Las excusas más raras para evitar soplar en un control de alcoholemia
No soplar en un control de alcoholemia puede suponer un delito de desobedencia
Conducir con una o varias copas de más es uno de los mayores errores que podemos cometer en la vida (artículo 379.2 del Código Penal) y desde Uppers recomendamos encarecidamente que no se debe conducir después de haber ingerido alcohol.
No soplar en un control de alcoholemia a requerimiento del agente correspondiente es delito de desobediencia (artículo 383 del Código Penal), y ahondaríamos aún más el tremendo error cometido. Por tanto, no es una opción. A partir de aquí, se podría escribir un libro con las peregrinas excusas que los agentes del orden han oído en los últimos tiempos de conductores que alegan de todo para no soplar e intentar salvar la situación.
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El tema es tan rico en anécdotas que ha dado hasta para escribir algún libro, como el de Alexandre Despretz titulado 'Las malas excusas de los buenos conductores', publicado por la editorial francesa Le Cherche Midi. “No puedo mantenerme de pie, es cierto, pero conduzco sentado, no hay problema”, es una de las frases más célebres de este compendio de excusas para librarse de una multa al ser parado por los agentes de la ley, sea por alcohol o por haber cometido alguna infracción.
A partir de aquí, el extenso repertorio de los conductores infractores en apuros es increíble. Claramente hace buena una de mis frases preferidas, la que dice que 'La realidad supera siempre a la ficción'. Y es que las excusas tradicionales son repetidas una y mil veces. Si dieran un euro al agente de turnos cada vez que escucha excusas del tipo “Sólo ha sido una cerveza”, “mañana me caso y estamos de despedida de soltero” o “es mi cumpleaños”, seguramente no tendrían que volver a trabajar más. Naturalmente, ninguna de ellas es excusa válida ni eximente.
Las evasivas que tienen que ver con la imposibilidad de soplar son muy comunes. Muchos aluden a ser asmáticos para librarse de la prueba."Tengo, tos, estoy resfriado, no puedo soplar", intentan a menudo, sin éxito. Alguno va más allá y esgrime enfisemas pulmonares y dolencias más serias para intentar librarse. Nada que hacer. Si no soplas no van a dejar irte de rositas, tendrás que acompañar a los agentes a comisaría y abrir diligencias. Es lo que hay.
Alguno ha ahondado aún más el error, intentando darse a la fuga. Se le intercepta de inmediato y el sujeto dice que “sólo iba a aparcar más adelante”. Más divertido es el caso que cuentan agentes de tráfico, de dos conductores, cada uno en su coche. Uno da positivo, el otro no… y el que da positivo dice que el aparato está mal porque su amigo bebió mucho más que él.
Hay conductores que afinan mucho el tiro, como el que dijo ser “alérgico al plástico de la pipeta”. Lo que no sabía es que se puede hacer el test sin ella. Al final fue cazado superando la tasa de alcohol. En Ourense, sin embargo, un vecino de 71 años no pudo soplar correctamente tras ocho intentos. Tras la correspondiente denuncia, en el juicio es absuelto contra pronóstico porque alegó que estaba nervioso y no pudo soplar bien. Lo peor de todo es que el sujeto tenía antecedentes por lo mismo.
“¡Voy a cuidar a un enfermo!”, se excusa uno… como si eso fuera un eximente y permitiera beber al volante. Otros afirman sin complejos, generalmente con algún año ya de experiencia al volante, que “Conduzco mejor con un vasito de vino en el cuerpo que sereno”. Sobran cualquier palabra más al respecto.
Las mujeres argumentan en numerosas ocasiones que no están “acostumbradas a beber”. Incluso alguna, recientemente, utilizaba como coartada que había comido un bizcocho demasiado empapado en alcohol. El “bomboncito de licor” también sale a relucir a menudo en los controles de alcoholemia, aunque no se dan cuenta de que para que fuera verdad tendría que haber sido un bombón del tamaño de un melón para justificar su cantidad de alcohol en sangre.
Reconozco que tengo predilección por estas dos excusas que relatan agentes del orden. “Me hice una herida en la pierna y me pusieron alcohol para sanar la herida” es grandiosa. “Me operaron de hemorroides y no puedo soplar ni hacer esfuerzos”, han llegado a pretextar. Por norma general es visible el estado de embriaguez de los que intentan justificar su estado con este tipo de disculpas tan “peregrinas”.
Pero como hemos visto antes, también hay gente que se logra librar una vez en el juicio. Esto le pasó a un ciudadano chino en Tarragona, que argumentaba ante el juez que no sopló porque no había llegado a entender a los agentes, a pesar de llevar ya 4 años en España. Al día siguiente realizó correctamente la maniobra de soplar en el aparato y la sentencia fue satisfactoria para el denunciado.
Acabamos este repertorio con dos intentos lamentables de escapar a la justicia, con visibles signos de intoxicación etílica. El primero de ellos, entre balbuceos, llegó a inventarse una historia en la que venía a decir que él no estaba conduciendo, que ”venía dormido atrás” y que no sabía cómo había llegado hasta el asiento del conductor. El segundo, ocurrido en El Puntal, Murcia, confesó a los agentes que tenía sed y había “echado un par de tragos a la botella de whisky” de la cesta de navidad que llevaba en el coche… mientras esperaba a un taxi.
Para acabar, recordemos que el artículo 383 del Código Penal advierte que “El conductor que, requerido por un agente de la autoridad, se negare a someterse a las pruebas legalmente establecidas para la comprobación de las tasas de alcoholemia y la presencia de las drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas a que se refieren los artículos anteriores, será castigado con las penas de Prisión de seis meses a un año y privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo superior a un año, pudiendo llegar hasta a 4 años”. Por regla general, daremos positivo si la tasa de alcoholemia supera los 0,5 gramos por litro de sangre o 0,25 mg/l de aire espirado. Para conductores con menos de 2 años de carnet o profesionales, la tasa se reduce a 0,3 gr/l y 0,15 mg/l, respectivamente.