Cuando llega el invierno y las temperaturas bajan, nuestro coche puede sufrir, especialmente si no disponemos de garaje y tiene que pasar la noche a la intemperie. En esta época del año en el que las lluvias, las granizadas y las nieves son tan habituales, la mecánica de nuestro vehículo puede llegar a resentirse, y si no tomamos las precauciones y medidas necesarias, corremos el riesgo de que sufra daños difíciles de reparar que no solo pueden repercutir en nuestros ahorros, sino también en nuestra conducción y seguridad en la carretera.
Durante los meses de invierno, una de las piezas que más peligro corre es el motor, un elemento especialmente sensible diseñado para funcionar en un intervalo muy concreto de temperaturas. En los días más fríos, son muchos los conductores que se suben a su vehículo solo para comprobar que el motor tarda en ponerse en marcha o, en el peor de los casos, que no puede arrancar.
Para evitar estas incómodas situaciones, que pueden echar por tierra nuestro día, es importante revisar nuestro vehículo antes de los meses de invierno y tomar ciertas precauciones. Una de ellas está relacionada con el aceite del coche, un elemento imprescindible para que el motor pueda arrancar.
El aceite es, básicamente, la sangre del motor, por lo que si este sufre algún tipo de problema, nuestro vehículo tendrá muchos problemas. Y en los meses de invierno, puede darse el caso de que el aceite se vea muy afectado, especialmente en las zonas del país donde las temperaturas se sitúan por debajo de las dos cifras.
Cuando las temperaturas caen por debajo de los siete grados, algo muy habitual en algunas zonas del país durante los meses de invierno, el aceite puede sufrir dos situaciones: espesarse o congelarse.
Dadas las condiciones climatológicas de nuestro país, lo más habitual es que el aceite de nuestro coche se espese, ya que las temperaturas, si bien pueden llegar a bajar mucho, no alcanzan caídas drásticas. No obstante, cuando el frío cae a temperaturas negativas, este líquido sí puede llegar a congelarse.
Cuando el aceite se espesa, no puede fluir con libertad por el motor, lo que impide su correcta lubricación. Esto no solo hace que al motor le cueste mucho más arrancar, sino que pone en riesgo la mecánica de nuestro vehículo.
Ante estos riesgos, los expertos recomiendan que en los meses de invierno se utilice un aceite de buena calidad. En concreto, se aconseja que se opte por un aceite monogrado poco viscoso que no se vea afectado por el frío, o un aceite multigrado capaz de cambiar su viscosidad en función de la temperatura exterior. No obstante, antes de hacer el cambio es recomendable acudir a un especialista o consultar el manual de tu vehículo para saber qué aceite es el que más nos conviene.
Este aceite deberemos cambiarlo, preferiblemente, antes de que bajen las temperaturas, ya que así estaremos completamente preparados para cuando empiece el frío. Aun así, en caso de que no hayamos tenido tiempo a cambiarlo y que nos veamos sorprendidos por un vehículo que no arranca, se recomienda mantener la calma y dejar el coche en ralentí durante unos segundos para que el aceite pueda llegar a todos sus componentes y que el motor consiga la temperatura que necesita para ponerse a circular. Con estas precauciones, podremos reducir el riesgo de sufrir alguna avería o desgaste mecánico.