Un coche térmico es un tipo de vehículo que utiliza un motor de combustión interna para convertir la energía química del combustible en energía mecánica, lo que permite la propulsión del automóvil. Este tipo de motor ha sido fundamental en la historia de la automoción, representando la base tecnológica sobre la que se ha desarrollado la mayoría de los automóviles tradicionales.
De hecho actualmente hay dos tipos de coches, los térmicos y los eléctricos (con los modelos híbridos entre ellos), por lo que esta categoría de vehículos a buen seguro que no te pilla de nuevas.
El funcionamiento de un coche térmico se basa en un ciclo de cuatro tiempos, que es el proceso por el cual se transforma la energía química del combustible en movimiento mecánico. Esos cuatro tiempos son los siguientes:
Los coches térmicos pueden funcionar con varios tipos de combustible, siendo los más comunes la gasolina y el diésel. Estos combustibles fósiles tienen diferentes propiedades que afectan tanto al rendimiento del motor como a su impacto ambiental. Por ejemplo, en el caso de la gasolina, encontramos un líquido que es más volátil y se quema a temperaturas más bajas. Esto permite ofrecer una mayor eficiencia en motores de alta velocidad, pero también produce más CO₂ en comparación con otros combustibles.
Los combustibles diésel, por su parte, tienen un mayor contenido energético por litro, lo que lo hace más eficiente en términos de consumo de combustible, pero produce más emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), que a la vez son perjudiciales para la salud y el medio ambiente.
La alternativa a esto la encontramos por ejemplo en el gas natural, aunque existen más alternativas. Existen ya algunos coches térmicos también utilizan gas natural, que es una opción más limpia en términos de emisiones, o biocombustibles, que son renovables y pueden reducir la dependencia que tenemos actualmente de los combustibles fósiles.
Entre las ventajas de este tipo de coches está la experiencia con ellos. Los motores térmicos llevan perfeccionándose durante más de un siglo, lo que los hace a la vez fiables y ampliamente utilizados. Además, por su ‘rancio abolengo’, existe ya una red de estaciones de servicio para gasolina y diésel completamente desarrollada, lo que facilita que repostemos casi en cualquier lugar. Finalmente, hay que reseñar que los motores térmicos pueden adaptarse a una amplia variedad de vehículos, que va desde pequeños coches urbanos hasta grandes camiones y maquinaria pesada.
Por supuesto existen contrapartidas al uso de este tipo de coches. Y es que a pesar de las mejoras tecnológicas, los motores térmicos siguen emitiendo CO₂ y NOx, contribuyendo al cambio climático y a la contaminación del aire. Otro problema es que la mayoría de los motores térmicos dependen de recursos que no son renovables, lo que plantea problemas de sostenibilidad a largo plazo, y tener que lidiar con precios del combustible continuamente al alza.
Aunque este tipo de coches térmicos ha dominado la industria automotriz durante décadas, la creciente concienciación sobre el cambio climático y la contaminación está impulsando la transición hacia tecnologías más limpias, como los vehículos eléctricos. Sin embargo, los coches térmicos siguen siendo una opción habitual, y también dominante, en muchas partes del mundo, especialmente en todas aquellas regiones en las que la infraestructura para vehículos eléctricos no está todavía completamente desarrollada.