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Carlos González, responsable de las comunicaciones con el Apolo 11: "No fui consciente del hito histórico hasta terminar mi turno"

  • Un rotulador en el bolsillo de Aldrin fue clave para que volvieran a la Tierra

Apolo 11, 20 de julio de 1969. En una sala de control de la sede de la NASA en Robledo de Chavela (Madrid) se encuentra sentado al borde de su silla Carlos González Pintado (73), el jefe de operaciones responsable de que las comunicaciones del Apolo 11, a punto de posarse sobre la Luna por primera vez en la historia, lleguen correctamente hasta Houston.

Nacido en Madrid en 1946, pero de origen asturiano, González estudió ingeniería con una beca en el Helix High School de La Mesa, California. En 1967 vio un anunció en el periódico donde buscaban personal cualificado para la NASA y ahí que se presentó.

Como hablaba inglés mejor que la de recursos humanos y tenía los conocimientos necesarios, le contrataron rápido, pero con una condición previa: tenía que hacer la mili. Así que, después de 18 meses de servicio militar, volvió a aquel despacho y firmó su contrato con la NASA, pero con una sutil diferencia: iría a la sede de Robledo de Chavela en lugar de a la de Fresnedillas y estaría dentro del programa Apolo, justo antes del lanzamiento del Apolo 7. Ahí cambió para siempre su vida.

Medio siglo después, Jesus Sáez Carreras ha recuperado la historia de Carlos en el libro 'El Gran Salto al Abismo' (Next Door Publishers, 2019), y hemos tenido la oportunidad de charlar con ellos sobre el hito que supuso la llegada del hombre a la Luna.

Carlos, ¿por qué decidió contar su experiencia con las misiones Apolo 11 cuando se jubiló?

Carlos: Es que es la alternativa, o jubilación de sillón, cubata y televisión o hacer algo. Y qué es lo que puedo hacer: hacer partícipe de algo que yo he vivido durante 43 años a aquellos que no tuvieron la oportunidad. ¿Si puedo compartirlo, joder, cómo me lo iba a tener callado?

En el caso de Jesús, ¿la experiencia ha sido el combustible para hacer nuevas actividades?

Jesús: Yo creo que a los 45 empieza la vida, porque has acumulado una experiencia que te permite disfrutar de lo que tienes por delante. Para mí es a los 45 - 50 cuando ves que te queda salud, energía y capacidad. Cuando uno dice 'yo volvería atrás con lo que sé ahora' ya no necesitas tanto volver atrás, porque la ciencia y la medicina te permiten tener muchos años por delante, y esa experiencia y conocimiento te permite afrontar el resto de tu vida con otro espíritu.

Y hacer libros como 'El gran salto al abismo'

J: Ahora, con 55 años, me he permitido el gran lujazo de hacer este libro. Soy funcionario en excedencia, tengo la vida resuelta, no tenía por qué meterme en líos, pero me apasioné por esta historia. A mi edad no me dije 'oye, tú no eres escritor, no eres científico, quédate en tu casita y deja que el mundo gire'. No. Surgió una inquietud que no pude soslayar.

Viajemos hasta la Luna entonces, ¿cómo es eso de que Armstrong tuvo que pisarla con el pie izquierdo obligatoriamente?

C: El servicio postal americano había hecho la tirada de sellos más grande de la historia: 152 millones de estampas. Para ilustrarlo, habían encargado a su artista de referencia, Paul Calle, una imagen de la llegada del hombre a la Luna. Y pintaron a un astronauta bajando por la escalerilla y pisando la Luna con el pie izquierdo.

Tres días antes de que saliera el Apolo 11, Calle pensó: '¿Qué pasa si el astronauta pisa primero con el pie derecho en la Luna?' Se perderían 152 millones de sellos, que irían a la basura, así que el propio Calle voló a Washington, la NASA le dio permiso para hablar con los astronautas en su último desayuno en la Tierra y no sé qué les dijo pero imagino que sería algo como: 'Señores, no sé quién va a ser el primero en pisar la Luna pero, por favor, el que lo haga, que sea con el pie izquierdo'. Y así ocurrió.

Dice en el libro que el éxito del Apolo 11 fue por golpes de suerte: ¿el éxito de la misión dependió de un rotulador y la mano de un niño?

J: Efectivamente. Los astronautas entran de nuevo en el Eagle para volver a Tierra y se deshacen del pesadísimo traje espacial, de 80 kilos de peso terrestre. En aquel diminuto lugar, uno de ellos ve que la palanca de arranque está rota y se dicen en bajito: 'Tenemos un problema'. Sin aquella palanca no podían volver a la Tierra. Se lo dicen a Houston y se ponen a buscar una solución.

En un momento dado, Buzz Aldrin se da cuenta de que tenía algo que le podía servir. Ubicado en su bolsillo derecho tenía un rotulador que encajaba a la perfección en ese agujerito, donde no podían meter un dedo o algo metálico porque era un conducto eléctrico. Y aquello funcionó. Se la jugaron. Aldrin se quedó con el rotulador para toda la vida.

¿Y lo del niño, fue así o es una leyenda?

C: Al estar esperando la reentrada de la nave en la Tierra, el sistema de rodaje de la antena de seguimiento de Hawái se atasca, y era fundamental para la misión. Había una pieza que había que liberar y descubren que, para acceder a ella, no cabe la mano de un adulto. Al director de la estación se le ocurre entonces la genial idea: 'Nosotros tenemos la mano muy grande, pero la de mi hijo de 10 años sí cabe'. Y así fue cómo la vida de los astronautas que pisaron la Luna en el Apolo 11 estuvo en manos de un niño de Hawái, concretamente de la que sacó la pieza de la rodadura. Armstrong le dio las gracias personalmente días después.

Otra anécdota es que antes de pisar la Luna, los astronautas recibieron una orden un poco extraña desde Houston…

J: Al poco de alunizar, desde Houston les dicen que se echen una siesta, tal cual. A ellos les pareció una broma que, después de hacer un viaje de 400.000 kilómetros, les dieran esa orden. Evidentemente no se durmieron y empezaron a preparar el descenso, a ponerse los trajes, hacer fotos… pero el objetivo de Houston era que todo Estados Unidos pudiera ver en directo el descenso de Armstrong en un horario razonable.

Primó entonces el espectáculo mediático

J: Por supuesto, querían que se supiera, conocían el poder de la imagen.

C: En el fondo es lo lógico, ¿no? Se estaban gastando un pastón y se tenía que enterar todo el mundo. ¿Por qué plantaron la bandera americana y no la de la ONU? Eso sí, luego ponen una placa de que 'venimos en son de paz en nombre de toda la Humanidad', pues coño, pon la bandera de la ONU. Pero no, eso lo habían pagado ellos y allí iba a ir la estadounidense sí o sí.

¿Cree que la llegada del hombre a la Luna marcó a toda una generación?

C: Estoy convencido de que sí. Pasamos de estar jugando con los discos de vinilo y haciendo guateques a que de repente habíamos pisado la Luna. El cambio tecnológico que implicó la llegada del hombre a la Luna cambió la vida de todo el mundo. A partir de ese viaje aparecen los pañales desechables, las microondas, las lentillas…

Desde el 1966 ya sabíamos que EEUU sería el primero en llegar a la Luna

¿Considera que ahora las nuevas generaciones han perdido el interés por la ciencia y el espacio?

C: Yo por lo que veo están interesados en los jueguecitos de ordenador, del móvil, las consolas, las tablets… ¿El espacio, explorar Marte, ver lo que hay en el cinturón de Asteroides, saber lo que hay en el cinturón de Kuiper? ¿Para qué? 'A mí me da lo mismo', 'yo lo que sé es voy segundo en la guerra de no sé qué videojuego', dicen, y así…

Se ve que hay una desafección…

C: Doy muchas charlas en colegios, institutos… y allí procuro adaptar la charla al público para el que hablo y me voy fijando mucho en si mantienen la atención o no. Si atienden es que la charla va por buen camino y a veces aplauden, hacen preguntas, vienen a hablar… y me quedo pensando: 'Si he conseguido que un 5% de los que me han oído cambien el chip y empiecen a pensar en la ciencia he hecho lo que tenía que hacer'.

¿Usted hubiera ido a la Luna en el Apolo 11?

C: En aquella época sí, aunque igual me lo hubiera pensado un poco, porque había un detalle curioso. Los motores del módulo lunar no se podían probar en la Tierra y, claro, uno piensa: '¿Y si me voy con un motor que no se ha probado y luego no arranca, qué pasa?'. Pero ahora no hubiera ido…

¿Por?

C: En primer lugar por la edad… si tuviera 30 años y hubiera vivido el tiempo que he vivido no iría. Los peligros que afrontaron para ir a la Luna fueron muchos, y hay que estar en un estado de ánimo, físico y psicológico adecuado, y ahora mismo no lo estoy.

J: Hubo varios momentos en los que peligró la vida de los astronautas: el descenso y el despegue desde la Luna, y todo quedó registrado desde la base de Robledo de Chavela. El porcentaje de supervivencia, según los propios astronautas, era de un 50%: vida o muerte.

En la Tierra, mientras tanto, se respiraba otro ambiente bien distinto

J: Había un espíritu general de unidad que también ayudaba moralmente a los astronautas. A mí me gustaría que ese espíritu se repitiera hoy en día con los problemas que tenemos por delante, como la crisis climática, la violencia, la pobreza extrema…

Hay una anécdota muy graciosa que cuenta que Kennedy, en una visita a Cabo Cañaveral, con su carisma habitual, le pregunta a uno de los limpiadores. '¿Qué hace por aquí?' Y este le contesta: 'Señor, ayudando a poner a un hombre en la Luna'

Carlos, ¿desde su puesto de mando era consciente del hito que estaban llevando a cabo?

C: Llevábamos preparándonos para aquello desde el Apolo VII con los ensayos que hicimos y estábamos convencidos de que aquello iba a salir bien y de que íbamos a hacer algo que no se había hecho nunca.

Cuando, como en mi caso, te tienes que ocupar de un equipo humano que es fundamental para el éxito de la misión, la responsabilidad de que el equipo no falle está por encima de la sensación de que estás viviendo un momento histórico. Cuando el seguimiento de la misión pasó a California y me liberaron de aquella responsabilidad me di cuenta de la importancia del evento.

¿Por qué fue tan importante que el hombre pisara la Luna en 1969?

C: Era el legado de Kennedy, no había otro motivo. Desde el 1966 ya sabíamos que EEUU sería el primero en llegar a la Luna.

J: El éxito del Sputnik ya había puesto bastante nerviosos a los americanos y dijeron: 'Oye, que tenemos algo que no controlamos encima de nuestras cabezas'.

Al poco de alunizar, desde Houston les dicen que se echen una siesta, tal cual

Era casi más una cuestión política que científica

C: Y de prestigio, porque los soviéticos les habían adelantado en todo. Además del Sputnik también lanzaron a Laika, pero no solo eso. También pusieron en órbita una cápsula que pesaba media tonelada y los americanos no podían poner en órbita ni un satélite de medio kilo. Y claro, Estados Unidos se planteó que, la única manera de hacerlo mejor que los rusos era ir a la Luna antes que ellos. El problema es que los rusos también querían ir a la Luna.

El ruso Serguéi Koroliov estaba diseñando un cohete tan grande como el Saturno V, el N1, e iban a mandar solo un cosmonauta a la Luna, pero se muere en 1966 y sus colaboradores no supieron continuar con su legado. En 1966 los americanos ya sabían que pisarían la Luna antes que los rusos, pero todavía tenían la prisa de hacerlo antes del final de la década, como había prometido Kennedy antes de ser asesinado en el 63.

La última es casi obligada: ¿volveremos a la Luna?

C: Hay dos motivos fundamentales para volver a la Luna. Uno es el económico. Si poner en marcha un proyecto así es muy caro, ir a la Luna tiene que reportar beneficios, pero allí, entre el regolito, no hay nada.

¿Qué hay en la Luna que no haya en la tierra? Helio 3. ¿Nos hace falta ahora mismo? No. ¿Cuándo nos va a hacer falta? Cuando empiece a funcionar la fusión nuclear, donde tendremos una energía limpia, baratísima, no contaminante e ilimitada. Igual hay que ir a la Luna a buscarlo, pero ojo, para sacar un kilo de Helio 3 hay que mover 100 toneladas de regolito, así que no va a ser barato.

El segundo motivo es el militar. Si voy allí y monto una base militar, ¿para qué lo hago?, ¿para que si atacan mi país poder montar una contraofensiva? En el fondo, como país, es absurdo, porque no van a poder lanzarlo más rápido que el ataque que recibirán. Por muy rápido que vuelen los cohetes desde la Luna, van a tardar entre 80 y 90 horas así que cuando lleguen…