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Juan Carlos Unzué, del deporte de élite a sufrir ELA: "Tenemos que normalizar la frustración como parte de la vida"

  • El exportero de Osasuna y Barcelona presenta 'Una vida plena', un recorrido biográfico a través de su vida en el que recoge momentos felices y complicados, como su diagnóstico de ELA en junio de 2020

  • En una entrevista con Uppers, Unzué repasa sus momentos deportivos más felices y llama a visibilizar una enfermedad que afecta a 3.717 personas en España, según la Fundación Luzón

  • "Mi objetivo es encontrar los recursos económicos para la investigación, pero también ayudar a los pacientes actuales. Eso le da un sentido enorme a mi vida", nos explica

Juan Carlos Unzué (Orkoien, Navarra, 1967) abre el Zoom y su boca traza una sonrisa enérgica, sincera, que no se esfuma ni cuando el periodista trata temas delicados, como la eliminación del Fútbol Club Barcelona de la fase de grupos de la Champions League la noche anterior. "Hemos tocado fondo", admite parafraseando a Xavi Hernández. Sí habla con más firmeza -aunque nunca torciendo el gesto- cuando reivindica más fondos y recursos para la investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), la enfermedad degenerativa progresiva del sistema nervioso central que le fue diagnosticada en junio de 2020 y terminó precipitando su retiro como entrenador.

Desde entonces, Unzué se ha dedicado a visibilizar una enfermedad que no tiene cura y afecta a 3.717 personas en España, según datos del informe 'Observatorio de la ELA' de la Fundación Luzón. A los 54 años, el que fuera portero de clubes como Osasuna o el Fútbol Club Barcelona publica 'Una vida plena' (geoPlaneta, 2021), su recorrido biográfico a toda una vida dedicada al fútbol, la familia y la buena compañía, aunque también marcada por las dificultades y frustraciones.

Desde sus primeras batallas por tocar balón -afirma que fue guardameta por imperativo fraternal; era el pequeño de seis hermanos y "si quería jugar con ellos, el único sitio en el que tenia cabida era de portero"- hasta los momentos más dulces de su etapa profesional, pasando por el trago amargo de su diagnóstico, el exportero narra con entereza y liviandad su periplo vital, en colaboración con los periodistas Ramón Besa, Marcos López y Luis Martín. De sonrisa henchida, ojos fúlgidos y si rehuir ningún tema, Unzué despeja preguntas como saques de esquina y aborda las cuestiones con la misma agilidad con la que se movía en el área de meta.

P. ¿Qué recuerdos tiene de su infancia en Orkoien?

R. Son totalmente positivos, porque yo suelo contar que tengo la sensación de que fuimos la última generación que disfrutó de la vida en el pueblo como se hacía antes, en la calle con los amigos, activos todo el día. El recuerdo que tengo es de haber tenido una infancia muy feliz.

¿Cómo se enfocó en el fútbol?

Yo era un chico muy activo, casi hiperactivo, no paraba un segundo quieto. Puede extrañar que empezara jugando de portero; esto vino como consecuencia de ser el hermano pequeño de seis. Cinco de ellos somos chicos y yo quería jugar con ellos. Cuando tenía siete u ocho, ellos estaban en plena adolescencia con 15 o 16 años. Evidentemente, si quería jugar con ellos, el único sitio donde tenía cabida era en la portería, pero no me cuadraba mucho eso de quedarme quieto y que los demás estuvieran en movimiento, divirtiéndose, mientras tú esperabas a que llegara el balón.

Pero curiosamente, por esta razón yo me inicio en la portería; voy demostrando cualidades y me va gustando. De hecho, en el equipo me ponían los partidos fáciles de jugador y los difíciles de portero. Además, yo esto lo compaginaba con el atletismo, no el de velocidad. Justamente, lo que a mí me gustaba del atletismo era la resistencia, hasta mis 15 años que fue cuando me firmó Osasuna ese fue mi devenir.

¿Cuál es el recuerdo más feliz que guarda de su primera etapa futbolística?

Dos momentos muy seguidos, muy relacionados y muy satisfactorios. Un domingo, febrero del 1987, estábamos jugando un partido, Murcia-Osasuna. Yo estaba en el banquillo, jugaba mi compañero Roberto. En el primer tiempo, él comete un penalti y en el choque con el rival se lesiona. Mi primera intervención o posibilidad de hacer una intervención en mi debut con el equipo en 1ª División fue intentar parar un penalti. Curiosamente, lo paré y terminamos ese partido empatando a 0. Fue mi primera portería a 0 y tuve una buena actuación.

A los tres días teníamos la vuelta de una eliminatoria de Copa del Rey contra el Barça. En el Nou Camp ya habíamos ganado 0-1. Yo no había jugado; mi compañero Roberto Santamaría había tenido una actuación muy buena. Imagínate, con ese resultado, con la ilusión de pasar esa eliminatoria contra todo un Fútbol Club Barcelona, El Sadar estaba abarrotado, la gente estaba muy entusiasmada. En el transcurso del partido yo tuve una buena actuación, pero perdimos 0-1. Fuimos a la prórroga y mantuvimos ese resultado.

De nuevo aparecen los penaltis en mi camino, una tanda de penaltis y un momento crítico: quinto penalti del Fútbol Club Barcelona, si yo lo paraba clasificaba Osasuna. Lo tira Marcos Alonso y se lo paro. Esos dos momentos han sido espectaculares para mí, sobre todo ese momento en El Sadar con toda la gente, con los que te han visto sufrir en algunos momentos. También con los que te han aguantado, empezando por mis padres y siguiendo por la que hoy es mi mujer, que en aquel momento era mi novia, María. Fue un momento de mucha felicidad.

En su libro hay un mensaje de tolerancia a la frustración. ¿Cuál debe ser la actitud frente al fracaso?

Creo que la frustración y las dificultades las tenemos que normalizar, sobre todo a la gente joven. No podemos estar vendiéndoles a nuestra gente querida y joven que la vida es un camino de rosas porque no lo es. Se van a encontrar con esas dificultades y frustraciones a lo largo de su vida. En el caso del deportista, sí podemos aprovechar esa posibilidad que da el deporte de crecer siendo muy jóvenes, tomando decisiones muy complicadas cuando a veces no estamos preparados para ello.

Pero esa posibilidad de superar las frustraciones, lo que a mí me ha hecho y a todos nos hacen es mejores, porque cuando somos capaces de superar una dificultad te sientes más capaz y fuerte, y tu autoestima mejora. Yo diría que son imprescindibles, que van de la mano con lo que es la vida.

Desde la publicación de su libro, se habla de la ELA en todos lados. Parece estar cumpliendo su objetivo.

Yo creo que sí. El objetivo no es personal y exclusivo, estoy sintiendo que estamos cumpliendo lo de dar visibilidad a la ELA, porque los medios de comunicación nos estáis dando el tiempo y el espacio que nosotros pedimos. Sobre todo, para informar y visibilizar esta enfermedad, para que no le pase a nadie lo que a mí me había pasado. En el momento de mi diagnóstico, era una enfermedad invisible y desconocida.

Ahora, el objetivo se está cumpliendo. Y además, lo estáis haciendo no desde una visión exclusiva mía, sino haciendo entrevistas a otros compañeros, informando desde los ámbitos médicos y la investigación. Yo creo que hoy podemos decir que la ELA es más conocida en este país que hace dos o tres años, y en definitiva, ha llegado el momento de que los que pueden cambiar algo de esa falta de ayudas, tanto en el día a día como en la investigación, lo hagan.

Hablo en general de los políticos, porque este tipo de situaciones relacionadas con la salud nos competen a todos. La ELA no sabe de dónde provienes, llega y la tienes que asumir. Hay muchas reivindicaciones que estamos haciendo los enfermos de ELA que, si los políticos actuaran, favorecerían que tengamos una vida digna. Hablamos de un 94 % de compañeros que tienen problemas para poder mantener una enfermedad en la situación que están.

¿Cómo mantiene el carácter intacto cuando a le diagnostican una enfermedad como esta?

Yo no he tenido que hacer nada especial. Sí que es verdad que he tenido muchos compañeros que han necesitado de un profesional para superar el diagnóstico inicial, esa sensación de hacerte preguntas como 'por qué yo'. A mí me ha salido de forma natural seguir actuando de esta manera. La palabra clave, para mí, es aceptar. Yo he aceptado la ELA como parte de mi vida, de la misma forma que todos esos muchos otros momentos de frustración o felicidad y no me había preguntado el porqué.

Lo que tengo claro desde el día de la rueda de prensa es que mi objetivo es encontrar los recursos económicos para la investigación, pero también ayudar a los pacientes actuales. Eso le da un sentido enorme a mi vida, es lo que me motiva para cada mañana que despierto. Tengo un propósito, mi vida merece la pena y voy a seguir hacia delante. Eso es lo que me hace sentirme fuerte.

Dice en el libro que, cuando echa la vista atrás, se siente privilegiado. A sus 54 años, ¿qué balance hace de su vida?

Como dice el título del libro, tengo la sensación de que he tenido, hasta el día de hoy, una vida plena. Quiero que la gente no piense que ese título viene por la vivencia que he tenido o lo años vinculados al deporte, o por el trabajo exclusivamente. Tengo esa sensación por la familia, la profesión y también por lo que estoy haciendo este último año y medio, desde esa rueda de prensa donde hice público mi diagnóstico. Siento que mi vida ha merecido la pena hasta el día de hoy, y espero además, y ese es mi propósito, que merezca la pena hasta el último día que esté yo en este mundo.

¿Qué opina de la madurez?

Lo que siento es que me he hecho mayor. Lo que muchas personas han notado progresiva o lentamente, el ir cumpliendo años y notar que vas perdiendo facultades, a veces físicas o mentales, lo he sentido de forma meteórica. Tengo la sensación de que me he hecho mayor en un espacio de tiempo muy corto.

Te voy a poner un ejemplo que a mí me llamó la atención. Yo he sido un tipo al que le ha gustado mucho el riesgo, la velocidad. Al ser tan activo, me ha gustado siempre ese punto vertiginoso. En los últimos meses, entraba en redes sociales y veía a una persona que se iba a hacer puenting o se va a tirar de una montaña al agua y lo primero que hacía era asustarme. Eso lo relaciono mucho con mi madre, con personas mayores, y de repente me ha ocurrido a mí.

También dice que no teme a la muerte. ¿A qué le tiene miedo un hombre que no le teme a la muerte?

A nada. Si no le temes a la muerte, ¿a qué le vas a tener miedo ahora? Yo vengo de un mundo en el que todos cuidamos qué decir, cómo y cuándo. Un mundo donde hemos tenido que tener mucho cuidado, porque éramos personas públicas que, en un momento dado, teníamos que priorizar el club, el equipo y lo que era bueno para todos. Y ya no te digo cuando era entrenador.

Ahora, te dan un diagnóstico como el que me han dado... Y si no le tengo miedo a la muerte, ¿a qué le voy a tener miedo? Cuando uno se sincera delante de otra persona, llega de forma más profunda al que te está escuchando. Eso lo vengo sintiendo en los últimos meses, quizá también como consecuencia de que el que me está escuchando pone el foco en qué situación estoy.

La sinceridad es también sinónimo de libertad.

Yo creo que sí, que está relacionado. Hay momentos en los que tenemos dificultades, sobre todo cuando somos jóvenes, y tenemos miedo a mostrar nuestra debilidad. Hay veces que, cuando tienes un problema grave que no puedes solucionar de forma individual, tienes que ser lo suficientemente humilde para afrontar esa debilidad. Todos tenemos personas alrededor que nos quieren escuchar y ayudar mucho más de lo que nos pensamos.

Ellos van a estar encantados de escucharte y buscar una solución. Animo a la gente joven a que, cuando esté en esas situaciones, no tenga reparo. Hay que normalizar tener problemas o debilidades y no ser capaces de solucionarlos. Ahí se demuestra el por qué de la familia.