del planeta, muchos empiezan a dudar de que esto se pueda llevar a cabo
Si en los próximos años no hay cambios, no se podrán vender coches gasolina o diésel a partir del año señalado
La Unión Europea camina firme hacia este escenario casi utópico sin motores de combustión
Lleva ya tiempo barruntándose y, a día de hoy, la Unión Europea sigue dando los pasos marcados para terminar de prohibir la venta de coches con motores de combustión en 2035. Ni siquiera los distintos tipos de hibridación, incluidos los enchufables, se salvarían de la quema. La erradicación total de los coches con motores tradicionales tendría lugar en 2050.
Los fabricantes han sido los primeros en dar la voz de alarma ante la desmesurada ambición de los gobernantes, sobre todo viendo el ritmo tan lento con el que el coche eléctrico no termina de despegar en el mercado. En España, La Ley de Cambio Climático y Transición Energética prevé prohibir la venta de coches con motores de combustión en 2040, pero el parlamento europeo ha ido mucho más allá y reduce el plazo en cinco años.
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Sin negar que la contaminación del planeta es un problema de lo más grave, debemos señalar que hay muchas formas de poner coto a las emisiones de CO2, y no todas pasan por cargarse la industria automotriz. Aviones, calefacciones, grandes cargueros… todos son más contaminantes que los coches, pero es cierto que es más fácil legislar en temas de movilidad personal y particular que en otros instrumentos de nuestra vida cotidiana.
Los fabricantes se ponen las manos en la cabeza
Gerardo Pérez, presidente de Faconauto, patronal que engloba las asociaciones más importantes de concesionarios oficiales de las marcas automovilísticas, asegura sin tapujos que España no está ni estará preparada para cumplir esa normativa en dicho plazo y la tilda de “disparate”. “En España se venden unos 30.000 coches eléctricos al año. Deberíamos sustituir un millón cada año hasta 2050 para lograr el objetivo”. Y eso sin hablar de la crisis, poder adquisitivo, reeducación vial, elevado coste de los coches eléctricos, la subida de la luz, etcétera.
Tan sólo los países nórdicos llevan un ritmo decente en la implantación del coche eléctrico y sus correspondientes puntos públicos de recarga. Con Noruega a la cabeza, la movilidad eléctrica se empieza a abrir paso con números decentes en el norte de Europa. España, sin embargo, está a la cola de la electrificación. No es que no haya puntos de recarga suficientes, sino que se anuncian miles y miles cada año y apenas unos pocos ven la luz. Por no decir que el funcionamiento de los existentes, experimentado por nosotros mismos, es entre deficiente y denunciable.
Un país con mucho poder ya dice que no va a ir más lejos en el apoyo de esta idea
Las voces discordantes que auguran la imposibilidad del cumplimiento de esta normativa son múltiples, y podría sorprender que Alemania, principal locomotora industrial del continente y país que acoge en su seno potentes e importantes marcas como Porsche, Mercedes-Benz, Audi, BMW y Opel, no sólo es que ya haya expresado sus dudas al respecto, sino que ha marcado recientemente su voluntad de seguir vendiendo coches con motores de combustión después de 2035. Buena parte de su Producto Interior Bruto se debe a las fábricas automovilísticas y antes de apostar por el cambio deben asegurarse de seguir manteniendo su status y posición de dominio del mercado.
Las marcas deportivas tipo Ferrari, Lamborghini, Aston Martin, Maserati, también Porsche, etcétera, a pesar de que empiezan a anunciar sus primeros modelos con tecnología eléctrica, buscan cualquier tipo de solución imaginable al gran problema que se les presenta, pues asocian las prestaciones al tradicional olor de la gasolina y los motores de explosión. Uno de ellos, Porsche, es la principal marca que investiga el mercado de los combustibles sintéticos como posible solución al doble problema, de la contaminación y de la exigente normativa europea. La firma de Zuffenhausen tiene muy avanzada la fórmula que permitiría a sus coches seguir circulando pese a la prohibición, e incluso colabora con la Fórmula 1 que, en próximos años, incluirá un buen porcentaje del combustible de sus bólidos de manera sintética.
La bola de cristal es incapaz de predecir el futuro, pero está claro que, la solución llegará después de muchas negociaciones e infinitas presiones de unos y otros para lograr una entente cordial que permita mantener los motores tradicionales sin por ello perjudicar el planeta. En nuestra modesta opinión, con nuestros incipientes conocimientos de la materia, apostamos por una solución intermedia que contente a todos los importantes actores de la ecuación. Dicho esto, nos parece casi imposible que los motores de combustión no sólo dejen de fabricarse en 2035, sino que desparezcan totalmente de la faz de la tierra en 2050. Habrá que esperar un poco para confirmar nuestras sospechas… 😊