Cuando se recuerda la figura de Marilyn Monroe muchos lo hacen pensando que era una adelantada a su tiempo por diferentes actos que realizó, como cuando ayudó a Ella Fitzgerald a triunfar aún más. A ella se la recuerda como una de las grandes divas y voces del jazz a la que ser reconocida le costó más que a otros por un motivo: el color de su piel. En pleno siglo XXI el racismo sigue, tristemente, presente en la sociedad pese a los grandes avances que se han logrado con los años, ¿qué no pasaría en los años 50? En esa década, sin saberlo, Monroe luchó por el reconocimiento de Fitzgerald a sabiendas de su poder e influencia, utilizándolo para llevar a su amiga al lugar donde se merecía.

Marilyn Monroe era la gran estrella en los años 50, unos solo la veían como una cara bonita, pero otros percibían en ella algo más que eso. En esos años descubrió a Ella Fitzgerald cuando trabajaba su voz con sus discos, de la que quedó totalmente prendada, y pese a que la artista había conseguido forjarse un nombre, el color de su piel era un impedimento para algunas cosas. Por ejemplo, en ocasiones tenía que entrar a los locales en los que actuaba por la puerta de atrás, no fuese a ser que molestase a la clientela blanca.

Ahí al menos podía actuar, pero como cualquier artista hollywoodiense tenía un objetivo, cantar en el Mocambo, el local que por aquel entonces era la sala más famosa de Hollywood, en donde se reunían Frank Sinatra entre otras muchas estrellas. Pero pese a que había demostrado de sobra su capacidad vocal y presencia sobre el escenario, y unos pocos artistas negros habían actuado allí, no se le permitía cantar porque era negra, por lo que Marilyn Monroe descolgó su teléfono para llamar al dueño y utilizar su influencia para ayudar a su amiga.

Aquel día la actriz hizo una oferta que era difícil de rechazar, en caso de que Ella Fitzgerald cantase sobre el escenario del Mocambo, ella se sentaría en primera fila cada vez que ocurriese. Los dueños no fueron tontos, sabían lo que conllevaba tener a Monroe en primera fila de su local: publicidad, prensa u otro tanto de estrellas que se verían atraídos a visitar el club.

Con ese pequeño gesto, utilizando su influencia, la actriz cambió el rumbo de la carrera de Ella Fitzgerald para darle más visibilidad, pero no fue la única vez que lo hizo. Más allá de la anécdota del Mocambo la amistad entre ambas siguió y en más de una ocasión que acudían juntas a locales o eventos obligaban a la cantante a entrar por otra puerta que no fuese la principal por el simple hecho de ser negra. Cuando esto ocurría, Monroe se plantaba y exigía que ambas entrasen por la puerta principal.

Años después y tras la muerte de la actriz, Ella Fitzgerald recordó que aquella primera velada en el Mocambo la sala estaba llena. "Después de aquello nunca volví a tocar en pequeños clubes de jazz", reconocía en los años 70. "Le debo mucho a Marilyn Monroe, gracias a ella canté en el Mocambo. Marilyn fue una mujer inusual que estaba adelantada a su tiempo sin que ella fuese consciente", alabó entonces la cantante.

La gran diva del jazz también contó con la suerte de tener a Norman Granz como mánager durante aquellos años. Como representante, siempre buscó que sus artistas fuesen tratados con respeto, tanto los blancos como los negros. Granz siempre intentó que sus representados se hospedasen en los mismos hoteles o entrasen siempre por la puerta principal de los eventos, independientemente de su color de piel.